La ley de hierro de la Oligarquía. Tres respuestas

En esta entrega de Lunes en Harapos Tano Nariño nos acerca a la tesis central de Los partidos políticos de Robert Michels, un clásico de las ciencias políticas.



“Mientras más de cerca toco las cosas políticas más repugnancia me inspiran”

José Martí

“La organización es lo que da origen a la dominación de los elegidos sobre los electores, de los mandatarios sobre los delegadores. Quien dice organización dice oligarquía”. Esta es la tesis central de Los partidos políticos (1911) de Robert Michels, un clásico de las ciencias políticas.

Para expresar rápidamente sus argumentos resumiré mucho, concentrándome en las ideas esenciales del texto. La argumentación de Michels es la siguiente:

No es posible la democracia entendida como autogobierno, esto se debe a:

1)      Razones mecánicas y técnicas. En los Estados-Nación de decenas de millones de personas, y en ciudades de millones de personas es imposible la reunión, deliberación y solución con solvencia de los problemas comunes. Ya no vivimos en las polis griegas donde los 5000 ciudadanos se podían reunir en el ágora, el anfiteatro o donde fuere a discutir los asuntos que interesaban a todos. Este argumento de Michels quizás se pueda matizar con las nuevas tecnologías, pero en todo caso habría que conseguir que todos los miembros de la comunidad política dispusieran de los medios para dicha participación y eso no sería más que, para empezar, pues la coordinación de millones de personas en la dirección es virtualmente imposible.

Aunque lo anterior se consiguiera, aun tendríamos otra serie de problemas de igual o mayor importancia.

2) Los partidos políticos se rigen por métodos militares, esto es así por razones de eficiencia, un partido donde no hay disciplina, unidad, dirección ágil y discrecional es un partido condenado al fracaso. Esto se debe a que la toma de decisiones de manera rápida y sin rencillas internas da una ventaja a dicho partido sobre los demás.

3) Psicología de las masas. Las masas necesitan un líder, aquí Michels se basa en los estudios psicológicos y antropológicos vigentes en su época, por ejemplo, los estudios del famoso antroposicologo Frazer sobre la superstición social de creer en el carácter sobrenatural de los líderes. Más allá de todo esto, si es cierto que en todas las sociedades animales siempre existen líderes, machos alfa etc, y esto debido a las ventajas evolutivas que representa tener una buena dirección.

4) Superioridad cultural de las minorías dirigentes sobre las masas. Las masas son en general conformadas por individuos que no tienen los conocimientos ni la cultura para poder realizar las tareas de gobierno. La división social del trabajo hace inviable que todos los ciudadanos estén enterados sobre todos los temas sobre los que hay que decidir. Con forme se complejiza la sociedad se van consolidando lideres profesionales que se dedican a las cuestiones políticas y administrativas. Es imposible que todos los ciudadanos estén bien informados sobre las cuestiones a dilucidar, y esto sin contar con que el estado de las masas suele ser de apatía con respecto a los asuntos públicos. No es plausible la celebérrima frase de Trotski de que bajo el comunismo el ciudadano promedio será un Marx, un Aristóteles o un Goethe.

Dicho esto, es obvio que el autogobierno es imposible, por lo tanto, siempre se necesitaran líderes, y es aquí donde interviene la ley de hierro de la oligarquía, pues allí donde hay organización, hay líderes, y donde hay líderes hay oligarquía.

Tendencias autocráticas de los líderes.

1)      La estabilidad del liderazgo. A los partidos les conviene una cierta estabilidad en los cargos directivos, y esto se debe a las destrezas adquiridas por los dirigentes, destrezas que solo se adquieren en la experiencia, cambiar de líder es perder a un experto y poner en su lugar a un novato. Además de las habilidades, los dirigentes crean toda una serie de contactos, redes sociales etc que les otorga una ventaja sobre los demás. Además, es bien sabido el apego emocional que desarrollan los líderes a sus cargos y todas las prebendas materiales y espirituales que están traen. No es solo que los líderes sean útiles al partido, sino que quieren serlo a toda costa, e intentarán boicotear a quien pretenda sustituirlos.

2)      El poder financiero de los líderes del partido. Los dirigentes tienen a su mano toda una variedad de artilugios para poder destruir la oposición interna que se le presente, una de ellas es el control sobre la tesorería de la organización. Este control le permite amenazar con eliminar salarios, compensaciones, estipendios etc. El que se enfrente al líder lo hará sin recursos del partido.

3)      Los líderes y la prensa. Los dirigentes también tienen control sobre los órganos de divulgación de información del partido, y pueden por pasiva o por activa destruir a sus adversarios, censurándolos o atacándolos directamente con el apoyo de su camarilla o parafraseando a Marx con los espadachines de la burocracia.

