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Cuba: Socialismo, democracia, mercado y desarrollo

Por Yunier Mena Benavides.

Hace algún tiempo, cuando desconocía que en nuestra república podía darse una inesperada crisis del gas medicinal, como mismo se da una crisis de cualquier cosa por alguna avería, me opuse de una manera rotunda y belicosa contra todos los que diseñaban o llevaban a cabo iniciativas económicas que profundizaban el papel de la gestión privada en algunos sectores de la economía nacional.

El hecho de que no haya nada más alejado del comunismo que un sitio donde por insuficiencias técnicas pueda faltar el oxígeno me obliga a cambiar mi posición.

El capitalismo es un sistema inservible para solucionar los problemas de la humanidad. Esto está demostrado ampliamente por la persistencia del subdesarrollo en gran parte del mundo, por la persistencia de la explotación, la enajenación y la injusticia en el seno de los principales países capitalistas, por la persistencia de guerras e invasiones  y por la destrucción del medio ambiente. El sistema capitalista ha cumplido ya su misión histórica de barrer el atraso medieval y desarrollar como nunca antes la ciencia, la técnica y los volúmenes de producción. El capitalismo es hoy más una carga que un adelanto y hace ya buen tiempo para que el movimiento social lo haga retroceder. En tanto eso no ocurra Cuba socialista tiene como reto lograr mantenerse sobre sus pies, ser en el contexto mundial un fragmento de futuro a través del que irradie el porvenir. El proyecto de una Cuba distinta al capitalismo, de una Cuba que no apoye invasiones, explotaciones, enajenaciones, injusticias y depredaciones ambientales debe continuar siendo el objetivo más alto de los cubanos. Cómo sostener esa Cuba, esencialmente martiana y sobre todo marxista, es la pregunta que me preocupa y que me ocupa. 

La tesis del Che de que el triunfo político del socialismo en un  país periférico no podía tomarse como un error histórico sino como un puesto desde el cual desmontar de modo acelerado el sistema de producción anterior no podía estar más cerca de la razón en su época, en aquel entonces la maltrecha URSS seguía en marcha y había generosos poderes revolucionarios en los que el país podía apoyarse para cumplir sus objetivos económicos y sociales. Cuba, por su condición de país pequeño, por haber sido colonia, neocolonia y país hostigado y bloqueado por Estados Unidos no dispone de los recursos naturales, tecnológicos y financieros que su desarrollo y su sostenimiento básico demandan. En ausencia de un campo socialista del cual obtener tecnologías e impulsos los cubanos no podemos soslayar el enlace a puntos del panorama económico presente donde nada o poco hay de socialismo. Todo lo que no haya dentro del país, y cuanto dentro del país no pueda ser creado, hay que encontrarlo fuera. Mucho puede crearse en él, como Martí suponía, pero poco en aislamiento. Se impone el comercio interior y exterior a la más alta escala con todos los actores para desarrollar las fuerzas productivas y elevar la cultura y la satisfacción de las necesidades, una política enérgica antibloqueo que conecte el país con el mundo.  

Tal actividad intensa del mercado debe ser encauzada hacia el socialismo por el gobierno, todos los comunistas y la participación popular en la toma de decisiones, no puede dar pie a la neocolonización ni tornarse en fuente de ideología anticomunista sin respuesta teórica, propagandística y práctica. La situación actual de atraso y escasez aguda en todos los sectores, incluyendo farmacias y hospitales, que convierte el país en un lugar mediocre apenas habitable debe revertirse. Hay, desde luego, excepciones, que por demás pueden ser contadas, y loables esfuerzos permanentes: sobresalen aquí las vacunas cubanas contra la covid.


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