El Partido y los artistas. Trotski dialoga con artistas de la Unión Soviética (fragmentos)

 

¿Debe la militancia comunista revolucionaria leer solamente libros sobre teoría marxista y literatura escrita por intelectuales de izquierda? Bajo el estalinismo, la intelectualidad y artistas en general, así como quienes consumían el arte y la literatura, sufrieron una terrible censura y represión. Durante las purgas, los más importantes exponentes del constructivismo soviético fueron no solo censurados: Malevitch estuvo meses en prisión y Gustav Klutsis, fue fusilado. En Cuba la censura brezhneviana no alcanzó esos horrendos niveles de represión, pero un escritor -comunista por demás- como Eduardo Heras León fue enviado a trabajar en una fundición de acero, prohibiéndosele todo acceso a las instituciones culturales. En otras ocasiones se llegó al patetismo de prohibir escuchar música en inglés porque supuestamente era “diversionismo ideológico”.

No hace falta llegar a esas prácticas estalinistas y neoestalinistas para caer en una mentalidad que se oponga a todo tipo de expresión cultural producida por intelectuales no marxistas ¿Qué hacer con el descomunal cineasta ruso Andrei Tarkovski, censurado por la burocracia soviética porque una de sus más importantes obras fue la biografía de un pintor ruso medieval, después canonizado por la iglesia ortodoxa? ¿No debemos entonces ver el film Andrei Rubliev, parte inseparable de la historia toda de la humanidad? ¿No debemos los marxistas leer las cartas cruzadas entre Borges, Ocampo, Pizarnik y Xul Solar que -entre otros aspectos- hablan sobre la astrología en la literatura? ¿Solo por dicha temática deben ser desechadas esas obras producidas por cuatro de los más importantes escritores de la literatura universal? ¿El militante comunista no debe leerlas o si decide hacerlo, que lo haga en secreto con la culpa de estar consumiendo literatura producida por escritores no marxistas? ¿Debemos preferir a Cortázar solo por su postura de izquierda, aunque la gran mayoría de sus textos no tienen nada que ver con política, más bien son de una temática idealista -por tratar de clasificarlo dentro de los cánones tradicionales del marxismo-?

Gramsci fue uno de los principales marxistas que teorizó sobre la cultura, pero Trotski tiene el gran mérito de haber analizado la cultura y la relación con los intelectuales bajo un Estado obrero. Estos debates de Trotski con un grupo de intelectuales soviéticos criticando lo que se dio en llamar la cultura proletaria y cómo debe ser la relación de los comunistas con el arte, son textos necesarios, desgraciadamente olvidados. Los militantes trotskistas que proponen no leer literatura “burguesa” y critican a quien lo hace debieran primero leer los textos de Trotski sobre la cultura.

Frank García Hernández


Intervención de Trotski en una reunión organizada el 9 de mayo de 1924 por el departamento de prensa del Comité Central sobre “la política del Partido en el campo de la literatura*”.

(…) tratad de sacar las conclusiones necesarias, y de comprender por qué ese monolitismo de la literatura política y de la poesía no existe.

(…)

Las revistas marxistas -por no decir nada de las semimarxistas- que han llegado más tarde, incluida “La Educación” (Prosveschénié), jamás han tenido una sección literaria “monolítica” v han ofrecido amplios espacios a los “compañeros de viaje”. En función de las circunstancias se ha podido ser más estricto o más lato al respecto, pero a falta de elementos artísticos indispensables, era imposible llevar en el terreno del arte una política “monolítica”.

