Cuando se cumple el 87 aniversario del derrocamiento a Gerardo Marchado, COMUNISTAS blog publica este artículo en homenaje a las revolucionarias y los revolucionarios que participaron, y en especial, a la Federación Obrera de La Habana, que con su huelga logró la huída del dictador
Por: Daniel Vega Fernández
La Historia es la narrativa de los grandes vencedores. Su trasmisión a las siguientes generaciones valida el poder al borrar y ocultar las áreas grises que juegan con la legitimidad de los de arriba. ¿Somos continuidad de qué? ¿De toda la historia que nos precede? ¿Sin cuestionamientos?
Desde que empezamos a transitar por el sistema educativo cubano, entramos en contacto con la Historia de Cuba: una materia que nos prepara para identificarnos como sujetos de un país que marcó pauta en la historia contemporánea. En primera instancia, recibimos una versión simple, al alcance de los conocimientos y racionalidades de nuestra edad infantil. Años después, segundas y terceras temporadas nos cuentan, con más detalles y argumentos, cómo empezamos y cómo llegamos a lo que somos hoy.
Esta asignatura debería servir como herramienta metodológica iniciática para el estudiante: punto de partida para aprender a identificarse como sujeto social, al agregar a su acervo los orígenes de una cultura como la nuestra que, cubana en sí, prácticamente no rebasa los trescientos años. Es crucial que dicha materia incluya los procesos de forja de conceptos como: cubanía, Patria, Revolución o Socialismo. Pero, sobre todo, debería formar el pensamiento con categorías históricas, para analizar situaciones y personajes en sus contextos.
Tristemente, ese objetivo no se cumple en un gran porciento. Como alumnos, generalmente, recibimos una historia en blanco y negro, en clases aburridas y monótonas donde los personajes tienen valoraciones intercambiables y un maniqueísmo insufrible: los buenos, muy buenos, los malos, muy malos y los polémicos, no existen. Gracias a la autogestión del conocimiento, si tienes interés, descubres que no todo pudo haber sido así.
Te sumerges en los libros de Torres Cuevas, Ciro Bianchi, y los desaparecidos pero presentes, Eusebio Leal y Fernando Martínez Heredia y te enteras, por ejemplo, de que Céspedes fue traicionado vilmente, de que Vicente García no era un traidor y José Maceo fue víctima del racismo de sus propios compatriotas. Incluso, de que la CNOC de Alfredo López era anarquista y su amigo Mella fue expulsado del primer PCC por estar del lado de los obreros y no del dogmatismo; o de que la Federación Obrera de La Habana que derrocó a Machado era trotskista.
Llegas a saber que Tony Guiteras fue el primer "hombre guapo" del siglo XX, que tuvo la idea de exiliarse en México y preparar desde allí una expedición para desembarcar en el oriente cubano y alzarse en la Sierra Maestra. Pero cuando tendió una mano al PCC, para combatir al incipiente Batista, recibió la negativa del Partido afiliado a Moscú.
Conoces también que no todos los comunistas fueron "camaradas intachables" y entiendes ahora, por qué no se habla de Joaquín Ordoqui, Edith García Buchaca o Aníbal Escalante.
Aníbal Escalante |
Maximizar la función validadora de la narrativa histórica es, a juicio del autor, seguir usando las claves de la ciencia histórica burguesa. Construir la sociedad proletaria, desde este ángulo, implica construir ciencia histórica proletaria, que cuente las luchas de los oprimidos: sus retrocesos y errores, sin miedos ni prejuicios desde la mirada de estos.
Ello significa: derribar estatuas de mármol de culto, sustituirlas por personas reales que dudaron, sufrieron y erraron, pero, sobre todo, lucharon. Significa aprender a usar las herramientas del análisis marxista, para entender el pasado, y aprehender el presente, con vista crítica e inclusiva.
La burguesía y los grupos de poder que la antecedieron, nos entregan una narrativa donde brillan los líderes, los caudillos: marcadores que unen y guían los tiempos y determinan el devenir. Una ciencia no positivista requiere de otras narraciones, donde las masas y la acumulación de contradicciones entre ellas y los sistemas de dominación, se muestren a la luz como la guía del camino humano.
Se hace urgente una narración no eurocéntrica, ni colonial, que ilustre: la civilización china, los reinos olvidados del África negra o las grandes ciudades precolombinas. Las piedras del Gran Zimbabwe, de Tikal, Teotihuacán o Tiahuanaku deben brillar de nuevo. Desmontar el pensamiento colonial como lo hizo China, que pone a su país en el mapamundi a la izquierda y arriba .
La historia ha de ser inclusiva, preguntémonos qué pasaba de noche en los campamentos mambises, ¿cómo traficaban aquellos combatientes curtidos, el miedo y la ternura? Los exesclavos apalencados, eran mayormente hombres en lo alto de la Sierra: ¿habría cobijo entre ellos para el amor cimarrón? ¿Hubo lesbianas y homosexuales en el Ejército Libertador? Las mujeres mambisas oficiales: ¿eran todas enfermeras? ¿Alguna María Silvia real, dirigió una carga al machete? Hablemos sin prejuicios del racismo que ahogó en su intolerancia patriarcal al León de Oriente, porque no era tan blanco como Calixto García.
Mambis@s cuban@s |
De la aprehensión y apropiación de esa "otra Historia", saldrán los hombres de aguda mirada y pensamiento crítico, necesarios para construir la sociedad socialista en las jornadas tremendas por venir.