Los caciques de la lipocracia

Cuba ha terminado siendo una lipocracia: grasientos dirigentes en el poder mientras que las masas populares se malnutren -largas colas mediantes-.

Tano Nariño II



Han corrido ríos de tinta académica y nos hemos pasado la vida escuchando a otros hablar sobre la relación entre Ética y Política. Es un tema muy antiguo en la Historia de la filosofía. Para el Carlos Marx más determinista, esto es, el del Manifiesto Comunista, no tiene sentido hablar de Ética, el comunismo no sería resultado de la lucha política en pro de una sociedad más justa, libre, etc, sino que sería el destino inexorable de la humanidad. El capitalismo crea sus propios sepultureros, y más temprano que tarde terminarían enterrándolo, profetizó. Maquiavelo, en cambio, pensaba que la política no tiene nada que ver con la moral, para él la política era premoral, no hay moral posible sin política. En última instancia, lo que existe realmente es una lucha por conservar el poder, sin poder no hay civilización y por lo tanto no hay discusión ética posible. Aun aceptando lo anterior, es necesario aquí hacer una matización, aunque la política sea un campo a parte de la Ética, con sus propias reglas, tiene que tener en cuenta a la Ética, y esto por motivos políticos. En una sociedad donde la corrupción es extremadamente escandalosa, donde los lideres políticos se comportan de una manera descaradamente desvergonzada y donde no existe ningún reparo en mostrar toda esta impudicia a la población, esas elites corren un riesgo mayor que en una situación en la que se hicieran pasar por santos y austeros dirigentes, entregados en cuerpo y alma a su digna labor. Esto lo tenía bien claro el propio Maquiavelo quien da consejos en su famoso Príncipe para escapar del odio y el desprecio, y de lo que conviene al Príncipe para ser estimado. La hipocresía y las apariencias, aun todos sabiendo que son falsas, nos sirven como pretexto para la no acción, pero cuando la verdad se muestra de forma transparente y no hay excusa posible, la no acción se hace evidentemente vergonzosa y humillante para todos.

Lo ideal sería que la Ética forme parte integral del pensamiento y acción de los líderes, pero, aunque no fuese así, siempre conviene, por lo menos, mantener la imagen. Y de imagen precisamente quería hablar, pues no es menos cierto que nuestros dirigentes actuales sufren de una condición que es en principio desafortunada: el sobrepeso. Y digo que es desafortunada porque no es saludable tener sobrepeso, pero diría que hay dos tipos de sobrepeso, está el de los ricos y el de los pobres, el de los ricos ya sabemos a qué se debe, el de los pobres es por el consumo de alimentos en su mayoría de muy mala calidad. El pobre gordo, lo es por comer grasas saturadas, mucha harina, manteca y alimentos cuya capacidad nutritiva no es adecuada.

 Como decíamos, nuestros líderes padecen de este estado. Se ha convertido en normal ver un dirigente burócrata de rango alto cuyo rasgo distintivo primero es la gordura, tanto es así que si nos preguntaran quien es el jefe de entre un grupo de trabajadores de una empresa X, después de observar a todo el personal señalaríamos al más obeso. Dicho esto, es justo decir que el sistema cubano ha escrito una nueva página en la historia de las organizaciones políticas al crear lo que he denominado Lipocracia, del griego lipos que significa grasa y cracia, que significa poder. El poder de la grasa, o de los que tienen grasa.

Los caciques tainos, como es bien conocido por los relatos de fray Ramón Pané, Las Casas y Fernández Oviedo, quienes convivieron con ellos, eran de los individuos más delgados del grupo, tanto es así que muchas veces se les veían las costillas, como queda registrado también en pruebas arqueológicas

De ahí que en algunos se exageran detalles como las costillas y las vértebras, lo que al parecer guarda relación con los ayunos prolongados y los vómitos (ritos purificatorios) que solían efectuar caciques y behiques. (Huellas vivas del Indocubano, Editorial Ciencias Sociales 2007 pagina116)

Nuestros lipócratas deberían aprender de los primeros líderes de la Isla, quienes, sin dejar de tener ciertos privilegios, como comer pan casabe más finos, carne de iguana en ocasiones especiales, más usar vestidos distinguidos para ceremonias religiosas, realizaban sacrificios visibles en su cuerpo como muestra de su entrega ética hacia el grupo en cumplimento riguroso de su deber.

El cuerpo es también parte inherente de la política, eso no lo acaban de entender, lo cual es extraño porque solo hay que mirar las fotografías de la épica de los 60 para darse cuenta del poder de la estética humana a la hora de lograr mayor simpatía, apoyo y adición. Aquellos rostros cuasi homéricos que llegaron de la Sierra Maestra han ido desapareciendo, y hoy nos queda una triste sombra de antaño, cuyo contenido desilusiona y cuya imagen avergüenza.


El próximo presidente

Un parámetro evaluable 

Para ser un dirigente

Es un vientre prominente 

De un diámetro abominable

Es un ser desagradable

Que come hasta la fatiga

Lemas llenan su barriga

Represor con sobrepeso

Que engulle nuestro progreso

Y no deja ni una miga 

Arístides