Fragmentos del informe de Nikita Jrushchov al XX Congreso del PCUS denunciando los crímenes de Stalin
Tras fallecer Stalin (5 de marzo, 1953) y después de casi tres años de enfrentamientos en el Buró Político, Nikita Jrushchov logró imponerse al frente del Partido Comunista de la Unión Soviética. Desde un enfoque típico del alto dirigente soviético formado bajo el estalinismo, en el XX Congreso del PCUS celebrado en febrero de 1956 Nikita Jrushchov denunció los crímenes de Stalin, iniciando así lo que se llamó la "política de deshielo". Las tímidas reformas que se iniciaron entonces fueron demasiado lejos para el ala más estalinista del Buró Político quien terminó destituyendo a Jrushchov en 1964. Más allá de las evidentes diferencias políticas que se pueden tener con Jrushchov, el discurso del XX Congreso del PCUS es un documento histórico imprescindible para comprender el estalinismo.
Camaradas:
En el informe que presentó el Comité Central del Partido al XX Congreso, en numerosos discursos pronunciados por delegados a ese Congreso, y también durante la reciente sesión plenaria del C.C., se dijo mucho acerca de los efectos perjudiciales del culto a la personalidad.
Después de la muerte de Stalin el Comité Central del Partido comenzó a estudiar la forma de explicar, de modo conciso y consistente, el hecho de que no es permitido y de que es ajeno al espíritu del marxismo-leninismo elevar a una persona hasta transformarla en superhombre, dotado de características sobrenaturales semejantes a las de un dios. A un hombre de esta naturaleza se le supone dotado de un conocimiento inagotable, de una visión extraordinaria, de un poder de pensamiento que le permite prever todo, y, también, de un comportamiento infalible.
Entre nosotros se asumió una actitud de ese tipo hacia un hombre, especialmente hacia Stalin, durante muchos años. El objeto del presente informe no es valorar la vida y las actividades de Stalin. (…) Nos incumbe considerar cómo el culto a la persona de Stalin creció gradualmente, culto que en momento dado se transformó en la fuente de una serie de perversiones excesivamente serias de los principios del Partido, de la democracia del Partido y de la legalidad revolucionaria.
Debido a que todos no se han dado cuenta cabal de las consecuencias prácticas derivadas del culto al individuo, del gran daño causado por el hecho de que se haya violado el principio de la dirección colegial en el Partido, concentrando un poder limitado en las manos de una persona, el C.C. del Partido absolutamente necesario exponer los detalles de este asunto al XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética.
Durante la vida de Lenin, el C.C. del Partido fue la expresión real de un tipo de gobierno colegial, tanto para el Partido como para la nación. Debido a que fue un revolucionario marxista militante que jamás dejó de acatar los principios esenciales del Partido, Lenin nunca impuso por la fuerza sus puntos de vista a sus colaboradores.
(….)
STALIN CREÓ LA NOCION DE «ENEMIGO DEL PUEBLO»
Vale la pena destacar que aún durante el proceso de la furiosa lucha ideológica contra los trotskistas, los zinovievistas, los bujarinistas y otros, no se usaron extremas medidas represivas contra ellos; la lucha se realizó en un terreno ideológico. Pero algunos años después, cuando el socialismo en nuestro país estaba fundamentalmente estructurado, cuando las clases explotadoras estaban liquidadas, cuando la estructura social del Soviet había cambiado radicalmente, cuando la base social no permitía movimiento político o grupos hostiles al Partido, cuando los oposicionistas ideológicos del Partido se encontraban vencidos políticamente desde hacía tiempo, entonces comenzó una política de represión contra ellos.
Fue precisamente durante este período [1935-1937-1938] que se inició la práctica de llevar a cabo persecuciones en masa a través de los mecanismos del Gobierno, primero contra los enemigos del leninismo, o sea trotskistas, zinovievistas, bujarinistas, derrotados desde hacía tiempo por el Partido, y posteriormente, también contra comunistas honrados y contra esos dirigentes del Partido que habían soportado la pesada carga de la guerra civil y los primeros y más difíciles años de la industrialización y la colectivización y que habían luchado activamente contra los trotskistas y derechistas para mantener la línea leninista del Partido.
