Cuba vive su peor crisis en 30 años. Por estos días, una decisión oficial puede complicar aún más el escenario político.
Kandinsky es también el círculo, lo infinito, el eterno retorno de los
procesos sociales matizados con el carácter de su tiempo, la sociedad diversa y
encerrada; círculos que convergen y divergen. Sociedad atravesada por
corrientes telúricas de pensamientos enfrentados: fuerzas externas que le
obligaron a Kandinsky replantear constantemente el futuro.
Eliseo Lima. “Kandinsky musicolor vs. mocromatismo censor”
por Olimpo Fonseca
El pintor
ruso Vassili Kandinski sufrió la intolerancia política mucho antes que
sucedieran las purgas estalinistas. El constructivismo con su discurso de
(excelente y artística) propaganda política se imponía y, la obra plástica de
Kandinsky -quien intentaba dibujar la música-, fue quedando cada vez más
relegada; al punto de ser excluido casi por completo del circuito artístico. Un
proceso similar -y por las mismas razones-, sufrió Marc Chagall. Cercados por
la intolerancia, ambos terminaron abandonando la Rusia soviética en 1920 y
1923, respectivamente.
El autoexilio
de Kandinsky y Chagall, más que el triunfo de una corriente artística sobre
otra, fue la imposición de una ideología sobre aquellos artistas renuentes a
entregar por completo su arte a la Revolución. Es de sobra conocido que tras la
llegada de Stalin al poder y sobre todo con Zhdánov, Gorki y compañía controlando
la casi totalidad de la producción cultural, lo vivido por Kandinsky y Chagall
alcanzó niveles criminales. También es conocido que, de una manera u otra, el
fenómeno de la intolerancia política para con artistas e intelectuales se
repitió en todos los países que intentaron construir el socialismo. Hoy, en
Cuba, la censura no pasa por la imposición de una visión artística sobre otra,
sino sobre el contenido de la obra.
En el
escenario cubano actual, cuando el país vive su mayor crisis económica en
treinta años, la censura solo ayuda a que el descontento social crezca y sea
monopolizado por la derecha, la cual argumenta que la represión es inherente al
socialismo.
El Martí de Carolina Barrero o cómo la
burocracia cubana se construye un caso Hasel
En Cuba, un
grupo de hechos recientes pareciera confirmar la afirmación anticomunista de que
la censura y la limitación de derechos ciudadanos es inherente al socialismo.
El pasado 3 de febrero, a la historiadora del arte Carolina Barrero la policía
le incautó varias reproducciones de un dibujo de Martí con los versos “Dos
patrias tengo yo/ Cuba y la noche o son las mismas las dos”. Se le inculpó de
cometer el delito “clandestinidad de impresos”, tipificado en el artículo 241
del Código Penal: “El que confeccione, difunda, o haga circular publicaciones
sin indicar la imprenta o el lugar de impresión o sin cumplir las reglas
establecidas para la identificación de su autor o de su procedencia, o las
reproduzca, almacene o transporte, incurre en sanción de privación de libertad
de tres a nueve meses o multa de hasta
270 cuotas”. Un mes y dos semanas después –detenciones mediante y realizadas
sin explicación- a Carolina Barrero no se le ha notificado aún si será juzgada
o no.
Como es
lógico, la inculpación a Carolina Barrero no solo se produce por un par de
versos y un dibujo que la censura entendió como una temible arma subversiva. En
realidad se le intenta hacer pagar su desafiante postura política, o sea, el
haber participado en los sucesos del Ministerio de Cultura del 27 de enero
(llevando a cabo la “terrible acción” de leer en voz alta poemas de José Martí)
y, sobre todo, el que después ella entregara, personalmente, en el parlamento
una carta exigiendo la dimisión del ministro de Cultura.
Nos
encontramos así ante una situación doblemente riesgosa. Primero, no solo se
viola los derechos de una ciudadana -pues Carolina Barrero ya declaró dónde
imprimió los volantes y asumió la autoría de los mismos- sino que lanza el
grave precedente del temor a imprimir documentos, sobre todo en negocios
privados. En la práctica, el artículo 241 del Código Penal es hoy por completo
improcedente: decenas de locales –de manera autorizada- se dedican a realizar
todo tipo de impresión: entre ellas, textos.
Esto marca
entonces una peligrosa discrecionalidad en la aplicación del citado artículo
pues, en teoría, todos los textos impresos en dichos lugares serían
susceptibles a ser un “impreso clandestino”, ya que ninguno de estos negocios
tiene un sello de imprenta o editorial por el cual se puedan identificar. A su
vez, quedan también en tela de juicio las impresoras digitales que se pueda
tener en un hogar. O sea, la ley puede elegir a quién o a qué aplicar el
artículo 241.
