Cuba: vuelven las protestas. Apuntes sobre las causas y condiciones de un posible estallido social.

 


Ayer sábado 6 de mayo estallaron protestas populares en el municipio de Caimanera, Guantánamo, Cuba. Alrededor de 500 personas tomaron las calles y se dirigieron a la sede municipal del Partido Comunista, básicamente exigiendo comida: una necesidad humana básica. Caimanera es un municipio ubicado en una de las provincias más deprimidas económicamente. Caimanera tiene además la gran peculiaridad de tener en su territorio a la instalación militar estadounidense Base Naval de Guantánamo. Esta singular condición ha hecho que el gobierno cubano intente dar en la libreta de racionamiento una mejor oferta en comparación con el resto del país. Sin embargo, la protesta deja en evidencia que la crisis económica ha golpeado con gran fuerza y Caimanera se encuentre en similar situación crítica que el resto de Guantánamo. A su vez, para comprender las protestas de ayer sábado 6 de mayo, un aspecto político a no perder de vista es que Caimanera se ubicó entre los tres municipios con mayor abstención ante las elecciones legislativas pasadas.

El día anterior a las protestas de Caimanera había tenido lugar el desfile por el 1ro de Mayo, retrasado por el gobierno cubano debido a supuestas “inestabilidad climatológica”. Sin embargo, las protestas de Caimanera demostraron que uno de los verdaderos motivos por los cuales el gobierno cubano retrasó el desfile del 1ro de Mayo era porque temía protestas populares. De ese modo, con excepción de los años de la pandemia, el 1ro. de Mayo de 2023 fue la primera vez que en Cuba, desde el triunfo de la Revolución, se suspendía el clásico desfile por el Día Internacional de la Clase Trabajadora.

Es impactante que justo un día después del acto de la burocracia por el 1ro. de Mayo, haya tenido lugar una protesta antigubernamental espontánea que logró movilizar a casi mil personas. Esto deja al desnudo la fragilidad política de la burocracia dirigente y lo falso de su discurso: las protestas en Caimanera no fueron contenidas por quienes desfilaron el 1ro. de Mayo, sino reprimidas por militares y policías.

Las protestas de Caimanera inician el ciclo de manifestaciones antigubernamentales del 2023

Después del fuertemente reprimido estallido popular del 11 de julio, 2021, Cuba vivió continuas espontáneas protestas las cuales en el pasado año comenzaron el 14 de julio, en el municipio Los Palacios, provincia Pinar del Río. Tras las protestas de Los Palacios -municipio hundido en un total precariedad- continuaron hechos similares en diferentes provincias, llegando en agosto prácticamente a suceder una manifestación antigubernamental por semana. La cúspide de las protestas del 2022 tuvo lugar cuando el 29 de septiembre, en La Habana, estallaron manifestaciones caracterizadas por cortes de calles en los barrios más precarizados, llegando a detenerse incluso la entrada de un tren a la capital cubana. Las protestas en la capital se extendieron hasta inicios de octubre, extinguiéndose con la misma espontaneidad con que comenzaron.

De esa manera, concluyó un ciclo de protestas que se verá resurgir en 2023, con fuerza en el verano e inicios de otoño. El hecho de que en el verano aumente el consumo de electricidad, provoca apagones, situación la cual se extiende hasta el otoño tropical. Esto resulta una chispa que fue fundamental en las protestas del 5 de agosto de 1994, el 11 de julio de 2021 y la cadena de manifestaciones de julio a inicios de octubre, 2022. Además de la escases de alimentos y su encarecimiento, el detonante inmediato de las protestas de 2022 fueron los prolongados cortes de electricidad, algunos de los cuales llegaban a alcanzar las doce horas. Los conocidos popularmente como “apagones” golpeaban con mayor fuerza en los barrios precarizados, no así en las zonas donde se concentran las mansiones de la burocracia dirigente y la burguesía en ascenso.