Stalin inventó el concepto de «enemigo del pueblo». Este término hizo automáticamente innecesario que los errores ideológicos de los hombres expresados en una controversia se comprobasen; este término hizo posible que se usaran los más crueles métodos de represión, violándose así todas las normas de la legalidad revolucionaria, cada vez que alguien estaba en desacuerdo con Stalin o que se sospechara en él una intención hostil o debido simplemente a que tenía una mala reputación. Este concepto de «enemigo del pueblo», finalmente, eliminó todas las posibilidades de que se desarrollaran luchas ideológicas o de que alguien pudiese dar a conocer su punto de vista respecto a cualquier problema, aunque ellos fuesen meramente de carácter práctico. En general y en realidad, la única prueba de culpabilidad valedera era la confesión y ella se usaba contra todas las normas de la legalidad, por cuanto se ha podido demostrar posteriormente que esas confesiones se obtenían presionando por medios físicos al acusado. Esto condujo a abiertas violaciones de la legalidad revolucionaria, y al hecho de que muchas personas enteramente inocentes, que antes habían defendido la línea del Partido, se transformaran en víctimas.
Debemos establecer, respecto a esas personas que en cierta época se opusieron a la línea del Partido, que frecuentemente los cargos no eran tan serios como para justificar que se les aniquilara físicamente. La fórmula «enemigo del pueblo» se creó con el objeto específico de aniquilar físicamente a tales individuos. Es un hecho que muchas personas que fueron aniquiladas posteriormente como enemigos del pueblo, habían trabajado con Lenin durante su vida. Algunas de estas personas habían cometido errores en tiempos de Lenin; no obstante esto, Lenin sacó beneficio de su trabajo, los corrigió e hizo todo lo posible para retenerlos en las filas del Partido, induciéndolos a que le siguieran. La sabiduría de Lenin como conductor de hombres se manifestó siempre en la forma en que trabajó con los miembros del Partido.
Una relación enteramente diferente con el pueblo caracterizó a Stalin. Las virtudes de Lenin, paciencia para trabajar con la gente, persistencia para educarla, habilidad para inducirlos a seguirle sin utilizar métodos represivos sino más bien recurriendo a influencias ideológicas, le eran enteramente ajenas a Stalin. Stalin descartó el método de lucha ideológica, reemplazándolo por el sistema de violencia administrativa, persecuciones en masa y terror. Procedió a un ritmo siempre creciente a imponerse a través de los organismos punitivos, violando así con frecuencia todas las normas de la moral y las leyes soviéticas.
El comportamiento arbitrario de una persona estimuló la arbitrariedad en otras. Las detenciones y las deportaciones en masa de muchos miles de personas, las ejecuciones sin previo juicio y sin una investigación normal del comportamiento de los acusados, engendraron condiciones de inseguridad, temor y aun de desesperación. Esto, es claro, no contribuyó a reforzar la unidad del Partido, sino, por el contrario, produjo la aniquilación y la expulsión del Partido de muchos trabajadores leales, pero molestos para Stalin.
Nuestro Partido luchó por consolidar los planes de Lenin para la construcción del Socialismo. Se trataba de una lucha ideológica. Si hubiesen seguido prevaleciendo los principios de Lenin durante el desarrollo de la lucha, si hubiese imperado siempre la devoción del Partido a estos principios en combinación con una aguda preocupación por el bienestar del pueblo, si todo esto no se hubiese aplicado mal y rechazado sino más bien utilizado en beneficio de nuestros ideales, no se hubiesen producido tan brutales violaciones del régimen legal revolucionario y miles de personas no habrían caído víctimas del sistema de terror. Medidas extremas se habrían aplicado sólo en contra de aquellas personas que efectivamente habían cometido actos criminales contra el sistema soviético.
KAMENEV, ZINOVIEV Y LOS TROTSKISTAS
Recordemos algunos hechos históricos.