Segundo, ya
viéndolo desde un frío pragmatismo político, en el caso de que Carolina Barrero
fuera llevada a juicio, o, peor aún, se sancionara a privación de libertad, se
estaría ante las puertas de una nueva crisis política como la vivida el pasado
27 de noviembre frente del Ministerio de Cultura –incluso mayor-. Por si fuera
poco, las autoridades han continuado hostigando a Carolina Barrero,
construyendo ellos mismos la figura tan temida por todo Gobierno: la mártir transformada
en causa política e incluso, lideresa de protestas. Algo que no es en difícil
de lograr en Carolina Barrero, quien reúne todas las condiciones para ello.
Carolina
Barrero es, ante todo, una intelectual, y por tanto encarna en su persona la
dicotomía creador censurado vs. Estado censor, detonante el cual generó las
grandes tensiones del 27 de Noviembre de 2020. A ello se le suma que su imagen
no está vinculada con ninguna organización política, alejada por tanto de los
típicos discursos de la oposición derechista, deslegitimados estos por sus
propias prácticas políticas.
A esta nueva
figura política que es Carolina Barrero, se incorpora además la imagen de Mujer
vs. Estado patriarcal, el cual, por demás, es mayoritariamente gobernado por hombres.
La condición fémina represaliada por el Estado machista, en un escenario donde
se exige la Ley de Género, más el ambiente de consecuente rechazo a
determinadas posturas y decisiones machistas tomadas por la dirección del país,
más el ocultamiento de feminicidios, provoca que la imagen de Carolina Barrero
(mujer) frente al Estado (hombre maltratador) sea aún más movilizativa. Además,
con su sola presencia, Carolina Barrero echa abajo al héroe macho caudillo
representado por los Luis Manuel Otero Alcántara y Daniel Ferrer, siendo ella -y
su posible detención- una causa de mayor convocatoria, pues incorpora así
legítimos reclamos auténticamente feministas.
A ello se le
incorpora que Carolina Barrero es una mujer joven, enfrentada a un Gobierno el
cual -aunque ha relevado a la mayor parte de su antigua dirigencia-, sigue
siendo percibido como gerontócrata. Ya por último, y visto desde una
perspectiva comunicacional sexista (la cual desgraciadamente aún causa impacto
en las mayorías), Carolina Barrero cumple con los cánones estéticos
establecidos por la cultura occidental judeocristiana.
En resumen, su
solo enjuiciamento, o lo que puede ser peor, su condena al menos tres meses de
prisión, pudiera resultar un gravísimo y muy costoso error político para el
Gobierno cubano.
¿Cómo
justificar que una joven intelectual ha sido procesada por imprimir un dibujo
con un par de versos? Solamente el juicio generaría una gran tensión política: el
alegato político de Carolina Barrero ante los fiscales, el show mediático del diario
reporte de lo sucedido en los tribunales; y, sobre todo, tengamos en cuenta un
factor decisivo, la sensibilidad y justa solidaridad que se generará hacia ella
entre la intelectualidad cubana e internacional.
Esta sucesión
de hechos (solidaridad, divulgación y protestas) acaba de tener lugar en España
cuando un joven rapero, Pablo Hasel, fue condenado a prisión. Todo el proceso
ante las cortes y la posterior ejecución de la sentencia, produjo fuertes manifestaciones
callejeras que duraron más de una semana.
Por demás, la
imagen mujer-intelectual-joven procesada por el
Estado-macho-censor-gerontócrata, despertaría una ola internacional de sinceras
reacciones en el sector de las artes y la intelectualidad. Sin olvidar nunca la
tremenda manipulación política que desatarán las derechas imperialistas y sus
medios de prensa.
Según la
misma Carolina Barrero ha publicado en su cuenta de Facebook, las autoridades
tienen hasta el 24 de marzo para darle a conocer la decisión de si será o no
juzgada. O sea, durante estos días sabremos si, el Gobierno supo, no solo
respetar los derechos ciudadanos de una persona, sino además, tener la
habilidad política de librarse de una crisis incalculable.