Este año, el gobierno cubano, para palear la venidera crisis energética y sus consecuencias, ha destinado una importante cantidad del poco combustible para mantener las termoeléctricas. Esto tiene lugar en medio de una profunda crisis de abastecimiento de combustible pues los socios comerciales de Cuba no pudieron cumplir las entregas de petróleo, gasolina y gas. Es decir, en el verano, el gobierno cubano se verá obligado a priorizar el transporte o la electricidad -estrategia la cual ya está empleando-.

Llama la atención en las protestas de Caimanera que esta vez no fue necesario llegar al punto crítico generado por los largos apagones. Ha sido el desabastecimiento de alimentos lo que ha provocado el estallido de Caimanera, algo lo cual se puede ver en una de sus principales consignas: Comida. El desabastecimiento de alimentos en Cuba se ve cada vez más agravado, llegando a ser casi imposible de imaginar desde el extranjero.

Un muy importante aspecto a tener en cuenta es que el aumento de la burguesía nacional, estimulada directamente por la burocracia dirigente, tiene lugar en el sector de los servicios. El sector de la economía privada se ha hecho hegemónico en la gastronomía y se expande cada vez más en la venta de alimentos, provocando el acaparamiento de productos básicos en la dieta cubana como arroz, aceite, pan o huevo, siendo las carnes casi prohibitivas. El desabastecimiento y la especulación de precios sucede en una clase trabajadora que ve cómo cae cada vez más la capacidad de compra de su salario. Según estadísticas oficiales, el salario medio de Cuba, al cambio del dólar actual, equivalía a 21 dólares.  

Mientras el gobierno cubano reduce la oferta de alimentos, entrega la gastronomía a la burguesía. Se le retira la mayor parte de los suministros a los restaurantes, bares y cafeterías estatales, dándoles a cambio a sus trabajadores la “oportunidad” de convertir sus centros de trabajo en sus propios negocios. Como es de esperar, con un salario promedio de 21 dólares mensuales, los trabajadores de estos centros no tienen el capital como para afrontar ellos mismos la dirección del restaurante, bar o cafetería. Aparece entonces el típico adinerado que propone al gobierno local convertir el lugar en un negocio privado. Aunque en realidad no importa el origen del burgués, sino el hecho en sí de ser burguesía, es de destacar que la licitación de dichos locales estatales no se realiza de manera pública, tomándose la decisión de a quién entregar la propiedad estatal a conveniencia de la burocracia neocapitalista. El resultado de esta política es el agravamiento de las condiciones de vida de la clase trabajadora: una creciente burguesía en el sector de la alimentación solo provoca la especulación de precios, ya impagables de por sí para una familia obrera. Otra vez se evidencia que solamente el control de la clase trabajadora sobre los medios de producción, es la única vía para el beneficio directo de la clase trabajadora.

La burocracia dirigente cubana que una vez se enorgullecía del avance de la producción de alimentos, o la industrialización, publicando los resultados en los medios de prensa, ahora, de manera mensual, divulga el crecimiento de las empresas capitalistas bajo el eufemismo de las Mipymes.

La burocracia dirigente cubana avanza decididamente a la restauración capitalista, implementando el modelo chino-vietnamita, es decir, continuar en el poder como un partido nominalmente comunista, gerenciando una economía capitalista. Si la transición al capitalismo implica en todos los casos una política de choque, en el caso cubano sucede peor, pues a esto se le ha unido una profunda crisis económica provocada, en buena medida, por factores externos. La guerra en Rusia -país del cual Cuba depende económicamente- ha causado un alza de precios a nivel internacional, impactando duramente en los alimentos y el combustible. De manera que, la economía cubana, destrozada después de dos años de pandemia, donde registró una grave caída del turismo -su principal rubro económico- no ha tenido oportunidad para poder remontar e impactar positivamente en las condiciones de vida de la clase trabajadora. Por el contrario: las condiciones de vida de la clase trabajadora cubana se encuentran cada vez más deterioradas. Esto, sumado a las malas decisiones del gobierno cubano y la restauración del capitalismo, causa un calamitoso escenario para la clase trabajadora, la cual se encuentra hundida en la escases de alimentos y un  alza de precios solo superada por la crisis económica de los noventa -producida por la caída de la Unión Soviética-.