En vísperas de la Revolución de octubre, dos miembros del Comité Central del Partido bolchevique -Kamenev y Zinoviev- se declararon contra el plan de Lenin que auspiciaba un levantamiento armado...
Sin embargo, después de la gran revolución de octubre, Zinoviev y Kamenev, como es sabido de todos, fueron colocados en posiciones de importancia. Lenin los situó en puestos de gran responsabilidad, desde los cuales influyeron en las altas tareas del Partido, participando activamente en la labor de los principales organismos del Partido. Es sabido que Zinoviev y Kamenev cometieron otra serie de errores durante la vida de Lenin, quien en su testamento establece que la actuación de Zinoviev y Kamenev durante la Revolución de octubre no era, por supuesto, un accidente, Sin embargo, Lenin no sugirió que se les apresara o fusilara.
Tomemos ahora como ejemplo a los trotskistas. En este momento, después de un período histórico bastante amplio, podemos hablar de la lucha contra los trotskistas con calma y podemos analizar este asunto con suficiente objetividad. Al fin y al cabo en torno a Trotski había gente cuyo origen no puede llamarse burgués. Un grupo de ellos pertenecía a la intelectualidad del Partido y otros formaban parte de la clase trabajadora. Podemos identificar individualmente y nombrar a muchos que en su tiempo se unieron a los trotskistas, pero esto no quita que ellos participaron activamente en los movimientos obreros anteriores a la Revolución, durante la misma Revolución socialista de octubre y también en la consolidación de la victoria de la más grande de las revoluciones. Muchos de ellos rompieron con los trotskistas y volvieron a la posición leninista. ¿Era, necesario aniquilar a esa gente? Estamos profundamente convencidos de que si hubiese vivido Lenin no se habrían utilizado contra ellos métodos tan extremos.
He ahí unos cuantos hechos históricos. ¿Pero, podríamos decir que Lenin no se decidió a emplear incluso las medidas más severas contra los enemigos de la Revolución cuando fue imperativo hacerlo? No, nadie podría decir tal cosa. Vladimir Ilich exigió siempre un trato sin consideraciones para los enemigos de la Revolución y de la clase trabajadora y, cuando lo estimaba necesario, aplicaba los métodos más severos.
La severidad de Lenin era extrema sólo cuando lo consideraba indispensable, cuando las clases explotadoras existían todavía, y se oponían vigorosamente a la revolución, cuando la lucha por la supervivencia adquiría agudos contornos, mientras se proseguía la guerra civil. Stalin, por otra parte, utilizó métodos extremos en una época en que la revolución ya había vencido, Parece claro que Stalin demostró en un sinnúmero de oportunidades su intolerancia, su bestialidad y su abuso del poder. En vez de probar su corrección política y de movilizar a las masas, con frecuencia escogió el camino de la persecución y de la aniquilación física, no sólo contra enemigos verdaderos, sino también contra individuos que no habían cometido crimen alguno contra el gobierno o contra el Partido. Aquí no vemos signo alguno de sabiduría, sino más bien de esa fuerza bruta que tanto alarmó a Lenin.
Últimamente, en especial después que se desenmascarara a la camarilla de Beria, el C.C. examinó una serie de asuntos fabricados por esta camarilla. Ello reveló un cuadro horroroso de brutalidad obcecada como consecuencia del comportamiento incorrecto de Stalin. Los hechos demuestran que Stalin, utilizando su poder ilimitado, cometió muchos abusos en nombre del C.C. y sin consultar la opinión de los miembros del Comité o siquiera de los miembros del Buró Político del C.C.; con frecuencia no informaba acerca de sus decisiones personales respecto a asuntos muy importantes del Partido y del gobierno. Lenin, por el contrario, jamás creyó inoportuno consultar cualquier asunto con el C.C. para que él lo aprobara, o al menos, con los miembros del Buró Político.