Pero, en el fondo, a Raskolnikov nada de esto le interesa. En las obras artísticas ignora precisamente aquello que las convierte en artísticas. Es la deducción patente de su notable juicio sobre Dante. Según él, lo que constituye el valor de La Divina Comedia es el hecho de que permite comprender la psicología de una clase determinada en una época determinada. Plantear la cuestión de ese modo es, simplemente, eliminar La Divina Comedia del terreno del arte. Quizá sea llegado el momento de hacerlo, pero entonces es preciso comprender claramente el fondo del problema y no tener las consecuencias lógicas. Si digo que el valor de La Divina Comedia reside en el hecho de que me ayuda a comprender el estado de espíritu de determinadas clases en una época determinada, la convierto simplemente en un mero documento histórico; pero como obra de arte, La Divina Comedia se dirige a mi propio espíritu, a mis propios sentimientos, y debo decir algo. La Divina Comedia de Dante puede ejercer sobre mí una opción oprimente, aplastante, alimentar en mí el pesimismo o la melancolía, o por el contrario reconfortarme, animarme, entusiasmarme... En cualquier caso, ahí reside fundamentalmente la relación entre el lector y la obra. Por supuesto, que nada impide a un lector comportarse como investigador y ver en La Divina Comedia únicamente el documento histórico. Es evidente, sin embargo, que esas dos actitudes se sitúan en dos planos, ligados, por supuesto, pero no coincidentes. ¿Cómo explicar entonces que pueda haber no sólo una relación histórica, sino además una relación estética directa entre una obra de la Edad Media italiana y nosotros? No se puede explicar por el hecho de que todas las sociedades clasistas, por diversas que sean, tienen rasgos comunes. Es un hecho que obras de arte realizadas en una villa italiana de la Edad Media pueden convencernos hoy. ¿Qué es preciso para que esto se produzca? Poco: basta con que el estado espiritual y los sentimientos que traducen hayan encontrado una expresión amplia, intensa, potente, capaz de elevarlos por encima de los estrechos límites de la vida de entonces. Claro está que Dante es un producto de un medio social determinado. Pero también es un genio. Su arte eleva las emociones propias de su época a una altura pocas veces alcanzada. Y si hoy miramos otras obras de la Edad Media como simples objetos de estudio, cuando vemos en La Divina Comedia una fuente de percepción artística no es porque Dante fuera un pequeño burgués florentino del siglo XVIII, sino a pesar de serlo. Tomemos como ejemplo un sentimiento psicológico elemental: el miedo a la muerte. Tal sentimiento no es sólo propio del hombre; también los animales lo sienten. En el hombre, ese sentimiento queda expresado en un principio simplemente por el lenguaje articulado; luego, encontró una expresión artística. Tal expresión ha variado según las épocas y los medios sociales, es decir, los hombres han temido a la muerte de forma distinta. Sin embargo, cuando dicen no sólo Shakespeare, Byron o Goethe, sino también los psalmistas, es capaz de conmovernos (Exclamación del camarada Libedinski). Sí, sí, camarada Libedinsky, he llegado precisamente en el momento en que usted explicaba al camarada Voronsky en términos de abecedario político -la expresión es de usted- las diferencias de mentalidad de las diferentes clases. Bajo esa forma general, es indiscutible. Sin embargo, usted no puede negar que Shakespeare y Byron hablan a nuestra alma, a la suya y a la mía.

LIBEDINSKI.-Dejarán de hacerlo dentro de poco.

TROTSKY.-¿Dentro de poco? No lo sé. Lo que es cierto es que llegará una época en que las personas verán las obras de Shakespeare y de Byron como nosotros vemos hoy las de los poetas de la Edad Media, es decir, únicamente desde el punto de vista del análisis histórico. Sin embargo, mucho antes de que eso ocurra habrá una época en que las gentes ya no buscarán en El Capital, de Marx, preceptos para su actividad práctica; una época en la que El Capital se habrá vuelto un simple documento histórico, lo mismo que el programa de nuestro Partido. Por el momento, ni usted ni yo estamos dispuestos a relegar a Shakespeare, a Byron y a Pushkin en los archivos. Al contrario, vamos a recomendar su lectura a los obreros. El camarada Sosnovsky, por ejemplo, recomienda con calor la lectura de Pushkin porque, según dice, Pushkin servirá todavía cincuenta años. Dejemos a un lado las cuestiones de tiempo. ¿En qué sentido podemos recomendar a los obreros la lectura de Pushkin? ¡En él no hay ningún punto de vista de clase proletario, y mucho menos ninguna expresión monolítica de las ideas comunistas! Cierto, la lengua de Pushkin es espléndida -¡qué más se puede decir!-, pero sirve para expresar una visión del mundo aristocrático. ¿Vamos a decirle al obrero: Lee a Pushkin para comprender cómo un gentilhombre de la corte y propietario de siervos acogía la primavera y despedía el otoño? Por supuesto, eso existe en Pushkin, elemento de una capa social muy determinada. Pero la expresión que Pushkin ha dado a su estado anímico se halla tan nutrida de experiencias artísticas v psicológicas seculares, tan general en una palabra, que todavía sirve en nuestros días y todavía servirá como dice Sosnovsky, otros cincuenta años como mínimo. Entonces, cuando se me viene a decir que para nosotros el valor artístico de Dante consiste en el hecho de que expresa la vida y las costumbres de una época determinada, no me queda más que abrir los brazos en señal de desaliento. Estoy convencido de que muchas personas, yo incluido, al leer a Dante tendrían que hacer un gran esfuerzo de memoria para recordar la fecha y el lugar de su nacimiento, cosa que no les impediría sacar un extremado placer artístico si no de toda la Comedia, al menos de muchas de sus partes. Dado que no soy un historiador de la cultura medieval, mi reacción ante Dante es principalmente de orden artístico.