 

El avance de la apatía política y el anticomunismo

Paradójicamente, la propaganda de la burocracia cubana ha ayudado a que en la juventud crezca la apatía política y la aversión a toda expresión socialista. La juventud, principalmente la nacida después de 1995 -y con más fuerza a partir del 2000- ha visto desde su primera adultez, y muchos desde la adolescencia y niñez, un país que solo retrocede económicamente y donde se desmontan las conquistas del socialismo. Quienes nacieron a partir de 1995 tenían solo 11 años cuando Fidel Castro salió del poder -2006- y aproximadamente 14 cuando Raúl Castro inició el proceso de reformas liberales. En coherencia con las reformas económicas capitalistas -en ascenso- el socialismo se desmonta y la propaganda política se burocratiza cada vez más, resultándole ajena a la mayoría de la juventud. A la burocracia cubana le interesa tener una juventud, sino leal a ella, al menos alejada completamente de la política. Producto de ello, la juventud cubana, guiada por el reaccionario sentido común que se impone en tiempos de crisis y avance del capitalismo, ve que el “socialismo” es un sistema económico inepto y caótico, el cual genera desabastecimiento y empobrecimiento. En realidad, la juventud cubana solo está viendo un mediocre prólogo del capitalismo subdesarrollado. Imposible de poder llevar a cabo un capitalismo exitoso, y ante el consiguiente descontento popular, la burocracia dirigente cubana ha aumentado la represión y la censura. Con esta política, provoca que amplios sectores de la juventud vean en el socialismo no solo un sistema económicamente inviable, sino también intrínsecamente autoritario y antidemocrático.

Ante ello, las agrupaciones contrarrevolucionarias anticomunistas encuentran un terreno fértil -dígase por contrarrevolución el amplio espectro social y político compuesto por toda aquella organización, institución e individuos que apuestan por la restauración del capitalismo y por tanto, en contra de todo intento de revolución-. Estas organizaciones y su ideología, se presentan como la alternativa al sistema cubano. Aunque dichas organizaciones son extremadamente débiles, su discurso anticomunista, fértil en el sentido común de los sectores precarizados, hace que en las protestas populares contra la burocracia cubana se impongan consignas de derecha. A esto se debe agregar la imposibilidad momentánea de que no exista una real alternativa socialista. Ante ello, quienes participan en las legítimas protestas, se encuentran armados solamente de consignas anticomunistas que dan abrigo político a las reivindicaciones populares. Debido a ello, en las protestas de Caimanera, se impusieron las consignas anticomunistas. Esto no quiere decir que quienes participaron en las protestas eran anticomunistas, sino que dichos trabajadores carecen de una propuesta socialista como instrumento político para enfrentarse a la burocracia dirigente.

Al mismo tiempo, la represión estatal ayuda a que sea muy difícil la organización de una propuesta socialista militante. La fuerza del Estado cubano es tan fuerte que en su represión no es necesario la desaparición física de opositores, la tortura y las ejecuciones extrajudiciales. En los centros de trabajo estatales toda disidencia es aislada por la administración y el PCC. Esto se suma al temor de los trabajadores de ser represaliados y por tanto, intentan alejarse de la persona que se opone a la burocracia dirigente.

La expresa prohibición de otras organizaciones, la imposibilidad de divulgar propaganda política crítica de manera física, reunirse de manera legal para articular propuestas independientes, o ejercer la crítica abierta desde medios de prensa -los periodistas de los medios de prensa privados críticos se ven expuestos a fuertes presiones y acoso por parte de los mecanismos represivos estatales-, hace que todo intento de lucha socialista contra la burocracia dirigente cubana tenga lugar en un escenario de semiclandestinidad. Por otra parte, las décadas de burocratización política han desmovilizado a la clase trabajadora cubana, provocando el crecimiento de la apatía y el temor ante cualquier propuesta opositora.