(…)
LAS TERRIBLES «DEPURACIONES» DE 1937-1938
La Comisión se ha familiarizado con una gran cantidad de material existente en los archivos de la N.K.V.D. y con otros documentos, y ha establecido muchos hechos que conciernen la fabricación de cargos contra comunistas, las falsas acusaciones y los descarados abusos de la legalidad socialista que tuvieron como consecuencia la muerte de gente inocente. Es obvio que muchas de las actividades del Partido, del Soviet y de la economía se tildaron en 1937-1938 de «enemigas», cuando en realidad no las realizaban ni enemigos ni espías ni saboteadores, etc., sino comunistas honrados. Se trataba de gente acusada injustamente, que - no pudiendo soportar tanta bárbara tortura - se autoacusaban, por orden de los jueces investigadores y de los falsificadores, de toda clase de crímenes graves e increíbles. La Comisión ha presentado al Presidium del C.C. un material extenso y bien documentado referente a las represiones en masa llevadas a cabo contra los delegados del XVII Congreso del Partido y contra miembros del C.C. elegidos en ese Congreso. Este material ha sido estudiado por el Presidium del C.C. y éste ha comprobada que de los 139 miembros y candidatos del C.C. del Partido que se eligieron en el XVII Congreso, 98 de ellos, es decir el 70 %, fueron detenidos y fusilados [la mayor parte entre 1937 y 1938]. (Indignación en la sala). ¿Cuál era la composición de los delegados que participaron en el XVII Congreso? Se sabe que el 80 % de, los participantes con voto del XVII Congreso ingresó en el Partido en la época de la conspiración anterior a la revolución y durante la guerra civil; esto significa antes de 1921. El origen social de la masa de los delegados era la clase trabajadora (60 % de los miembros con voto). Por esta razón es inconcebible que un Congreso así constituido eligiese al C.C. una mayoría compuesta por enemigos del Partido. La única razón por la cual se tildó al 70 %c de los miembros del C.C,, y de los miembros elegidos al XVIII Congreso de «enemigos del pueblo y del Partido», es porque se difamó a comunistas honrados por medio de acusaciones fabricadas, minando así gravemente la legalidad revolucionaria.
El mismo destino hallaron no sólo los miembros del C.C., sino también la mayoría de los delegados al XVII Congreso del Partido. De los 1.906 delegados que fueron allí ya sea para votar o para aconsejar, 1.108 fueron apresados y acusados de crímenes contra la revolución, es decir un número superior a la mayoría. Este mero hecho demuestra cuán absurdos, cuán contrarios al sentido común fueron los cargos de crímenes «contrarrevolucionarios» esgrimidos en contra de ellos, ya que no nos es posible entender cómo la mayoría de los componentes del XVII Congreso pudiesen haber merecido tales acusaciones. (Indignación en la sala).
Recordaremos que el XVII Congreso, del Partido se conoce históricamente como el Congreso de los Victoriosos. Los delegados a ese Congreso habían participado activamente en la construcción del Estado Socialista; muchos de ellos habían sufrido y soportado lo indecible por el Partido durante los años pre-revolucionarios. Ellos lucharon contra el enemigo valientemente y enfrentaron la muerte cara a cara, sin temor ¿Cómo nos va a ser posible creer que esa gente se demostrase posteriormente traidora y que hubiese ingresado en las filas de los enemigos del socialismo durante el período posterior a la liquidación política de los zinovievistas, trotskistas y derechistas y después de las grandes conquistas de la construcción socialista? Lo cierto es que todo esto fue el resultado de la forma en que Stalin abusó del poder y comenzó a utilizar el terror contra los jefes del Partido.
¿Cuál es la razón por la cual las persecuciones en masa contra los activistas se incrementaron más y más después del XVII Congreso? Es porque en este tiempo Stalin se había colocada por encima del Partido, por encima del país, de tal modo que había dejado de tomar en cuenta tanto al C.C. como al Partido. Stalin siguió considerando en cierto modo la opinión colectiva hasta el XVIII Congreso, pero después de la liquidación política de los trotskistas, zinovievistas y bujarinistas, cuando -como resultado de la lucha y de las victorias socialistas- el Partido había logrado la unidad, Stalin dejó de valorar aún en grado mínimo a los miembros del C.C. del Partido y aun a los del Buró Político; Stalin pensó que ahora podía decidirlo todo por su cuenta, y que necesitaba sólo la ayuda, de datos, estadísticos, y lo cierto es que trataba a todos los que no estudiaban las estadísticas, de un modo tal que sólo les era posible escucharle y alabarle.
