Revolución XXX

por Lulú Kubrick 





La primera vez que vi una película porno con alguien fue junto a mi actual pareja. Él lo propuso como incentivo a nuestro encuentro erótico, como tímido experimento, digamos. No dudé en aceptar, porque no supuso sacrificio ni extrañamiento para mí.
La cosa iba muy bien, hasta que asomó por allí la crítica. Ese día, el espectáculo comenzó con una de Alexis Texas, rubia notable por sus atributos de clásica estrella porno (grandes senos, mayor trasero), mi novio seguía disfrutando del espectáculo, pero ¿estaba disfrutando yo? 
La actriz hacía su trabajo con destreza y dedicación, resáltese que no hay un tono satírico en mis palabras, pues asumo que quien realice este trabajo por decisión personal y libre de coacción, es tan dignx como cualquier obrerx que venda su fuerza de trabajo. Alexis se movía armoniosamente encima de su compañero de jornada, mirándome con morbo, rompiendo la cuarta pared, gimiendo de “placer”. 



La cámara en la mayoría del porno cisheterosexual solo mira a las actrices, los hombres quedan reducidos a un pene, a no ser que se trate de un ejemplar de categoría, como Nacho Vidal, por ejemplo. La porno heterosexual predominante está hecha para hombres heterosexuales y cisgénero, que temen ser tocados en zonas tabú de su cuerpo y que realmente serían incapaces de lograr con esos métodos que una mujer tuviera un orgasmo en una cama no virtual. Eso, sin mencionar la coreografía de posiciones y gestos que incluye, como si el sexo se limitara a: oral, anal, duro en cuatro y por el estilo. 
Por otro lado, los cuerpos, las pieles: mujeres inexistentes sin marcas, ni cicatrices. Encuentro un placer en descubrir el cuerpo del otrx, que la porno cisheterosexual no me da. Busco algún lunar extraño, alguna grieta que me recuerde algo de la historia de esas mujeres y no, están esculpidas y maquilladas. Entiéndase que me refiero a la mayoría de la pornografía de producción industrial, no a los videos caseros o amateurs, que el internet provee y que francamente prefiero a esta altura. 




En mi razonamiento tengo que hacer una pausa y cuestionarme: por qué la porno que llega a mí es en su mayoría cisheterosexual, blanca y conservadora. No puedo pasar por alto, entonces, a mis proveedores, amigos, hombres todos. Cuando le pregunté a una compañera de aula si consumía porno, me miró con una risa nerviosa y dijo que no. Para la mayoría de las mujeres cubanas consumir porno es un acto repugnante. Recuerdo una anécdota adolescente en que la madre de mi primo descubrió unas películas XXX en su laptop y se lo dijo a mi madre delante de mí, la respuesta fue: "Alégrate, era porno normal" -refiriéndose a la porno heterosexual de parejas. Seguidamente mi madre me miró muy seria y dijo: "A ti que ni te dé por ver esas cosas". Pregunté por qué él sí y yo no, y la respuesta fue: "Eres mujer". 
En resumen, homofobia a parte, por ser mujer, en la mentalidad de mi madre, no debo explorar mi sexualidad, ni mis fantasías. Por ser mujer debo llegar al sexo desprovista de referentes y "pura", para que mi pareja sexual -siempre hombre, a su modo de ver- aplique en mí todos los estereotipos que aprendió en sus pornografías hegemónicas y trasnochadas, que no incluirán la posiblidad de mi orgasmo. Afortunadamente, este tipo de acontecimientos me abrió un mundo de dudas. Se tradujo en la búsqueda de un porno diferente, que aún hoy me cuesta conseguir, porque la mayoría de mis amigxs consume más del mismo porno hetero-coreográfico. 




Tiempo después, pude preguntar a algunas amigas lesbianas sobre sus gustos en cuanto a pornografía. Con ellas supe que sus experiencias y las mías no eran muy diferentes. El porno lésbico también está lleno de estereotipos y utiliza herramientas de un machismo similar, porque buena parte de él está destinado al público masculino.
Pero estos tabúes vienen desde mucho antes. Solo un año después de que en 1895 los hermanos Lumière y Robert W. Paul realizaran la primera demostración pública de la imagen en movimiento, Eugène Pirou y Albert Kirchner dirigieron "Lèar", la primera cinta pornográfica de la que se tiene constancia. 



Luego, la película de 1896 "Le Coucher de la Marie" mostraba a la actriz Louise Willy realizando un striptease. Ambos filmes inspiraron una oleada de películas francesas en las que las mujeres se desnudaban y posteriormente la comercialización de las mismas.
El cine porno surgió pensado para satisfacer las fantasías sexuales del hombre, no se concebía entonces, que una mujer tuviera acceso a este tipo de materiales, aún cuando era precisamente el cuerpo femenino, la figura central de estas películas. 
Hemos luchado por los derechos de la mujer en todos los ámbitos posibles, pero mi mamá y la mayoría de las madres en un país como Cuba, un país que hizo una revolución, siguen teniendo un afilado repertorio machista en torno a la sexualidad. En Cuba no hubo un "Mayo del 68", es decir, una revolución sexual que diera paso a la desmitificación del sexo en el imaginario social. Esa catarsis que necesitan los seres humanos para romper los estereotipos de género y de todo tipo, ocurrió al interior de cada persona, permeada por el machismo arraigado en nuestra cultura y por la falta de información, debido a que el Internet en Cuba es asunto reciente. 




