“¡Corriente y comida!”: nuevo ciclo de protestas populares en Cuba

¿Las protestas que tuvieron lugar en Cuba el pasado 17 de marzo inician un ciclo de manifestaciones populares reivindicativas? El 2022 estuvo marcado por lo que el autor de este texto, Luis Brunetto, dio en llamar una "seguidilla de protestas". Si bien en Cuba, a pesar de la crisis, el 2023 fue relativamente tranquilo, el paquetazo que entró en vigor a inicios de marzo puede resultar el detonante de una nueva seguidilla de protestas populares: las manifestaciones de Santiago y Bayamo tienen lugar a menos de un mes del paquete de medidas encabezado por el depuesto ministro de Economía. Sin embargo, las manifestaciones recientes no son un producto directo del paquetazo, sino que tienen sus causas en problemas anteriores y que Brunetto explica en este texto detalladamente. 

Cabe destacar que el autor no es solamente historiador, sino también un militante revolucionario que se encuentra presente organizando las continuas luchas de la clase trabajadora contra el gobierno de Javier Milei. Aunque en muy diferentes circunstancias, hoy la clase trabajadora cubana debe aprender de las luchas que dan sus compañeras y compañeros de Argentina. Justamente mañana, como cada 24 de marzo, tendrá lugar una fuerte movilización en Argentina condenando la pasada dictadura militar y de enfrentamiento al gobierno ultraderechista de hoy. Vaya desde Comunistas Cuba un saludo internacionalista a las miles de personas que saldrán a la calle por toda Argentina, contra la dictadura y contra la ultraderecha. 



“¡Corriente y comida!”: nuevo ciclo de protestas populares en Cuba

Por Luis Brunetto

Centenares de cubanos se movilizaron el pasado domingo 17 en Santiago de Cuba, segunda ciudad de la isla, al grito de “¡Corriente y comida!”, ante los frecuentes y larguísimos cortes de electricidad que sufre la población, y en reclamo de alimentos y medicamentos. El lunes, centenares de manifestantes se concentraron en Bayamo, 100 kilómetros al oeste de aquella ciudad.

Aunque en principio fue desplegada una importante fuerza represiva, la propia primera secretaria del Partido Comunista de Santiago, Beatriz Johnson Urrutia, intentó entablar un diálogo con los manifestantes que respondieron coreando “¡No queremos muela!”, una consigna que en el lenguaje de la calle cubano equivaldría a “no queremos chamuyo”. En Bayamo corearon las consignas de “¡Abajo Díaz Canel!” y “¡El pueblo unido jamás será vencido!”.

Las protestas se producen en el contexto del reciente “paquetazo” que significó un aumento del 400% en el precio de los combustibles y de las tarifas de transporte, y de una aguda escasez de alimentos que ya no es compensada con la tarjeta de racionamiento que aseguraba un piso de alimentación a la población trabajadora. Estas medidas, cuya aplicación se esperaba para el mes de febrero pero fueron postergadas por miedo al estallido de protestas populares, representan un nuevo escalón en el proceso de reformas restauradoras del capitalismo que se iniciaron con la llamada Tarea de Ordenamiento que se inició con la unificación cambiaria en enero de 2021.

La postergación del paquetazo fue acompañada de la renuncia del ministro de Economía, Alejandro Gil, chivo expiatorio de la aplicación del plan antiobrero diseñado por Marino Murillo, quien había debido renunciar al comando de las reformas restauracionistas poco antes de que se desataran las masivas protestas populares que, el 11 de julio de 2021, sacudieron La Habana y muchas otras ciudades de la isla. Los niveles de popularidad de Gil habían terminado de desplomarse cuando en enero anunció por la televisión cubana el paquetazo y, entre otras cosas, que la canasta básica de alimentos que el Estado cubano aseguraba a las familias trabajadoras por la vía de la libreta de racionamiento “es una distorsión que tenemos que corregir”. La canasta básica, que el primer ministro Miguel Díaz Canel siempre negó que estuviera en la mira, se ha convertido hoy por hoy en un paquete simbólico.

La política restauracionista de la burocracia cubana promueve la transformación de Cuba en un gran mercado turístico, rubro al que el Estado cubano ha dedicado en los últimos años el grueso de la inversión estatal, y al cual está asociada la burocracia, como intermediaria y socia menor de los capitales extranjeros atraídos por el negocio. En este contexto, ha ido emergiendo una burguesía nacional asociada al turismo mediante el fomento de las llamadas “mipymes”, pequeñas empresas privadas que se abren paso especialmente en el sector gastronómico y del comercio privado de alimentos, y en las que los altos burócratas invierten mediante testaferros reconvirtiéndose progresivamente en capitalistas. El sector de las mipymes ya ocupa al grueso de la fuerza de trabajo cubana. La demanda del sector gastronómico y del comercio privado explica, además, la escasez de alimentos y de mercancías de consumo popular que sufre la población trabajadora. 

