#CubanSpirit

por Frank García Hernández



a mi novia Claudia y a nuestra niña Seve, que Cuba les llega atardeciendo

La foto fue tomada durante las inundaciones del pasado viernes 3 de junio que, como mínimo, hundió en el río Almendares al precarizado barrio habanero llamado El Fanguito, las aguas tomaron calles céntricas convirtiéndolas en ríos efímeros, penetraron otros barrios obreros y causaron más de 200 derrumbes solo en la capital cubana.

Esa imagen es el espíritu del pueblo cubano. No es la compleja alma rusa de la que hablaba Dostoievski en sus novelas, sino la alegría del ajiaco que describe muy bien el antropólogo Fernando Ortiz: una mezcla de las culturas llegadas de las Españas y las Áfricas, donde se diluyen otras pequeñas migraciones y se construye una isla identitariamente homogénea, de un solo idioma y el arroz con frijoles en cada mesa como plato principal; -muchas veces único y en la actualidad primando el arroz seco, porque comer frijoles es casi un lujo-. Ahora habría que agregar el impacto cultural de Estados Unidos como vecino, tratando de destruir durante más de un siglo todo proyecto emancipatorio cubano y alojando desde hace décadas a más de un millón de cubanas y cubanos.

Hemos resistido durante más de 60 años y no nos rendimos. Sin embargo, ahora mismo al pueblo cubano no le queda claro contra qué es la resistencia. Muy pocos ven en el bloqueo estadounidense la razón de sus males y sí culpan al gobierno por la situación crítica que viven. Muchos ni siquiera creen que el paquete económico llamado Tarea Ordenamiento han sido errores sino que el gobierno las tomó sabiendo cuál sería su duro impacto en la clase trabajadora.

Desde octubre hasta mayo habían emigrado a Estados Unidos, atravesando la frontera con México, más de 115mil cubanes, o sea: poco más del 1% de la población de Cuba. Mientras tanto, la propaganda de la prensa estatal estalla abarrotada de consignas triunfalistas, hablando de una recuperación inexistente, diciendo que esta emigración masiva es porque Estados Unidos no cumple los acuerdos migratorios. Es cierto que EE.UU. debe otorgar anualmente a Cuba 20mil visas para quienes desean emigrar, pero si en solo siete meses la cifra de emigrantes cubanos asciende a 115mil ¿Por qué se irían los otros 95mil? Porque la crisis económica es insoportable para los jóvenes que se van, no se sienten representados en el discurso oficial y no tienen forma de cambiar la realidad.

En Cuba, a la inflación le golpea el desabastecimiento muchas veces imposible de imaginar por quienes no han visitado la isla recientemente. Las largas filas se hacen con la incertidumbre de no saber si se alcanzará lo que es urgente comprar o ni siquiera saber qué se vende, pero “¡Quién sabe! Si hay cola, algo habrá”.

En la década de los sesenta el pueblo cubano se enfrentó a un desabastecimiento quizá peor, vivía bajo la hoy inexistente entonces latente posibilidad de invasión yanki, sufría los sabotajes de una contrarrevolución armada, pero la clase trabajadora había hecho suyo un proyecto político del que se sentía parte y veía en sus líderes un ejemplo a seguir.

En contraste, el actual gobierno cubano está alejado cada vez más de las mayorías populares y su aceptación se desploma. Casi la totalidad de los jóvenes que apoyan al gobierno guardan algún vínculo con la burocracia dirigente, ya se han convertido en ella o tienen un nivel de vida por encima de las mayorías populares. Tampoco es raro ver jóvenes familiares de propietarios de negocios privados y los propietarios mismos apoyando abiertamente al gobierno: es una burguesía nacida de la burocracia y en muchos casos son los mismos burócratas quienes son dueños de negocios privados o guardan estrechas relaciones familiares con los propietarios de negocios privados. En ambos casos saben que la obediencia es la principal garante de sus prebendas burocráticas, el éxito de su mediocridad y la plusvalía de sus negocios amparados por el gobierno. Por su parte, la burocracia gana el alivio de sentirse apoyada y material para su propaganda donde estos jóvenes son los verdaderos representantes de la juventud cubana.