¿Qué hacer? Problemas candentes de nuestro
movimiento
Quienes nos
ubicamos en las izquierdas cubanas (marxistas o no, militantes del PCC o no),
debemos estar muy atentos a lo que suceda y saber qué hacer. Además de presionar
desde la solidaridad efectiva para evitar la condena de Carolina Barrero, será
imperativo evitar que las derechas monopolicen cualquier protesta, y por tanto,
las legítimas reivindicaciones ciudadanas; las cuales, como es de esperar, se
incorporarían en el devenir de los hechos. Aunque la derecha no tiene un programa
político estructurado, durante estos meses lanzó una fuerte y efectiva campaña
en las redes sociales. Es una propaganda tan bien construida que a veces
resulta difícil distinguir cuándo comienza una espontánea reacción a la crisis,
y cuándo es una respuesta organizada desde la derecha.
En consecuencia, los censores y sus jóvenes colegas aspirantes a funcionarios, incapaces de distinguir matices -ya sea por incapacidad de análisis o por oportunismo-, abren fuego contra toda expresión crítica, provocando que quienes la emiten, muchas veces, se desplacen a la derecha. De tal manera, la difamación de la censura ha caído sobre publicaciones de izquierda como La Joven Cuba o de activismo LGTBIQ+ y estricto rigor periodístico como Tremenda Nota. Por no hablar de cuando se aplica la represión, como fue el interrogatorio extrajudicial realizado al activista afro Raúl Soublett Pérez o las continuas detenciones (sin presentar razones legales) de Carolina Barrero, una de las cuales con el agravante de ser realizada el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer.
Desde la
ingenuidad política, algunos pudieran preguntarse ¿qué tiene de malo que la
derecha encabece el descontento? Inevitablemente, las protestas derivarían en
un profundo anticomunismo que intentaría ir contra toda representación y
propuesta socialista, venga de donde venga. Pensemos además qué programa
económico nos traería la derecha (quien habilidosamente lo oculta en consignas
populistas). El ejemplo más ilustrativo lo tenemos en Polonia: el liberal
cristiano Lew Walesa monopolizó el sindicato alternativo Solidaridad, el cual,
una vez alcanzado el Gobierno, aplicó en 1989 el más clásico de los planes
neoliberales.
Pero no es
solo contener a la derecha. Asumir ese defensismo persecutor es regalar la
iniciativa al contrario, y, tarde o temprano, entregarle la victoria. Limitarse
a ello, o sobredimensionarlo, es tener una postura conservadora. Y en momentos
de crisis las mayorías descontentas tienden a rechazar las posturas
conservadoras.
La propaganda
de la derecha avanza porque sus medios hablan al pueblo publicando los
problemas del pueblo y las noticias (falsas o no) que le son vedadas al pueblo.
La propaganda oficial retrocede porque se dedica a responderle a la derecha. O
sea, a descalificar a los medios de prensa que publican (falsos o no) los problemas del pueblo y las
noticias (falsas o no), prohibidas al pueblo. La propaganda oficial tiene que -entre
otras cosas-, dejar de ser una plataforma eficaz para la divulgación de la
propaganda derechista y retomar su función principal: ser tribuno interlocutor
del pueblo.
Otra de las
grandes problemáticas que vivimos hoy en Cuba es que los actores políticos de
este escenario no se encuentran, ni mucho menos, en dos bandos. Empezando
porque, a diferencia de décadas atrás, la oposición no está controlada
exclusivamente por la derecha, sino que también aflora una izquierda, crítica
con el Gobierno, pero apegada a la legalidad socialista. Carolina Barrero es
uno de estos ejemplos: su principal exigencia es, esencialmente, el
cumplimiento estricto de la Constitución.
Quienes
excluyeron y silenciaron a Kandinsky y Chagall del circuito artístico ruso,
compeliéndolos a emigrar, fueron, principalmente, los exponentes del constructivismo
soviético. Como ya nos ha recordado recientemente el historiador cubano Frank García, dos grandes constructivistas fueron perseguidos por el estalinismo:
Malevitch llevado a prisión durante meses, a riesgo de ser ejecutado, y, Gustav Klutsis, fusilado en Moscú. Si las izquierdas cubanas no abandonan la
antropofagia política heredada del estalinismo, será la derecha quien terminará
devorándonos.
Si a lo largo
de 2021 (en la segunda mitad del año llegará un escenario aún más tenso: los
debates por el Código de Familias), Cuba no vive un escenario de tensión
política similar –o más grave- que el sucedido el 27 de noviembre de 2020
cuando cientos de intelectuales y artistas se plantaron frente al Ministerio de
Cultura, obligando al funcionariado a dialogar; el pueblo cubano y su Gobierno
habrán superado el peor año de la crisis en una calma de dientes apretados ¡Si
todo fuera tan complejo como un cuadro de Kandinsky, tratando de graficar la
música!
Salvo los artículos firmados por el Comité Editorial, el resto de los trabajos publicados representa exclusivamente la opinión de la persona que lo firma.
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