Las masas cuando han enfrentado a los dirigentes partidistas han salido perdiendo y esto por todas las ventajas antes descritas. Siempre que la dirección mantenga la unidad será invencible. Por tanto, no deberíamos decir el pueblo unidos jamás será vencido, sino la oligarquía unida jamás será vencida.

Michels expone que una vez en el poder es muy difícil derribar a los líderes porque:

1) estos tienen pleno control sobre los consejos, asambleas y mecanismos del partido, pudiendo elegir a los encargados de dirigir dichas instituciones internas. Disminuir el ámbito de decisión popular lo máximo posible, argumentado con todas las razones expuestas en el principio.

2) En caso de crecimiento exponencial de los lideres emergentes, estos pueden ser cooptados y ser destinados a labores de segundo orden donde tenerlos controlados y tranquilos. Muchas veces lo que quieren estos disidentes es simplemente un trozo del pastel.

3) Destrucción de los líderes puros con los instrumentos financieros, de información o de presión social expuesto con anterioridad.

4) Los líderes puros que logran vencer sobrepasando todos los obstáculos que hemos dicho con anterioridad (que no son pocos y sencillos de sobrepasar) están condenados a corromperse si quieren mantener el poder. Si no utilizan las herramientas a su disposición, tarde o temprano alguien los derribara. El problema es que para conservar el poder necesariamente hay que acumular más poder, no hacer esto es una muestra de debilidad y va contra los intereses que representa el líder. Solo es posible una política de simple conservación del poder sin aumento incesante del mismo cuando se puede confiar en terceros, lastimosamente en la vida social y política confiar en los otros es un suicidio seguro. De esta manera los revolucionarios de hoy se convertirán en los reaccionarios de mañana, esto es inexorablemente cierto.

Una vez expuesta la ley de hierro de la oligarquía hay que intentar darle respuesta. Nuestra tesis es que hay tres formas de hacerlo, estas tres formas son las soluciones que históricamente ha presentado la teoría socialista para favorecer a las masas populares.

1)      Caudillismo. Dado que la ley de hierro no se puede vencer, y toda organización tiende hacia la oligarquía lo único que podemos hacer para favorecer a las masas trabajadoras es confiar en un sujeto excepcional y carismático que nos guíe sin ningún mecanismo de control o freno sobre sus actos. La democracia no es el método, sino el objetivo final, a saber, favorecer a las masas. Se puede favorecer a las masas sin ningún tipo de control.

2)      Liberalismo o Anarquismo. Dado que la ley de hierro no se puede vencer y los efectos del caudillismo son imprevisibles, por lo tanto, cabe la posibilidad de que sean francamente indeseables, lo mejor es limitar o eliminar del todo el poder de las organizaciones políticas, además un poder absoluto en mano de una persona por más excepcional y brillante que sea, es contradictorio con el principio de autonomía individual.

3)      Republicanismo. La ley de hierro de la oligarquía es inevitable, pero se puede domesticar o amansar. Esto se consigue con una serie de mecanismos democráticos como pueden ser la transparencia informativa, la revocabilidad, la elegibilidad de los cargos y la pluralidad de organizaciones políticas, y corrientes dentro de las mismas. Al elegir de manera directa a los dirigentes por más que estos luego tengan cierta autonomía en sus ámbitos de poder, se ven obligados a resolver una serie de demandas sociales, si no satisfacen estos intereses serán sustituidos por otras organizaciones en el cargo de su poder. Es decir, el único contrapeso a la ley de hierro es la pluralidad de organizaciones. Si no hay organizaciones con intereses distintos no hay forma de disminuir los efectos de la oligarquía.

Esto explica el fracaso del socialismo burocrático de Europa del Este y de la URSS, los partidos vanguardias de la clase obrera de los que habla Lenin en ¿Qué hacer? (1901) están condenados a perecer en la oligarquía porque no se le dio importancia a los mecanismo democráticos o populares para amansar la tendencia antes descrita. No se puede confiar en un grupo de personas por más brillantes y santas que sean, no se les puede dar rienda suelta porque la ley de hierro actuara de manera descontrolada y despiadada. ¿Quién nos asegura que los líderes no se corromperán? ¿Por qué debemos darles la llave de nuestra casa sin ninguna garantía a vendedores de humo?

El socialismo triunfará si y solo si parte de las conquistas liberales previas; el que niegue el liberalismo no es un socialista, es un absolutista defensor de algo cercano al Antiguo Régimen. El liberalismo no se niega, se supera. Esa es la lección del siglo XX para los movimientos progresistas, lección que, por cierto, costó mucha sangre.

La única forma de garantizar la victoria del socialismo es representar incontestablemente más libertad, no menos, para la gran mayoría de la población. (Perry Anderson Las Antinomias de Antonio Gramsci, Akal pg 145). Debo decir en tono autobiográfico que, leyendo este libro, quizás la crítica más mordaz a la democracia, me he vuelto más demócrata que nunca. ¿Contradicción? No lo creo, pero eso lo dejaremos para otra ocasión.

Tano Nariño


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