RIAZANOV.-Eso es una exageración: “Leer a Dante es bañarse en el mar”, tal era lo que Chevyriev, que también estaba contra la historia, le objetaba ya a Bielinsky.

TROTSKY.-No pongo en duda que Chevyriev haya dicho eso, camarada Riazanov, pero usted se equivoca al decir que yo estoy contra la historia. Es evidente que abordar a Dante desde el punto de vista histórico es perfectamente legítimo, necesario, y que eso influye sobre nuestra reacción estética frente a su obra, pero no se puede reemplazar un término por otro. Recuerdo lo que sobre este punto escribía Kareiev en una polémica contra los marxistas: que nos muestren entonces esos “marxistas” (era el apelativo irónico que daban en la época a los marxistas), que nos muestren por qué presuntos intereses de clase ha sido dictada La Divina Comedia. Por otro lado, un viejo marxista italiano Antonio Labriola, escribió aproximadamente lo siguiente: “Sólo los imbéciles pueden tratar de interpretar el texto de la Divina Comedia por las facturas que los mercaderes de tejidos florentinos enviaban a sus clientes.” Recuerdo esta frase casi de memoria porque he tenido que citarla más de una vez en polémicas contra los subjetivistas. Creo que el camarada Raskolnikov aborda a Dante, e incluso el arte general, no con criterios marxistas, sino con los criterios del difunto Chuliatikov, quien en este terreno ha hecho una verdadera caricatura del marxismo. De esta caricatura Antonio Labriola ha dicho con todo vigor lo que había que decir.

“Por literatura proletaria entiendo una literatura que mira el mundo con los ojos de la vanguardia”, etc. Eso es lo que dice el camarada Lelievitch. Definición excelente que estamos dispuestos a adoptar. Sin embargo, habría que ofrecernos no sólo una definición, sino también la literatura, ¿Dónde está? ¡Enseñádnosla!

LELIEVITCH.-Komsomolia. Es la mejor obra de estos últimos tiempos.

TROTSKY.-¿Qué tiempos?

UNA VOZ.-El año pasado.

TROTSKY.-Muy bien. El año pasado. No tengo ninguna intención de polemizar. Sobre las obras de Bezimensky tengo una opinión que en ningún caso, según espero, puede considerarse negativa. He apreciado de forma muy elogiosa Komsomolia, que leí cuando no era más que una manuscrito. Pero independientemente del hecho de saber si con sólo este hecho se puede proclamar el nacimiento de una literatura proletaria, diré simplemente que Bezimeansky no existiría como artista si en la actualidad no tuviésemos a Maiakovsky, a Pasternak, e incluso a Pilniak.

UNA VOZ.-Eso no prueba nada.

TROTSKY.-Sí. Eso por lo menos prueba que la creación artística de la época actual aparece como un tejido extremadamente complejo que no se fabrica de forma automática, a golpe de reuniones, de círculos y de seminarios, sino que se crea poco a poco, mediante relaciones complejas (…)

¡Ahí tenéis un ejemplo de cómo el arte y la política no son siempre monolíticos!

(…)

Aquí mismo el camarada Pletnev me ha atacado citando a Vladimir llich para defender sus concepciones abstractas sobre cultura proletaria y sobre literatura proletaria como parte de esa cultura. ¡Ha dado en el clavo! Detengámonos un instante en su examen. Recientemente ha aparecido un libro de Pletnev, Trétyakov y Sizon en que se defiende la cultura proletaria con la ayuda de citas de Lenin contra Trotsky. Esos procedimientos están hoy día muy de moda. Sobre ese tema, Vardin podría escribir toda una tesis. Sin embargo, camarada Pletnev, usted conoce de sobra el estado de la cuestión, pues que vino a mí para escapar de las iras de Vladimir Ilich, quien se disponía, por lo que se refiere a la “cultura proletaria”, a prohibir totalmente el Proletkult, como usted suponía. Y yo le prometí que, bajo ciertas condiciones, yo asumiría la defensa de la Proletkult. También le dije que en lo referente a las abstracciones de Bodganov sobre la cultura proletaria, yo estaba contra ustedes y contra su protector Bujarin, y completamente de acuerdo con Vladimir Ilich.