Como consecuencia de esa represión sexual, con el acceso de los cubanos a la red de redes ha explotado, en la música, por ejemplo, una tendencia a la descripción gráfica, machista y vulgar del sexo, tendencia de la que no escapa el continente -por otros factores que no son el objetivo de este comentario- pero que en Cuba se ha vuelto muy particular e ilustrativa del modo de asumir la sexualidad de determinados sectores sociales. En cuanto al porno, con el Internet criollo se han incrementado los casos de filtraciones de videos personales, "porno cubano casero" altamente demandado en el mercado online, que casi siempre es fruto de la violencia hacia alguna mujer, a la que le arruinaron la vida. Cuba comienza a encarar los conflictos de privacidad sexual que el resto del mundo lleva años viviendo, pero en nuestro escenario se abren nuevas interrogantes. 
El porno en Cuba sigue siendo prácticamente ilegal. A más de un ingenuo lo han botado de la Universidad o centro de trabajo por utilizar esa conexión a Internet para descargar películas XXX. Las frustraciones sexuales de un país se manifiestan nuevamente en el que castiga y en el que clandestinamente desafía al sistema, para canalizar su fantasía erótica.




Internet provee, sea legal o no en diferentes países, infinidad de opciones de pornografía gratis. El consumidor puede encontrar lo que quiera, ya sea hardcore (fuerte y con sexo explícito), softcore (de penetración simulada), gonzo (centrado en el acto sexual en sí), o argumental (que cuenta una historia con sexo colateral). Contando además con la plena satisfacción de cualquier fetiche zoofílico, sadomasoquista, orgiástico etc. 
Estos fetiches están en la mente de quien consume y la porno es un modo de manifestarlos, de satisfacerlos sin dañar la sensibilidad de otros, sin movilizar gran cantidad de recursos sicológicos, en fin, sin traumas adicionales. 
Según un estudio de la Universidad de Harvard (USA) realizado por el economista Stephen Davidowitz "Las mujeres representan solo el 21% del número total de visitas a páginas pornográficas" y prefieren ver vídeos de otras mujeres practicando sexo, no de parejas heterosexuales. Además, tras los resultados, añade que el 62% de las mujeres prefieren disfrutar del sexo con un punto extremo y de sumisión. La mayoría de los consumidores de pornografía, por ende, son hombres y en el caso de las mujeres, la pornografía cisheterosexual no está dentro de la más demandada. La cultura de la sumisión, en cambio, se impone en el gusto de esta minoría. Así de codificadas culturalmente estamos, así de reprimidas. 



Ideas como esta arruinaron mi trío con el porno y mi novio. Me gusta la pornografía y tengo un repertorio amplísimo de filmes consumidos de todo tipo, prefiero los de sexo entre hombres, porque se centran en la figura masculina y no solo en la mujer. Disfruto en segundo orden el porno lésbico, como la mayoría de las mujeres que consumen películas XXX, por la sensualidad que prima en este, aún sabiendo que está pensado para el público masculino.
Confieso no haber revelado aquel día mi gusto por el porno a mi pareja. Fue un proceso lento en el que poco a poco le di a conocer mis entramados sexuales más atrevidos y diferentes. Hoy los conoce todos, comparte algunos, tolera otros. 
Vemos juntos las películas de rubias que cabalgan tipos inexistentes -con crítica de por medio- las de las lesbianas minuciosas o las de homosexuales escultóricos, y nos esforzamos por complacer la perversión del otrx. 
Es tiempo de revolucionar el pensamiento y desconfigurarnos, la hegemonía cultural llega hasta nuestros orgasmos, que nadie lo dude. Nosotras, las feministas de este tiempo, tenemos que deconstruir la representación de la mujer en todos los ámbitos. El porno es el medio más eficaz que ha encontrado el capitalismo para educarnos en la sumisión y en el complacer al hombre, sacrificando nuestro placer. Es la herramienta oculta en lo profundo de los archivos del patriarcado para dominarnos y cosificarnos.



La pornografía feminista es uno de los intentos por romper esta hegemonía y obviar en el género los cánones patriarcales, mediante la equidad del placer. El tema de la cosificación femenina ha sido ampliamente debatido entre las feministas de la Segunda y la Tercera Ola de este movimiento, pero, lamentablemente, el mundo no consume porno feminista. Aún nuestros reclamos se pierden en ese mar de información y pugnas sociopolíticas en que navega la humanidad.
En materia de pornografía hay mucho que resolver, comenzando por la trata de personas, la privacidad, la cosificación femenina, masculina, transexual y de la sexualidad humana, pero el plano es mucho más amplio. El conflicto es el sistema en sí, tanto el capitalismo, que impone modelos de consumo, como los socialismos, que aún no encuentran el modo de resolver este tipo de diatribas e insertar de manera orgánica las demandas de género. La Revolución tiene que ser proletaria y también violeta, verde, arcoiris, tiene que ser ante todo minuciosa y replantearse una por una las estructuras sociales existentes. La Revolución tiene que incluir también, los orgasmos de todxs.