Después del asesinato criminal de S. M. Kirov, el amigo más íntimo de Stalin, miembro del Politburó y jefe del Partido en Leningrado [su asesinato en 1934 fue el pretexto para iniciar una gran purga], comenzaron las persecuciones en masa y las violaciones brutales de la legalidad soviética. En la tarde del 10 de diciembre de 1934, por iniciativa de Stalin (sin la aprobación del Politburó), el Secretario del Comité Central Ejecutivo, Yenukidze, firmó la siguiente directiva:
«1. - Se ordena a los servicios de investigación que aceleren los casos de las personas a quienes se acusa de la preparación y ejecución de actos de terror.
2. - Se ordena a los organismos judiciales que no aplacen las ejecuciones de las penas de muerte dictadas por crímenes de esta categoría para examinar las posibilidades de indulto, porque el Presidium del Comité Central Ejecutivo de la URSS no considera posible aceptar peticiones de esta índole.
3. - Los organismos del Comisariado de Asuntos Interiores deben ejecutar las penas de muerte contra los criminales de la categoría arriba mencionada inmediatamente que se dicten las sentencias. » [Yenukidze, uno de los más antiguos amigos de Stalin, ejecutado en 1937].
Esta directiva fue la base de una serie de acusaciones en masa y de abusos contra la legalidad socialista. Durante muchos de los juicios fabricados se acusó a los reos de preparar actos de terrorismo; esto les privaba de la posibilidad de que sus casos fuesen reabiertos aun cuando ellos declararan ante el Tribunal que se les había hecho confesar a la fuerza o cuando, de un modo convincente, rechazaban las acusaciones esgrimidas contra ellos.
UNA PROVOCACIÓN DE LA G.P.U.: EL ASESINATO DE KIROV
Debe afirmarse que hasta el momento las circunstancias que rodean el asesinato de Kirov encubren muchos asuntos inexplicables y misteriosos que exigen un examen más cuidadoso. Hay razones que permiten suponer que el asesino de Kirov, Nikolayev, fue ayudado por uno de los hombres asignados para proteger la persona de Kirov. Mes y medio antes del asesinato, Nikolayev fue apresado por suponérsele un comportamiento sospechoso, pero se le dejó en libertad y ni siquiera se le registró. Es causa de sospecha el hecho de que cuando el miembro de la Cheka designado para proteger a Kirov fue conducido para ser interrogada el 2 de diciembre de 1934, murió en un accidente automovilístico, del cual salieron ilesos todos los otros ocupantes del vehículo. Después del asesinato de Kirov, altos funcionarios del N.K.V.D. en Leningrado fueron condenados sin severidad, pero en 1937 se les fusiló. Podemos presumir que se les fusiló con el objeto de cubrir los rastros de los organizadores del asesinato de Kirov (agitación en la, sala).
Las persecuciones en masa aumentaron inmensamente de 1936 en adelante y después de un telegrama de Stalin y Jdanov [antes de su muerte repentina en 1948, se consideraba a Jdanov como el posible sucesor de Stalin] fechado en Sochi el 25 de septiembre de 1936 y, dirigido a Kaganovich, Molotov y otros miembros de Politburó. Decía este telegrama lo siguiente
«Consideramos absolutamente indispensable que el camarada Yejov sea nombrado Comisario del Pueblo para los asuntos interiores. Yagoda ha demostrado ser incapaz de desenmascarar al bloque trotskista-zinovievista. La O.G.P.U. lleva un atraso de cuatro años en este asunto. Ello lo han notado todos los militantes del Partido y la mayoría de los representantes de la N.K.V.D.»
Yagoda y Yejov fueron jefes de la Policía Secreta en períodos sucesivos. Yagoda, después de iniciar la gran purga cayó preso en ella y fue liquidado en 1938, Yejov asumió la dirección de las purgas y las prolongó enormemente, hasta que fue reemplazado por Beria en 1938, quien -aparentemente- lo hizo ejecutar.