Sin embargo, la mayoría de los manifestantes del 11 de Julio eran jóvenes. No asombra entonces que sea difícil encontrar en los barrios populares a jóvenes oficialistas. En el mejor de los casos, la juventud de estos barrios sienten hacia el gobierno una agotada indiferencia. En Cuba es frecuente la circulación de memes y stickers -herramienta comunicacional distintiva de los jóvenes y adolescentes- que ridiculizan al presidente Díaz-Canel.

La burocracia cubana ha perdido a la mayoría de la juventud, pero no sabemos qué ha encontrado la mayoría de la juventud cubana para sustituir el discurso político de la burocracia. El hecho de que 115mil cubanas y cubanos escojan a Estados Unidos como su destino de vida habla también de la crisis política actual; de la cual no solo ha salido dañado el gobierno cubano sino también el socialismo como ideología y proyecto económico.

Ante este escenario las izquierdas a nivel internacional tienen dos posiciones. Una izquierda -principalmente heredera de partidos que cierta vez fueron orientados por Moscú, los maoistas transformados en dengxiaopinistas y la izquierda nacionalista- apoya acríticamente a la burocracia cubana y entienden a toda voz crítica como contrarrevolucionaria. Para esa izquierda, la crítica emanada del pueblo cubano es producto de debilidades políticas y el gobierno cubano lo presentan como la Revolución misma. O sea, es una izquierda que apoya a la burocracia y hace oídos sordos a los reclamos de la clase trabajadora cubana.

La otra izquierda cree en las críticas que parten de la clase trabajadora cubana, oyen primero a la clase trabajadora cubana y siempre dudan de la burocracia cubana. Esa izquierda está con la clase trabajadora y no con una burocracia que mantiene consignas socialistas, pero retrasa o abandona la construcción del socialismo. Esta izquierda es, mayoritariamente, los trotskismos.

No hay que coincidir con todos los análisis sobre Cuba hechos por los trotskismos para ver de parte de quién están los trotskismos. No pocas veces la lejanía y la información contradictoria provoca que sea difícil comprender a Cuba: un país que vive un proceso político cada vez más complejo y por tanto, los análisis no siempre terminan acertando. A veces algunos trotskismos sobreestiman la conciencia política de la clase trabajadora cubana y creen que la segunda Revolución socialista está al doblar la esquina. En otras, algunos trotskismos han otorgado un carácter popular a hechos, grupos y personalidades que incluso abiertamente se asumen “ni de izquierda, ni de derecha”. Pero esos mismos trotskismos jamás dudan de la clase trabajadora cubana. Y esos trotskismos también saben que las protestas del 11 de Julio no estuvieron controladas por la contrarrevolución, ni organizadas por la contrarrevolución, ni fueron un acto contrarrevolucionario y sí el gesto desesperado de trabajadoras y trabajadores sumidos en una situación crítica.

Quienes creen la propaganda oficial donde las protestas del 11 de Julio son presentadas como disturbios violentos repelidos por el pueblo, ignoran o quieren ignorar la realidad cubana. Esas organizaciones se pueden desgarrar a gritos repitiendo el discurso oficial cubano, pero sus análisis no evitan que la realidad cambie a su antojo. Estas son organizaciones imposibilitadas de explicar a sus bases qué sucede en Cuba y terminan desconcertadas ante hechos cada vez más graves. Terminan dando explicaciones irracionales, alejadas de la realidad cubana y los hechos le rompen el discurso. Eso fue lo que sucedió en los partidos orientados por Moscú cuando cayó la Unión Soviética. No supieron explicar el desastre y sus bases adoctrinadas, quienes al ver cómo caía su Vaticano abandonaron la militancia pasando a la desilusión o, incluso a la derecha. Las débiles justificaciones políticas a los errores de la Unión Soviética o el ocultamiento y distorsión de los hechos se desplomaron con la caída del llamado socialismo real y el dogma marxista-leninista. Igual ha sucedido con las protestas del 11 de Julio. Ante las protestas, la izquierda que apoya a la burocracia o consideró al 11J como un hecho contrarrevolucionario, rompió con la realidad y se lanzó a una campaña contra el bloqueo donde no mencionaban a las populares manifestaciones. Parecían irreconciliables con la realidad. Mientras en Cuba sucedían hechos únicos en 62 años, esa izquierda los ignoraba y hablaba inconexamente de algo viejo y que solo era una parte de lo sucedido.