La burocracia ha abandonado toda tentativa de industrialización y reversión del atraso del campo. La producción industrial retrocedió en los principales rubros a cifras irrisorias, como la de textiles, del cemento o los fertilizantes, que casi desapareció. Cuba es más dependiente que nunca de la importación de alimentos mientras se registra una caída del 50% de la producción de leche y mermas sensibles en alimentos clave y estancamiento en la producción de huevos y arroz, dos artículos básicos de la canasta familiar. Este énfasis en la actividad turística en desmedro y a expensas del desarrollo industrial y agrario del país, sin embargo, no ha logrado sacar a la isla del atolladero en que se encuentra. El turismo experimenta un descenso marcado que ya venía antes del Covid -pero que la pandemia agravó-, desplazado por la competencia de otros países caribeños. La expectativa de una salida “a la china” o a “lo Vietnam” que albergaba – y sigue albergando- la elite dirigente de Cuba se ha terminado estrellando contra la pared y ha tropezado con los límites insalvables de la crisis capitalista mundial, dominada por tendencias recesivas y un reforzamiento de la guerra comercial. En este marco, la vulnerabilidad de Cuba frente al bloqueo y las presiones que sufre por el pago de la deuda que se ha vuelto en una hipoteca gravosa, se han potenciado.

Duramente reprimidas con la excusa de haber sido promovidas por la oposición pro yanqui, las manifestaciones de julio de 2021 fueron auténticas protestas obreras y populares contra las consecuencias del plan restauracionista impulsado por la burocracia cubana. Centenares de trabajadores y trabajadoras purgan desde entonces larguísimas e injustas condenas por haber hecho uso de un derecho, el derecho a la protesta, que está incluso consagrada en la propia Constitución reformada en 2019. A las protestas de julio de 2021 le siguió la seguidilla de movilizaciones de agosto y septiembre del 2022 contra los prolongados cortes en la electricidad.

A diferencia de la respuesta puramente represiva que implementó frente al 11 de julio, en este caso el Estado cubano ha respondido con concesiones a la protesta popular, cuya profundización y desarrollo le quita el sueño. No son las primeras concesiones: las protestas de 2022 fueron reprimidas, pero a la vez el gobierno cubano implementó medidas para solucionar el problema del suministro eléctrico, entre ellas la contratación de centrales térmicas flotantes provistas por el gobierno turco de Recep Tayiip Erdogan. En este caso, la burocracia respondió con el reparto de leche, arroz y azúcar, y el domingo Díaz Canel afirmó en un tuit que los manifestantes habían “expresado su inconformidad con la situación del servicio eléctrico y la distribución de alimentos”, y que el gobierno estaba dispuesto a “atender los reclamos”. El lunes, sin embargo, culpó a los “políticos mediocres y terroristas de Miami de calentar las calles de Cuba”.

Indudablemente, el curso restauracionista que ha adoptado la burocracia es irreversible. Las consecuencias catastróficas que la aplicación de esa política restauracionista provoca sobre las conquistas de la revolución y las condiciones de vida de las masas ya no parecen distinguirse de las que podría provocar la recolonización abierta de la isla por el imperialismo yanqui. Las protestas populares que heroica y desesperadamente protagonizan periódicamente las masas cubanas exigen de la izquierda crítica un programa que promueva la organización práctica de los trabajadores, impulsando sindicatos autónomos y organizando a las decenas de miles que progresivamente caen en la desocupación y la marginación, para poner en pie un plan de lucha por aumento de los salarios al nivel del valor de la canasta de bienes indispensables para la subsistencia de la familia obrera, y por la defensa de las conquistas sociales de la revolución. En este marco, el reclamo de la liberación de los presos de la jornada del 11de julio y el levantamiento de los procesos que pesan sobre ellos, junto al reclamo de libertad de organización sindical y política para los trabajadores en Cuba, es una bandera fundamental en el actual momento.

La izquierda crítica tiene que intervenir en las protestas con esta línea si quiere forjar lazos con la población trabajadora y orientarla hacia la necesidad de la formación de una nueva fuerza revolucionaria, que combata al plan restauracionista, desplace del poder a la burocracia y abra paso a un gobierno de los trabajadores.


Tomado de Prensa Obrera