Esta formulación stalinista de que la N.K.V.D. [término intercambiable con O.G.P.U.] llevaba cuatro años de atraso en sus investigaciones represivas y de que era necesario recuperar el tiempo perdido, indujo a los miembros de la N.K.V.D. a realizar ejecuciones y detenciones en masa.
Debemos recalcar que se impuso esta formulación a la Sesión Plenaria del Comité Central del Partido Comunista, celebrada entre febrero y marzo de 1937. La Sesión Plenaria aprobó la resolución basándose en el informe Yejov intitulado «Lecciones que surgen de las actividades nefastas de espionaje y diversión organizadas por agentes japoneses, alemanes y trotskistas». Por lo cual se acordó lo siguiente:
«El Pleno del Comité Central del Partido Comunista Bolchevique considera que todos los hechos revelados durante la investigación de una actividad anti-soviética de origen trotskista, apoyada por sus secuaces en las provincias, demuestran que el Comisariado del Pueblo de Asuntos Interiores se ha atrasado por lo menos cuatro años en el trabajo destinado a desenmascarar a los inexorables enemigos del pueblo.»
Es así que las persecuciones en masa se estimulaban en este tiempo en nombre de la lucha contra el trotskismo. ¿Es cierto que los trotskistas en ese tiempo constituían un peligro para el Partido y el Estado Soviético? Debemos recordar que en 1927, en vísperas del XV Congreso del Partido, el movimiento trotskista-zinovievista de oposición sólo obtuvo 4.000 de los 724.000; votos emitidos. Durante los diez años que transcurrieron entre el XV Congreso del Partido y el Pleno de febrero y marzo del C.C. del Partido, el trotskismo se había debilitado del todo, muchos trotskistas de antes habían variado de opinión y trabajaban en diversos sectores por la construcción del socialismo. Queda en claro que la marcha de la construcción socialista era tal que no justificaba el terror y las represiones en masa por todo el país.
(…)
Utilizando la formulación de Stalin que establece que mientras más cerca nos hallamos del socialismo, más enemigos le surgen, y basándose en la resolución aprobada por el Plena del C.C. celebrado entre febrero y marzo y que es consecuencia del informe de Yejov, provocadores que se habían infiltrado en los organismos de seguridad del Estado comenzaron a proteger -en nombre del Partido- la persecución en masa que se realizaba contra los miembros del Partido, los líderes del Estado Soviético y los simples ciudadanos soviéticos. Basta anotar que el número de personas apresadas por crímenes «contrarrevolucionarios» aumentó diez veces entre 1936 y 1937.
La mayoría de los miembros y candidatos del Comité Central elegidos durante el XVII Congreso y apresados entre 1937 y 1938, fueron expulsados ilegalmente, lo que constituye un abuso brutal de los Estatutos del Partido, por cuanto el C.C. reunido en Pleno jamás estudió sus casos.
Ahora bien, cuando se examinaron las acusaciones contra estos presuntos espías y saboteadores se encontró que se habían inventado sus crímenes. Las confesiones de culpabilidad de muchos de esos presuntos enemigos del pueblo se obtuvieron sometiéndolos a torturas inhumanas y crueles.
Al mismo tiempo Stalin, según nos han informado los miembros del Politburó de ese tiempo, jamás mostró a ese organismo las declaraciones hechas por los acusados ante el Tribunal Militar, en las cuales, negaban sus confesiones y solicitaban que se reabriera su proceso. Declaraciones de ese tipo había muchas y Stalin las conocía.
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LA G.P.U. FABRICA «CENTROS ANTISOVIÉTICOS»
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Durante esos años [se refiera a las purgas estalinistas] se aplicó la persecución en gran escala y de ello resultó la pérdida de muchos leales servidores del Partido. Se aceptó la viciosa práctica de permitir que la N.K.V.D. preparase lista de personas cuyos casos caían bajo la jurisdicción del Colegio Militar y las sentencias de esas personas se preparaban de antemano. Yejov enviaba estas listas a Stalin para que él las aprobara en persona y sugiriera el castigo. Entre 1937 y 1938, 383 de estas listas que contenían los nombres de muchos miles de miembros del Partido, del Gobierno, del Komsomol, del Ejército y de la Economía se enviaron a Stalin. Él aprobó esas listas.