Pero Cuba dista mucho de ser un escenario político que se puede cincelar a golpe de consignas. La burocracia cubana es indefendible, pero aún no existen las condiciones para una segunda Revolución socialista en Cuba. Ante la izquierda marxista crítica cubana -muy lejos de ser homogénea- se presenta un grave escenario político y su aún carácter embrionario hace que se le dificulte avanzar. Los trotskismos tienen el deber revolucionario de llegar a la clase trabajadora cubana e intentar en ella la construcción de un nuevo paradigma socialista. El fundamental texto de Trotski, La Revolución traicionada causa un gran impacto en los jóvenes cubanos que lo leen por primera vez. Ven retratada una realidad muy cercana y encuentran en Trotski una novedosa herramienta política que, para su asombro, habla un lenguaje socialista muy lejano al de la burocracia. La crítica a la burocracia políticamente degenerada también se encuentra en el Che Guevara, pero la burocracia cubana ha sabido ocultar a este Che; relegándolo a poemas, camisetas e iconografía. Incluso, en el pasado congreso del Partido Comunista de Cuba el Che Guevara -tampoco Marx o Lenin- no estuvo presente entre las figuras históricas que presidieron el plenario.

Pero ni Trotski existe en las mayorías populares cubanas y ni los grupos marxistas críticos han logrado impactar en las mayorías populares. Para un preocupante gran sector de la juventud cubana el socialismo es, ni siquiera el proceso revolucionario de los sesenta, sino el sistema hoy existente en Cuba, burocratizado, con dirigentes alejados del pueblo, envuelto en consignas huecas y sumido en una crisis económica de la cual no ven la salida.

Desgraciadamente ese sector de la juventud -y de más edad- ven la salida en el capitalismo chino. Los sectores populares no ven como parte de sus males a la burguesía que acapara alimentos y productos de aseo para destinarlos a sus negocios privados. Lo entienden como parte de la mala gestión de la burocracia. Los burgueses emergentes sin vínculos con la burocracia son vistos en la población como una figura positiva y en quien inspirarse. Representan al cubano que a pesar de las trabas estatales logró tener éxito. Desde la aprobación de la ley de las pequeñas y medianas empresas (Pymes), la televisión nacional y provincial presenta amplios reportajes exaltando la figura del “emprendedor” que con su sola persistencia ha logrado crecer. Las palabras burguesía, plusvalía y capitalismo están ausente en esos reportajes televisivos. Al mismo tiempo, varias cadenas de cafés y dulcerías estatales han sido desmanteladas por decisión de la burocracia, presentando a la gestión estatal como pésima e imposible de sobrevivir a la crisis económica. En contraste, todos los bares, cafés, dulcerías, panaderías y restaurantes privados están abastecidos. No es raro que se rompan las panaderías estatales destinadas a vender a precios subvencionados el pan diario que recibe cada cubano. Las panaderías estatales que vendían no solo el pan correspondiente a la libreta de racionamiento tienen poca oferta -que desaparece ante las largas colas-; sin embargo, diariamente cientos de jóvenes contratados por panaderías privadas atraviesan con carretones las calles habaneras vendiendo pan sin presentar ningún problema en su oferta.

Es prácticamente imposible decir con toda certeza cuál será el futuro de Cuba. La propaganda oficial diría que es el triunfo de las ideas de Fidel y Raúl, la prensa opositora que caerá la “dictadura castrista” -sin explicar qué la sustituirá- y las mayorías populares se encogerán de hombros, dirán “¡Quién sabe!” y seguirán con el espíritu cubano: tratando de ser feliz aunque el agua les llegue al cuello.