El camarada Vardin, que ahora sólo habla como si fuera la personificación misma de la tradición del Partido, no tiene reparo alguno en pisotear de la forma más grosera todo cuanto Lenin escribió sobre cultura proletaria. La hipocresía, como se sabe, no es rara en este mundo: se cita a Lenin a cada paso, pero se predica exactamente lo contrario. Lenin condenó sin remisión, y en términos que no admiten ningún tipo de interpretación, los “parloteos” sobre la cultura proletaria. Nada más fácil, sin embargo, que desembarazarse de ese testimonio importuno;

(…)

Los camaradas que toman aquí la palabra bajo la rúbrica de “cultura proletaria” acogen de modo distinto tal o cual idea, según la actitud que los actores de estas ideas manifiestan hacia los círculos del Proletkult.

(…)

Sí, hay que tratar el arte como arte, y a la literatura como literatura, es decir, como dominio a todas luces específico de la actividad humana. Evidentemente, todos nosotros tenemos un criterio de clase que no se aplica de igual modo en el terreno del arte, pero ese criterio de clase tiene que sufrir aquí una especie de refracción artística, es decir, que debe conformar con el carácter absolutamente específico de la esfera de actividad a que lo aplicamos. Y esto la burguesía lo sabe de sobra; también ella considera el arte desde el punto de vista que le interesa, pero precisamente porque trata el arte como arte.

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No se puede abordar el arte como un hecho de la política. Y no porque la creación artística sea una ceremonia y una mística, como alguien aquí ha dicho irónicamente, sino porque tiene sus reglas y sus métodos, sus propias leyes de desarrollo y, sobre todo, porque en la creación artística un papel considerable recae en los procesos subconscientes -que son mas lentos, más parsimoniosos, más difíciles de controlar y de dirigir, precisamente porque son subconscientes.

(…)

Para un artista, girar deliberadamente en torno a su eje, aunque no sea más que algunos grados, es una tarea extremadamente difícil, vinculada por regla general a una crisis profunda, a veces mortal. Ahora bien, nosotros tenemos que realizar en este terreno un viraje que no interesa a un individuo o a un reducido círculo, sino a toda una clase social. Es decir, que se trata de un proceso extremadamente largo y complejo. Cuando hablamos de literatura proletaria no en el sentido de relatos o de poemas aislados más o menos logrados, sino en el sentido infinitamente más serio en que hablamos de literatura burguesa, no tenemos derecho a olvidar un solo instante el enorme retraso cultural de la inmensa mayoría del proletariado. El arte se crea sobre la base de una interacción constante entre la clase y sus artistas, en los planos de la vida cotidiana. Los artistas vivían y viven en una atmósfera burguesa, respiran el aire de los salones burgueses, se impregnan cada día, en su carne y en su sangre, de las sugerencias de su clase. Los procesos subconscientes de su actividad creadora se alimentan ahí. ¿Constituye el proletariado hoy por hoy un medio cultural e ideológico en el que un artista joven, sin salir de la vida cotidiana de ese medio, pueda recibir todas las sugerencias necesarias y adquirir al mismo tiempo el dominio de su arte? No. Desde el punto de vista cultural, las masas obreras llevan un retraso infinito; en este terreno el hecho de que la mayoría de los obreros sea analfabeta o semianalfabeta constituye un obstáculo de primera envergadura. Es más, el proletariado, en tanto que permanezca como tal, está obligado a gastar lo mejor de sus fuerzas en la lucha política, en la restauración de la economía y en la satisfacción de las necesidades culturales más elementales: lucha contra el analfabetismo, la enfermedad y la suciedad, la sífilis, etc. Por supuesto, también se puede denominar cultura proletaria los métodos políticos y a la práctica revolucionaria del proletariado; pero es una cultura que de cualquier forma se halla destinada a desaparecer a medida que se desarrolle una nueva y auténtica cultura. Y esta nueva cultura será tanto más cultura cuanto menos proletariado sea el proletariado, dicho de otro modo, cuando la sociedad socialista se desarrolle más.

Maiakovsky escribió una cosa muy importante, titulada Los trece apóstoles, cuyo contenido revolucionario era todavía bastante informe y nebuloso. Pero cuando el mismo Maiakovsky decidió dar un giro para seguir la línea del proletariado y escribió 150.000.000, tuvo que afrontar los sudores más crueles en el plano racional. Lo cual significa que en el orden de la razón ha ido más allá de sus posibilidades creadores profundas.

