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Cuba: otra vez los apagones



Por Alex Rodríguez González 

No llegaron a pasar tres meses de los apagones que paralizaron Cuba y otra vez la oscuridad cae sobre la isla. Ahora, la modalidad son prolongados cortes de electricidad en amplias regiones del país, supuestamente programados, pero que muchas veces inician o terminan fuera del cronograma establecido. Las comunidades campesinas, al estar alejadas de las ciudades -en las zonas urbanas es donde tienden a estallar las protestas- sufren los apagones más prolongados y casi sin programación. En no pocas regiones rurales los apagones duran casi dos días seguidos. El gobierno prefiere castigar al campesinado antes que exponerse a muy posibles protestas en cualquier ciudad. Pasa algo similar con las provincias más leales al gobierno: paradójicamente, estas son las más castigadas con los apagones pues es donde menos probabilidades hay de que estallen protestas.

La crisis energética es tal que el gobierno cubano decretó "suspender" durante dos días -14 y 15 de febrero- "las actividades docentes y laborales" en todo el país. Para esta semana que empieza -lunes 17 de febrero- la realidad no ha cambiado mucho. A duras penas, en La Habana los apagones se han reducido algo.

Pocos días atrás -el 11 de febrero- falleció en Cuba una mujer de 44 años encarcelada por participar en las protestas que tuvieron lugar entre fines de septiembre e inicios de octubre de 2022. Las manifestaciones de entonces estallaron, precisamente, por prolongados cortes de electricidad. Fueron protestas que se caracterizaron por la presencia de la mujer cortando las rutas. Cuando las manifestaciones concluyeron en La Habana, todavía en el interior del país continuaron: allá la represión terminó siendo más fuerte.

La manifestante que falleció era una mujer afrodescendiente, desvinculada de la embajada yanqui lo suficiente como para que no fuera liberada en el breve trueque político del gobierno cubano con Joe Biden. Se llamaba Yoleisi Oviedo Rodríguez. Al fallecer dejó dos hijos: una tenía doce años. Mañana olvidaremos su nombre. 

Las liberaciones de los presos cubanos -de quienes nunca se especificó que serían excarcelados los sancionados por motivos políticos- fueron congeladas sin mucha explicación. Su fin coincidió, claro está, con la reincorporación de Cuba a la infame lista de Estados patrocinadores del terrorismo dictada por el terrorista mayor: Estados Unidos. Quienes se emocionaron por un enroque que evidentemente duraría poco -Biden tomó la medida pocos días antes de la llegada a la presidencia de Trump- perdían de vista que en realidad era un gesto fantasmal. Ya para ese entonces, Biden era un fantasma. Las declaraciones del gobierno cubano también eran un fantasma. Salvo una nueva y -verdadera- revolución socialista, para la clase trabajadora cubana todo es un fantasma. 

Contrario a lo que pedían los trotskistas argentinos en su reunión con la embajada cubana, el gobierno de Díaz-Canel solo liberó a quienes estaban directamente vinculados con la oposición pro yanqui. Las y los trabajadores sin nombre o quienes se han convertido en bandera sin manchas como Brenda Díaz, siguen encarcelados. La burocracia restauracionista cubana prefiere liberar a contrarrevolucionarios que a trabajadores quienes solo reclamaban exigencias tan básicas como alimentos, medicamentos, electricidad o incluso, agua. Le es útil para calumniar a las protestas sociales, calificando a los condenados de contrarrevolucionarios. 

Las protestas volverán a estallar y es muy probable que tengan, otra vez, una dosis alta de espontaneidad. La oposición de derecha se vale de esto y desde sus medios de prensa no cesa de lanzar ataques contra el socialismo y la economía planificada. Hábilmente, no hablan de cuál es su propuesta económica. Sin embargo, partiendo de su discurso y accionar, la propuesta política de la contrarrevolución es el capitalismo neoliberal con el apoyo directo de Estados Unidos y, lo más probable, la instauración de un régimen autoritario anticomunista. 

Machaconamente, el gobierno cubano insiste en que todo es culpa del bloqueo y pone en el mismo canasto a toda la crítica. Ya es sabido que al momento de reprimir, para la burocracia restauracionista no importa si los señalamientos vienen de izquierda o derecha. Y en realidad, las críticas de izquierda lo contradicen más que las de derechas: tanto la oposición proyanqui como el gobierno cubano apuestan por el capitalismo. La diferencia entre ambos es el método. 

El líder nacionalista cubano, Eduardo Chibás, denunciaba constantemente la corrupción de los gobiernos dirigidos por el Partido Auténtico. “Se lo roban, se lo roban”, decía una y otra vez Chibás refiriéndose al presupuesto destinado a la educación. Chibás admitía que no tenía pruebas, pero era un hecho que los continuos ministros autenticistas se robaban los fondos públicos. Hoy en Cuba se echa a ver la corrupción de la burocracia dirigente cubana. La vergonzosa Torre K erigida en medio de una Habana en ruinas, a pocos pasos del Hospital Calixto García -donde recientemente no había sonda vesical-, resulta el mejor -peor- ejemplo de cómo la burocracia cubana gestiona los fondos estatales. La construcción desmedida de hoteles en medio de una industria turística que no se recupera también conlleva a pensar hasta dónde los funcionarios encargados de estas construcciones no lucran con ellas.

