A 105 años de la Revolución bolchevique

 


La propuesta bolchevique es cada vez más subversiva: representa el final del capitalismo venga de donde venga; ya sea de mano de la burocracia cubana, los gobiernos nacionalistas latinoamericanos o el imperialismo yanki. 


El 7 de noviembre de 1917, obreras y obreros, campesinas y campesinos y soldados, con el apoyo del Partido Bolchevique dirigido por Lenin y Trotsky, tomaron el poder en Petrogrado. Establecieron el primer Estado obrero controlado democráticamente que aspiraba al socialismo y a la revolución mundial.

En los primeros años de la Revolución Rusa bolchevique, las mujeres, las minorías nacionales y las personas LGBTIQ disfrutaron de total libertad. El arte, la educación y la cultura florecieron. Los nombres de los Tatlin, Maiakovski, Klutsis y Eisenstein marcaron para siempre el arte universal.

Al poco tiempo de su triunfo, la revolución bolchevique fue bloqueada y atacada militarmente en 17 frentes por las naciones imperialistas junto a la contrarrevolución interna. Sin embargo, la clase trabajadora, sabiendo que la derrota conduciría al retorno del zarismo, resistió heroicamente. Tras el fin de la guerra civil los avances en la producción ayudaron a sacar a la mayoría de la clase trabajadora del hambre y la pobreza.

Como las revoluciones más allá de las fronteras de la Unión Soviética no se materializaron, una casta burocrática dirigida por Stalin volvió la revolución contra sí misma.

Tras el triunfo del estalinismo fue suprimida la democracia en los sindicatos, se apartó a los trabajadores del gobierno, volvió a ser criminalizada la homosexualidad, retrocedieron los derechos de la mujer, se normalizó el aburguesamiento en la dirección del Partido Comunista, se encarceló o mató a todas las ideas y oposiciones de izquierda. Stalin asesinó a millones de personas para mantenerse en el poder. La censura se convirtió en la política cultural soviética.

El dogmatismo se estableció al punto de que Marx parecía un dios rojo, Lenin su profeta y Stalin el Papa, con la Unión Soviética como Vaticano, el PCUS como iglesia y El Manifiesto Comunista de Biblia. La fuerza política de la Unión Soviética sobre los partidos Comunistas constituidos en la III Internacional provocó que estas prácticas se normalizaran entre las organizaciones marxistas. Incluso parte de las organizaciones que se desprendieron de los originales PC reprodujeron las mismas prácticas estalinistas. La mayoría de los procesos revolucionarios que se dieron en el siglo XX terminaron siendo marcados a sangre y fuego por la instauración de las prácticas estalinistas. Hasta ahora, de una manera u otra la clase trabajadora siempre ha terminado siendo derrotada y en esas derrotas el estalinismo y sus derivaciones tienen una alta responsabilidad.

El peor crimen de Stalin fue hacer todos sus crímenes en nombre del socialismo y el comunismo. Cada marxista revolucionario paga todavía el impacto de los crímenes estalinistas. Millones de trabajadoras y trabajadores continúan vinculando a toda agrupación marxista con el estalinismo. En Cuba, desgraciadamente, de alguna manera este fenómeno político se duplica pues miles de jóvenes creen que todo el marxismo es el estalinismo y el PCC.

Lo cierto es que el Partido Comunista de Cuba (PCC) sigue la práctica del estalinismo, oponiéndose a la difusión y organización de un marxismo crítico opuesto a la burocracia. De tal modo, al igual que el estalinismo -aunque con métodos diferentes-, el gobierno cubano no deja espacio a ideas contrarias a su discurso oficial, aunque las voces críticas vengan de las izquierdas. No cabe duda de que si hoy en cualquier lugar del mundo se produjera una revolución similar a la bolchevique, este nuevo proceso socialista haría entrar en crisis al PCC pues la clase trabajadora cubana estaría presenciando en los hechos una verdadera revolución y en Cuba la decrepitud de la burocracia. El mejor ejemplo de esto es que el PCC apuesta por los gobiernos nacionalistas latinoamericanos de una marea rosa cada vez más al centro, mientras ignora a las oposiciones marxistas. La crisis que hoy vive el gobierno argentino y sus organizaciones políticas habla de cómo la propuesta nacionalista termina siendo la expresión política de la burguesía nacional y no de la clase trabajadora. Esto es solo la muestra de lo que sucederá en Brasil y el resto de los gobiernos nacionalistas latinoamericanos.

Un proceso similar vivió la Rusia de 1917: la propuesta socialburguesa que llegó al gobierno en febrero sucumbió inmediatamente ante la crisis política. Sin embargo, en aquel momento la crisis se derivó por la Revolución: esto fue debido al papel revolucionario del Partido Bolchevique. Este es el presente y futuro de América Latina en general y Cuba en particular: la propuesta política de los Lula y compañía ya está muerta antes de llegar al gobierno y en Cuba el rumbo de la burocracia es directo hacia el capitalismo de modelo chino -o sea un partido único nominalmente comunista administrando una economía capitalista-. Por eso, la propuesta bolchevique es cada vez más subversiva: representa el final del capitalismo venga de donde venga.

Las obras de Lenin están ausentes en el catálogo de las editoriales cubanas y no pareciera haber ningún interés en publicar al menos el volumen primero de El Capital; mientras que Trotski sigue siendo el gran ausente. Sin embargo, hoy la burocracia cubana saludará a la Revolución rusa, sus voceros publicarán mediocres artículos de fondo e incluso quizá Maduro dedique un tuit a los bolcheviques, pero ellos son los principales sepultureros del socialismo en sus países.

“¡Viva el Consejo de Diputados Obreros y Soldados!” era el grito de guerra de las trabajadoras y trabajadores revolucionarios en el Petrogrado de 1917. “¡La clase trabajadora al poder!” debe ser hoy en Cuba, en América Latina y el mundo la consigna del pueblo obrero.

Comité Editorial de Comunistas; algún lugar de Cuba, 7 de noviembre, 2022