(…)

 A esto sólo hay que añadir que un origen archiproletario es incapaz en sí mismo en las circunstancias actuales, de proporcionar a un escritor ninguna especie de garantía de que sus obras estarán orgánicamente vinculadas a su clase. Ningún círculo de escritores proletarios puede dar esa garantía

(…)

Lo repito una vez más, no se puede de ningún modo poner en el mismo plano histórico la literatura feudal, la literatura burguesa y la literatura proletaria. Esta clasificación histórica está radicalmente viciada. Lo he dicho en mi libro, y todas las objeciones que se me han hecho al respecto me han parecido poco serias y poco convincentes. Quienes hablan de cultura proletaria con seriedad y con una perspectiva a largo plazo, los que hacen de la cultura proletaria una plataforma, piensan en esta cuestión, por analogía formal con la cultura burguesa. La burguesía ha tomado el poder y ha creado su propia cultura; el proletariado, después de haber tomado el poder, creará una cultura proletaria. Pero la burguesía es una clase rica, y por tan o instruida. La cultura burguesa existía ya antes de que la burguesía se haya apoderado formalmente del poder. Y si la burguesía ha tomado el poder, lo ha hecho para asegurar y perpetuar su dominación. En la sociedad burguesa, el proletariado es una clase desheredada que no posee nada y que por tanto no está en disposición de crear su propia cultura. Al tomar el poder sólo tiene, por vez primera, la posibilidad de darse auténticamente cuenta de su espantoso retraso cultural. Para vencer este retraso hay que suprimir, en primer lugar, las condiciones que hacen que siga siendo una clase. Se podrá hablar cada vez más de una nueva cultura a medida que haya cada vez menos un carácter de clase. Ahí está el fondo de la cuestión, y el principal desacuerdo cuando se trata de perspectivas. Algunos, alejándose de la posición de principio sobre la cultura proletaria, dicen: ante nosotros sólo tenemos el período de paso al socialismo, esos veinte, treinta, cincuenta años que serán precisos para destruir el mundo burgués y construir un mundo nuevo. ¿Puede llamarse literatura proletaria a la literatura que se cree durante este período, para y en beneficio del proletariado? En cualquier caso, nosotros empleamos aquí el término “literatura proletaria” en un sentido totalmente distinto de aquel que tenía en nuestra primera concepción. Lo esencial del asunto no reside ahí. A escala internacional, el rasgo esencial del período de paso al socialismo será una intensa lucha de clases.

(…)

otras asociaciones del mismo género no son en modo alguno jalones de la actividad cultural de clase del proletariado, sino sólo episodios que interesan a círculos restringidos de personalidades. Si de estos grupos salen algún día jóvenes poetas o escritores de talento, no por ello generará una literatura proletaria, por muy útil que sea. Pero si os agotáis intentando transformar la M. A. P. P. o la V. A. P. P. en fábricas de literatura proletaria, fracasaréis evidentemente como habéis fracasado hasta ahora. Un miembro de una asociación de este género se considera a sí mismo representante del proletariado en arte, o como un representante del arte en el proletariado. La pertenencia a la V. A. P. P. parece conferir cierto título.. Se me responde que la V. A. P. P. es simplemente un medio comunista que aporta al joven poeta las sugerencias necesarias, etc. Bien, ¿y entonces, qué pasa con el Partido comunista? Si este joven poeta es efectivamente un poeta y un auténtico comunista, el P. C. R. le proporcionará para su trabajo incomparablemente más sugerencias que la M. A. P. P. o que la V. A. P. P. Por supuesto, el Partido debe mostrar -y lo hará- la mayor solicitud respecto a cada joven talento cercano a él, emparentado a él por las ideas. Pero su tarea principal en el dominio de la literatura y de la cultura sigue siendo desarrollar la instrucción -tanto la instrucción a secas como la educación política y científica- de las masas obreras y crear con ello las bases de un arte nuevo.

Sé de sobra que esta perspectiva no os satisface. No os parece suficientemente concreta. ¿Por qué? Porque os representáis el futuro desarrollo de la cultura de forma demasiado metódica, como una evolución prevista: los gérmenes actuales de la literatura proletaria, decís, van a crecer y a desarrollarse, enriqueciéndose constantemente, y veremos constituirse una auténtica literatura proletaria que luego se fundirá en la gran corriente de la literatura socialista. No, las cosas no ocurrirán así. Tras el período actual de tregua, en el que vemos -no en el Partido, sino en el Estado- crearse una literatura fuertemente influida por los compañeros de viaje, vendrán nuevos espasmos violentos, un nuevo período de guerra civil. Inevitablemente tendremos que participar en ella. Es muy probable que los poetas revolucionarios nos ofrezcan entonces buenos poemas de combate, pero pese a todo, el desarrollo general de la literatura se verá brutalmente interrumpido. Todas las fuerzas serán lanzadas a la lucha.

 

*Tomado del sitio web del Centro de Estudio e Investigación del Pensamiento de León Trotski.