Trotsky, el Che y la Revolución Cubana


Número 2 de la revolución cubana hasta su partida en 1965: ¿qué tiene para decir el Che sobre el proceso en curso en la isla? ¿Qué lazos emparentan su crítica del proceso de burocratización en Cuba con la de crítica de Trotsky al stalinismo? En esta nota, publicada simultáneamente por Estación Finlandia y Comunistas de Cuba, Luis Brunetto realiza una introducción al tema de la utilidad de la lectura combinada de ambos revolucionarios para intervenir eficazmente en la coyuntura política de la isla revolucionaria.



"Trotsky, el Che y la Revolución Cubana"

por Luis Brunetto para Estación Finlandia y Revista Comunistas de Cuba


La crisis política que se desarrolla en Cuba a partir del 11 de julio de 2021 ha sacado a la luz la existencia de una “izquierda crítica” del proceso de restauración capitalista en curso. En gran medida, fue gracias a sus análisis que conocemos la verdadera naturaleza de aquellas Jornadas. Sin ellos es probable que, con la anuencia del propio gobierno, la derecha proyanqui se hubiese arrogado la autoría y el protagonismo en las movilizaciones, motivadas por la brutal devaluación de las condiciones de vida del pueblo trabajador cubano pero en ningún modo proclives a la contrarrevolución.

La existencia de grupos como el que conforma el Blog Comunistas, revistas como Tremenda Nota y otras publicaciones, no sólo habla de una intensa vida política a la izquierda del gobierno cubano, sino que contribuye a sustraer a franjas de la clase trabajadora y de la juventud de la influencia de la propaganda gusana, y a sentar las bases de una alternativa política que abra el camino de la democratización proletaria.

En un artículo de finales del año pasado, Frank García Hernández destacaba la avidez con la que sectores de la juventud cubana estaban recibiendo las obras de León Trotsky, y especialmente La revolución traicionada, a la que juzgan de enorme utilidad a la hora de entender el proceso de burocratización del estado cubano.

Junto a este interés por la crítica trotskista del stalinismo y del proceso de burocratización de la revolución proletaria en la URSS, hay que estimular la lectura de los escritos del Che. No hace falta explicar el vínculo entre el Che y la revolución cubana. Sin embargo, sus puntos de vista críticos sobre el desarrollo del proceso del que fue un protagonista dirigente son casi desconocidos para el público cubano.

Aurelio Alonso, en un reportaje que le hice en La Habana a fines de 2019, decía: «El Che era un fanático del marxismo y siempre lo fue, lo fue en México, en Cuba, en la sierra, en Bolivia, lo que pasa es que no era un fanático del Partido cubano. El Che tenía el germen y la inteligencia para romper con el stalinismo. Este país magnificó el heroísmo del Che, pero se renegó teóricamente de sus ideas durante décadas, porque sentían que se distanciaban del ‘socialismo real’”[1].

Entre las ideas del Che y las de Trotsky hay muchas coincidencias, empezando por la defensa teórica y práctica del concepto de revolución permanente . No sabemos si las numerosas formulaciones del concepto realizadas por el Che son empíricas o producto del estudio de la obra de Trotsky, aunque Orlando Borrego, uno de sus principales colaboradores en el ministerio de Industrias, sostiene que el Che “…se lo leyó completo. El Che y todo un grupo de nosotros”[2]. En la muestra realizada en la Biblioteca Nacional de Argentina en el año 2017, titulada “Che lector”, se incluye a La revolución permanente como una de las obras de Trotsky indudablemente leídas por el Che. En su biblioteca de La Habana se encontraban además los dos últimos tomos de la biografía de Isaac Deutscher (Desarmado y Desterrado), y en su plan de lectura de la campaña boliviana, la Historia de la revolución rusa.


El sistema presupuestario

Probablemente, el principal aporte del Che a la crítica del proceso de burocratización se encuentra en la polémica que sostuvo, siendo ministro de Industrias, acerca de la organización de la economía cubana. En defensa de lo que llamaba “sistema presupuestario de financiamiento”, se opuso al sistema de “calculo económico” vigente en la URSS y en los países del “socialismo real”.

La industria nacionalizada debía desenvolverse, según el Che, como una empresa única, con una contabilidad central y un presupuesto fijado nacionalmente. La circulación de los productos entre las empresas nacionalizadas no debía concebirse como un acto de cambio (compra-venta) sino como un proceso de flujo productivo en el que cada una de las unidades agregaba valor al producto final. Estos actos no constituían pues, circulación mercantil, la cual quedaba limitada a la compra-venta de fuerza de trabajo y a la compra-venta de los productos finales por parte del público consumidor.