En buena medida, este es uno de los principales motivos de la espontaneidad en las protestas populares que vienen teniendo lugar en Cuba desde el 11 de julio de 2021. El temor a organizarse provoca que quienes participan en las protestas se unan a ellas solo en el momento catártico de la manifestación, diluidos en la protección que ofrece la masa. Posteriormente, la gran mayoría de los manifestantes no pasan a organizarse, y la policía detiene sin distinción a participantes que se destacaron en la protesta o aleatoriamente a alguien que logren identificar en los videos.

En esta ocasión, las protestas fueron manejadas con el mismo patrón que en el 2022: las autoridades inicialmente se muestran dialógicas, para después dar paso a la represión. Al mismo tiempo se repitió la práctica del corte de internet a nivel nacional, lo cual no se hizo de manera inmediata, sino progresiva. De esa manera se entorpece la comunicación y a nivel nacional no se conoce que están teniendo lugar protestas. Aunque en la Constitución de 2019 se encuentra el derecho a manifestación, no se ha implementado ninguna legislación. De esa manera, toda protesta reivindicativa en el espacio público es criminalizada y reprimida. 

 

Posibles consecuencias

Un estallido social de magnitudes similares a las del 11 de julio -o mayores-, es un hecho latente y del cual está consciente la burocracia dirigente, pero, coherente a su ideología, el gobierno cubano no sabe cómo detenerlo; viendo solamente en la represión la respuesta.

Al mismo tiempo, la caída del gobierno cubano producto de una rebelión popular, provocaría, o un golpe militar, instaurándose un gobierno de generales derechistas, quienes aplicarían la restauración capitalista de manera inmediata; o el triunfo de una dictadura anticomunista controlada por Estados Unidos y la actual contrarrevolución interna. Sin embargo, esto no quiere decir que la izquierda crítica cubana debe enfrentarse a las protestas populares, ni negar de ellas: todo lo contrario. La militancia socialista debe estar allí, junto a los sectores precarizados, ejerciendo el derecho a la protesta. El principal deber de la izquierda crítica cubana es la difícil tarea de revertir la hegemonía que la derecha tiene en el descontento popular.

Hasta el momento, ningún sistema neoestalinista se ha visto superado por una revolución socialista. Todos han dado paso, de una manera u otra, al capitalismo. En los casos de las rebeliones populares como Polonia, Checoslovaquia, Albania o Hungría, con el más violento y radical suceso de Rumanía, la caída de la burocracia dirigente condujo al establecimiento de un cruel capitalismo neoliberal. Desgraciadamente, incluso ante estos hechos, un sector considerable de la juventud cubana se encuentra decidida a asumir un escenario neoliberal, esperanzada de que, después de ello, vendrán tiempos de abundancia. “Nada puede ser peor que esto”, es una frase galopante entre la juventud cubana la cual considera imposible la existencia de una Cuba con mayor crisis económica y peor gobierno; mientras aplaude el crecimiento de la economía privada.

Es en este escenario completamente adverso, donde el marxismo revolucionario cubano tiene que luchar. El espontaneísmo solo da paso al triunfo del reformismo o la reacción. Las revoluciones sin una organización revolucionaria -o un frente de organizaciones revolucionarias- no son una revolución, sino una rebelión popular. Incluso, la Rusia de 1917 es ejemplo de esto: la caída del zar estuvo provocada por las protestas espontáneas movilizadas por el hambre y la guerra. No fueron los bolcheviques quienes subieron al poder, sino los socialreformistas encabezados por Kerensky y compañía. Cuba necesita la construcción de un partido marxista revolucionario que se ponga al frente de la clase trabajadora. Como mismo en Cuba tuvo lugar el primer intento de construcción del socialismo, quizá en Cuba suceda la primera revolución socialista que derroque al neoestalinismo.