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STALIN ORDENA QUE SE APLIQUEN TORTURAS FÍSICAS
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Stalin era un hombre desconfiado, enfermizamente suspicaz; nosotros lo conocíamos, porque trabajábamos con él. Podía mirar a un hombre y decir: «¿Por qué están tan esquivos tus ojos hoy?» o «¿Por qué vuelves los ojos hacia otro lado y evitas mirarme de frente?» Sus enfermizas sospechas creaban en él una desconfianza general que envolvía aun a los más destacados miembros del Partido que conocía desde hacía muchos años. En todas partes veía enemigos, agentes dobles y espías. Puesto que poseía un poder ilimitado, daba rienda suelta a su carácter voluntarioso, asfixiando moral y físicamente a las personas. Surgió una situación que hacía imposible que uno expresara su voluntad. Cuando Stalin decía que era necesario detener a tal o cual persona, había que aceptar dogmáticamente que se trataba de un «enemigo del pueblo». Mientras tanto la pandilla de Beria, que dirigía los organismos de seguridad del Estado, se superaba fabricando las pruebas de la culpabilidad de los detenidos y de la veracidad de los documentos que falsificaba. ¿Y qué pruebas se ofrecían? Las confesiones de los detenidos; y los jueces instructores aceptaban estas confesiones. ¿Y cómo es posible que una persona confiese haber realizado crímenes que no ha cometido? Sólo si se aplican métodos de tortura física que la reduce a un estado de inconsciencia, que la priva de su juicio y la despoja de su dignidad de ser humano. De esta manera se obtenían las confesiones.
Cuando la ola de detenciones en masa empezó a disminuir en 1939 y los líderes territoriales de las organizaciones del Partido comenzaron a acusar a los miembros de la N.K.V.D. de usar métodos de presión física, entonces Stalin despachó un telegrama en clave, el 20 de enero de 1939, al Comité de Secretarios de Regiones y Territorios, a los Comités Centrales de los Partidos Comunistas de las Repúblicas Populares, a, los Comisarios- de Asuntos Interiores y a los jefes de la N.K.V.D. Establecía este telegrama:
«El Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética precisa que la aplicación de métodos de presión física por la N.K.V.D. es aceptada desde 1937 de acuerdo con el permiso dado por el Comité Central del Partido Comunista Bolchevique en 1937 ... Es cosa sabida que todos los servicios policíacos de los burgueses, utilizan medios físicos para influir sobre los representantes del proletariado socialista y que los usan en sus formas más escandalosas. Cabe preguntarse: ¿por qué el Servicio de Inteligencia Socialista ha de ser más humanitario con los enloquecidos agentes de la burguesía, con los mortales enemigos de la clase trabajadora? El Comité Central del Partido Comunista Bolchevique considera que se debe presionar físicamente, aunque sólo cuando se trate de conocidos y obstinados enemigos del pueblo, siendo en estos casos justificable y apropiado.»
De esta manera sanciona Stalin, en nombre del C.C. del Partido Comunista Bolchevique, la más vil violación de la legalidad socialista, la tortura y la opresión, todo lo cual condujo a difamantes acusaciones por parte de gente inocente.
Estos y otros muchos hechos demuestran que todas las normas correctas del Partido para la solución de diversos problemas se anularon, de modo que todo dependía del capricho de un hombre.
(…)
LOS CRÍMENES DE LA POSTGUERRA
Debemos declarar que, después de la guerra, la situación se complicó más. Stalin se volvió más caprichoso aún, más irritable y brutal; aumentó considerablemente su desconfianza. Su manía de persecución alcanzó dimensiones increíbles. Muchos trabajadores se transformaban en enemigos suyos ante sus propios ojos. Después de la guerra. Stalin se separó aún más de la colectividad. Todo lo decidía él solo, sin ninguna consideración por nadie ni por nada.