De este modo, la industria socialista podía ser sustraída de los efectos de la ley del valor, ley cuya anulación es uno de los jalones del proceso de transición al socialismo. En ese esquema, la medición de la rentabilidad se efectuaba sobre el conjunto del sistema y no sobre las unidades productivas individuales. En cambio, en el sistema de cálculo económico, los actos de compra venta en el seno de la industria nacionalizada son el vehículo de la introducción de la ley del valor y, a través de ella, de reajustes económicos que implican un retroceso hacia el capitalismo:

“…la ley del valor es la ley fundamental del capitalismo; ella es la que acompaña, la que está íntimamente ligada a la mercancía, célula económica del capitalismo. Al adquirir la mercancía y la ley del valor sus plenas atribuciones, se produce un reajuste en la economía de acuerdo con la eficiencia de los distintos sectores y unidades y aquellos sectores o unidades que no son lo suficientemente eficientes desaparecen. Se cierran fábricas y emigran trabajadores yugoslavos (y ahora polacos) a los países de Europa Occidental en plena expansión económica. Son esclavos que los países socialistas envían como una ofrenda al desarrollo tecnológico del Mercado Común Europeo”[3].

No hay dudas de que este punto de vista del Che chocaría, por ejemplo, contra el planteo de cierre de industrias estatales “ineficientes” que promueve la actual política económica restauracionista del gobierno cubano.

Esencialmente, los argumentos del Che reproducen los argumentos del principal economista de la Oposición de Izquierda en Rusia, Evgueny Preobrazhensky, cuya influencia en las ideas del Che resulta indudable. Borrego confirma que el Che y sus compañeros habían estudiado a fondo La nueva economía, la obra principal de Preobrazhensky.


El estímulo moral en la transición

A esta polémica sobre la organización de la industria socialista estaba ligada otra, de gran importancia y a menudo más conocida: la cuestión del estímulo moral, que es el tipo de estímulo correspondiente al proceso de construcción de la sociedad socialista. El uso del estímulo material, aunque fuera inevitable, en las condiciones de la transición al socialismo supone una dinámica contradictoria.

“No negamos la necesidad objetiva del estímulo material, sí somos renuentes a su uso como la palanca impulsora fundamental. Consideremos que, en economía, este tipo de palanca adquiere rápidamente categoría per se y luego impone su propia fuerza en las relaciones entre los hombres. No hay que olvidarse que viene del capitalismo y está destinada a morir con el socialismo”[4].

El estímulo moral debe primar sobre el estímulo material, no sólo desde el punto de vista del desarrollo de la conciencia socialista, sino además porque, una vez que han surgido las nuevas relaciones de producción, la conciencia puede ser un formidable acicate de la producción social:

“Se puede abordar el problema de la construcción de la nueva conciencia porque estamos frente a nuevas formas de relaciones de producción y, aunque en sentido histórico general la conciencia es el producto de las relaciones de producción, deben considerarse las características de la época actual cuya contradicción fundamental (en niveles mundiales) es la existente entre el imperialismo y el socialismo. Las ideas socialistas tocan la conciencia de las gentes del mundo entero, por eso puede adelantarse un desarrollo al estado particular de las fuerzas productivas en un país dado”. 

Las ideas socialistas no pueden brotar de la nada, surgen de las propias contradicciones del régimen burgués. Pero una vez que estas contradicciones han alcanzado un carácter mundial (la época imperialista), pueden extenderse incluso allí donde el capitalismo no se ha desarrollado plenamente. Sobre esta base se apoya la posibilidad de la revolución proletaria en los países atrasados. Surgen nuevas relaciones de producción, sobre cuya base es posible desarrollar la conciencia socialista. Esta, a su vez, se transforma en una palanca del desarrollo de las fuerzas productivas.

Este es el razonamiento del Che. Se podría objetar que estas ideas no encuentran analogía con los procesos que permitieron el desarrollo de las formas de producción presocialistas. La conciencia jugó siempre un papel subordinado en el desarrollo de las nuevas formas económicas y sociales. Pero hay sobradas razones para suponer que en el socialismo, la primera forma de producción desde el comunismo primitivo destinada a satisfacer las necesidades del conjunto de la sociedad, la conciencia puede jugar un papel decisivo, en tanto se apoyaría en un desarrollo de las fuerzas productivas que permitiría la planificación racional del trabajo y la producción.

Es cierto que, a mayor retraso económico, son menores las posibilidades de que haya un predominio de la  conciencia y la planificación, mucho más cuando se convive con sociedades capitalistas que de un modo u otro, pesan y conspiran contra el desarrollo de la economía socialista. Pero como principio, como concepto, salta a la vista que la conciencia juega un papel definitorio en toda economía planificada.