En su último discurso, Chibás recordaba que había presentado “fotografías de escuelas y hospitales en la miseria, contrastando con las fincas y palacetes ostentosos de gobernantes que hace poco vivían en la pobreza”. Hoy esto no es difícil de hacer en Cuba. Los hospitales y las escuelas en ruinas -al punto que la facultad de diseño se desplomó- no solo se encuentran en esas condiciones por el bloqueo yanqui, sino por las prioridades de los dirigentes cubanos. Cada vez más hay rumores, muchas veces confirmados, que hijos de altos dirigentes o voceros del gobierno son propietarios de una “mipyme” -es decir: un negocio privado-. Es una práctica calcada de la burocracia dirigente china: miles de hijos de altos funcionarios chinos son hoy multimillonarios, conocidos en el gigante asiático como “principitos”. 

El Estado cubano no es un Estado fallido. Controla con fuerza a la sociedad. Ha fallado la aplicación del modelo chino porque todo intento de restauración capitalista está llamado a fracasar, sobre todo, en los países más subdesarrollados. Cuba ya dejó de ser interesante para la inversión de las grandes transnacionales. Estados Unidos intuye que existen altas probabilidades de la caída del gobierno cubano por protestas populares y, en Cuba esto representaría la caída del actual sistema. Que la USAID esté desapareciendo y afecte en consecuencia a las organizaciones proyanquis de Cuba, no quiere decir que Trump retire el apoyo a la contrarrevolución cubana gestada durante décadas en Estados Unidos. 

En buena medida, el fin de la guerra en Ucrania, al parecer a favor de Rusia tras la retirada del apoyo de Estados Unidos a Zelenski y la alianza fáctica de Trump con Putin, pueden impactar en el futuro de Cuba ¿Servirá Cuba como moneda de cambio entre Trump y Putin o el apoyo de Estados Unidos a Rusia se pagó de antemano cuando el Kremlin permitió la caída de al-Assad? ¿Pedirá Trump a Putin que también Moscú abandone La Habana? Si Cuba no estuvo hundida en apagones el fin de año se debió a la ayuda de Rusia. También es necesario tener en cuenta que en 2024 Cuba ascendió -a pesar de su economía destrozada- a “Estado socio de los BRICS” y es miembro -aunque esté en el Caribe- del Consejo Económico Euroasiático, conformado por las repúblicas exsoviéticas del área y controlado por Rusia.

Entonces, ¿por qué Putin no ayuda más a Cuba? Decir que esto se reduce a la guerra en Ucrania -más larga de lo esperado por Putin- es olvidar algo fundamental: Rusia no es la Unión Soviética. El Kremlin no practica ningún tipo de internacionalismo: es una potencia regional en expansión con pretensiones imperialistas. Jugará, por tanto, el rol de toda potencia capitalista: mientras tenga resultados, apoyará. Siria ha sido el mejor ejemplo: cuando Rusia entendió que Siria le era importante se convirtió en el principal sostén militar de al-Assad. Cuando le fue inútil -o útil para obtener Ucrania-, abandonó al carnicero de Damasco. Ni siquiera valió la base militar rusa en Siria.

El destino de Cuba puede ser similar. Los apagones cubanos pudieran ser solucionados, es cierto, por una sólida ayuda energética rusa. Todos saben que en los años setenta y ochenta, el principal país que enviaba petróleo a Cuba era la URSS y por precios ridículos -canjeado por azúcar que la Unión Soviética prácticamente no necesitaba-. Pero, Cuba era entonces una base militar soviética y la punta de lanza de la URSS en África. Hoy Cuba poco vale para Rusia, pero es muy deseada por el lobby cubano ultraderechista a quien Marco Rubio debe su puesto como Secretario de Estado y Trump buena parte de la campaña electoral.

Putin otorga a La Habana créditos flexibles que sabe cómo cobrar, pero que en los hechos, tal está sucediendo, tampoco solucionan la crisis cubana. De vez en cuando, sale de Rusia algún barco cargado de petróleo para Cuba, pero solo es un parche en la gran explosión que se avecina. El gobierno cubano anunció que se están construyendo 100 mil nuevas habitaciones hoteleras ¿de dónde saldrá el combustible para mantener semejante gasto de electricidad diario?

La clase trabajadora cubana no está dormida. Las continuas protestas, ninguna coordinada por la contrarrevolución, lo demuestran. Sin embargo, el anticomunismo avanza al punto de que entre algunos sectores de la juventud cubana Milei es popular. Es una reacción lógica -plagada por el sentido común- ante el desastre del gobierno cubano ¿Podrá haber una salida socialista para Cuba? ¿Será Cuba el primer Estado, en algún momento socialista, que a través de una revolución evita la caída en el capitalismo o al menos se reencauza hacia el comunismo? Darlo por sentado sería de idiotas. El optimismo revolucionario no es suficiente. Hay que pasar a la organización y en esto, el internacionalismo es fundamental. 


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