(…)
Recuerdo los primeros días del conflicto entre la Unión Soviética y Yugoslavia y como se infló artificialmente. Una vez, cuando vine de Kiev a Moscú, fui invitado a visitar a Stalin, quien, mostrándome la copia de una carta enviada hacía poco a Tito, me preguntó: «¿Ha leído Ud. esto?»
Sin esperar mi respuesta, me contestó: «Moveré el dedo meñique y Tito dejará de existir. Caerá». Hemos pagado muy caro ese movimiento de su dedo meñique. Esa afirmación de Stalin era un reflejo de su manía de grandeza, y lo cierto es que siempre actuaba así. «Moveré mi dedo meñique y desaparecerá Kossier», «moveré otra vez mi dedo meñique y desaparecerán Postyshev y Chubar», «moveré otra vez mi dedo meñique y ahora desaparecerán Voznesensky y Kuznetsov».
Pero esto no sucedió con Tito. Por más que moviera su dedo meñique o aun todos los dedos de la mano, Tito no caía. ¿Por qué? La razón es que en este desacuerdo con los camaradas yugoslavos, Tito contaba con el respaldo de un pueblo y de un Estado que se habían templado en una lucha por la libertad y por su independencia y que apoyaban totalmente a sus jefes. Uds. ven a qué extremos llegó Stalin debido a su manía de grandeza. Había perdido todo sentido de la realidad, de tal modo que demostraba su altivez y su suspicacia no sólo en su trato con el pueblo de la URSS, sino también en su trato, con partidos y con naciones. Hemos reexaminado cuidadosamente el caso de Yugoslavia y hemos encontrado una solución adecuada, que es aceptable para los pueblos de la Unión Soviética y de Yugoslavia, como también para todas las democracias populares y los elementos progresivos de toda la humanidad. La solución de nuestras relaciones anormales con Yugoslavia convenía a los intereses de todo el mundo socialista, puesto que fortalece la paz en el mundo.
Recordemos también el asunto del complot de los médicos. (Animación en la sala.) Lo cierto es que no existió tal complot y que la única prueba de él la constituyó una declaración hecha por la doctora Timashuk, que seguramente había recibido órdenes de alguien o sugestiones (al fin o al cabo era una colaboradora no oficial de los organismos de seguridad del Estado) para que escribiera una carta a Stalin, estableciendo que los doctores le sometían a tratamientos médicos impropios. A Stalin, una carta así le bastaba para llegar a la conclusión de que los médicos de la Unión Soviética complotaban. Emitió órdenes de detención en contra de eminentes especialistas soviéticos. Dirigió personalmente las investigaciones y estableció el método a usar en los interrogatorios. Dijo que había que encadenar al académico Vinogradov y que otros debían ser flagelados. Se halla presente en este Congreso, como delegado, el camarada Ignatiev, antes ministro de Seguridad del Estado. Stalin le dijo a él bruscamente: «Si no obtienes confesiones de los médicos, rebajaremos tu altura en una cabeza». (Tumulto en la sala).
Stalin llamó personalmente al juez a cargo de la investigación para darle instrucciones acerca de los métodos que debía emplear; la fórmula era simple: ¡Torturar, torturar!
Poco después de la detención de los médicos, nosotros -los miembros del Politburó- recibimos los protocolos que contenían sus confesiones. Después de distribuir estos protocolos, Stalin nos dijo: «Uds. son gatitos; ¿qué les sucederá sin mí? El país perecerá porque ustedes no saben reconocer a sus enemigos».
El caso se presentaba de tal manera que era imposible verificar los hechos en los cuales se basaba la investigación. No era posible tratar de confirmar las acusaciones estableciendo contacto con los acusados que habían confesado su culpa. Nos parecía, sin embargo, que este caso era dudoso. Conocíamos a algunas de estas personas, porque las habíamos consultado. Después de la muerte de Stalin, estudiamos los cargos y descubrimos que se habían inventado de principio a fin. Este caso ignominioso fue gestado por Stalin; no tuvo, sin embargo, tiempo para concluirlo tal cual lo había concebido y ésta es la razón por la cual estos médicos todavía viven.
(…)