Sistema presupuestario, estímulo moral y crítica de la burocracia

Por supuesto, existe una relación coherente entre la defensa del sistema presupuestario de financiamiento y la idea de la necesidad del predominio de los estímulos morales sobre los materiales. En el sistema del cálculo económico, la responsabilidad respecto al cumplimiento del plan nacional recae sobre la unidad de producción. La empresa se halla presionada por la autogestión financiera a cumplir o a sobrecumplir las pautas del plan: esto es cuestión de vida o muerte y el único mecanismo que garantiza una elevación rápida de la producción es el estímulo material.

Pero a la vez, esto introduce deformaciones que perjudican al desarrollo armónico del plan nacional, lo que provoca fenómenos de superproducción de artículos de consumo o de fabricación de medios de producción por encima de las necesidades, que aunque por su naturaleza no mercantil no se desperdician, permanecen ociosos o funcionan por debajo de su capacidad de producción individuales. Se corroe progresivamente la centralización imprescindible para la planificación, se desarrolla en el trabajador el interés individual. El estímulo moral, en cambio, en tanto se basa en el desarrollo de la conciencia socialista, es el mecanismo natural de la planificación socialista, que es planificación consciente.

El punto de vista del Che, en este punto, es esencialmente igual al de Trotsky, que consideraba que el mecanismo propulsor del retorno al capitalismo en la URSS era la contradicción entre la propiedad socialista y la vigencia de las normas burguesas de reparto[5]. Y aquí es donde aparece el nexo lógico entre la crítica económica del Che y su crítica del por entonces incipiente proceso de burocratización cubano: el abandono del sistema presupuestario e expresión de la emergencia de una burocracia cada vez más privilegiada:

“Y para ser consecuentes con el interés material, este se establece en la esfera improductiva y en la de los servicios. Entonces surgen los grandes mariscales con salarios de grandes mariscales, los burócratas, las dachas y las cortinitas en los automóviles de los jerarcas. Esa es la justificación, tal vez, del interés material a los dirigentes, principio de la corrupción, pero de todas maneras, es consecuente con toda la línea del desarrollo adoptada en donde el estímulo individual viene siendo la palanca motora porque es allí, en el individuo, donde, con el interés material directo, se trata de aumentar la producción o la efectividad.”[6]

El antídoto contra estas poderosas tendencias que podían preparar el camino de la restauración no se hallaba para el Che, sin embargo, dentro de Cuba. Cómo para Trotsky, el modo de combatir el proceso de burocratización, cuya base material es el atraso económico de los países que en el Siglo XX emprendieron la construcción del socialismo, es el desarrollo de la revolución mundial. Fue el camino que transitó siempre, el que lo llevó a Cuba, al Congo y al heroico destino boliviano.


Estudiar a Trotsky y al Che

La profundidad y la amplitud de los temas que el Che abordó como dirigente de la revolución cubana no se agotan en este breve resumen, destinado a orientar a los compañeros cubanos que integran lo que, en un reciente artículo en Prensa Obrera, Guillermo Kane llamó “una nueva generación de marxistas cubanos” [7].

Ligar la  obra teórica de Trotsky con la del Che puede producir profundos efectos políticos en el contexto del proceso político cubano actual. Y aunque buena parte de la obra teórica del Che aparece dispersa, sometida a las necesidades de la polémica y de la lucha política, en ella puede apreciarse un profundo dominio de la teoría marxista.

Por eso, es probable que su estudio combinado permita sacar conclusiones prácticas de incalculable valor para la lucha por la democratización proletaria de Cuba, y para elaborar un balance sobre la derrota de la revolución proletaria en el Siglo XX y de sus perspectivas en el Siglo XXI.



[1] “Nunca vi una amistad basada en criterios tan compartidos como la de Fidel y el Che”: entrevista de Luis Brunetto a Aurelio Alonso, en El furgón- Noticias desde Sudestada, 


[2] “El Che lector de El Capital”: entrevista de Néstor Kohan a Orlando Borrego, Borrego se refiere a la lectura de varias obras de Trotsky, no sólo a La revolución permanente.


[3] “Carta Inédita del Che a Fidel Parte II: El sistema presupuestario de financiamiento”, en Estación Finlandia https://bit.ly/3osIerA


[4] Guevara, Ernesto: “Sobre el sistema presupuestario de financiamiento”, en El gran debate sobre la economía cubana, Ocean Sur, 2018.


[5] Trotsky, León: La revolución traicionada, Crux Ediciones, 1984.


[6] “Carta Inédita…”, en Estación Finlandia 


[7] Guillermo Kane: “Una nueva generación de militantes marxistas está surgiendo en Cuba”, en Prensa Obrera