¡Petro presidente! Lo bueno, lo malo y lo feo. Una victoria popular contra el fascismo en las urnas

Desde la costa atlántica colombiana nos llega un análisis marxista del camarada trotskista, gestor cultural y artesano, Gael, sobre el proceso político que comienza en su país tras el triunfo electoral de Gustavo Petro y Francia Márquez. Hoy en Colombia, el papel de una oposición de izquierda es un deber revolucionario. 



Por Gael

La victoria electoral del ex-guerrillero del M-19 Gustavo Petro (casual y simbólicamente un 19 de junio) ha sido todo un hito en la historia latinoamericana y sobre todo en la colombiana, partiendo en dos la línea de tiempo de nuestro país. No solo nunca un candidato de oposición a la oligarquía tradicional colombiana había llegado a la presidencia país, siendo asesinados en el pasado los referentes de izquierda de la Unión Patriótica Jaime Pardo Leal y Bernardo Jaramillo y del mismo M-19 Carlos Pizarro, así como también los candidatos más progresistas del Partido Liberal, Jorge Eliecer Gaitán (1948) y Carlos Galán (1989). Sino que además nunca antes un ex-miembro de un grupo guerrillero había logrado algo así, en un país donde reina en general a nivel nacional un enorme tabú en cuanto a esto.

Esta predisposición con políticos exguerrilleros y parte de la izquierda en general nació fruto de las aristas del conflicto y los errores y crímenes que cometieron muchos de estos grupos insurgentes. Nació un temor, desconfianza y hasta un odio recalcitrante inserto (social y mediáticamente) en la población, habiendo mismo muchas personas que se negaban a votar por Petro solo por ser ex-miembro de una guerrilla. Paradójicamente en el país con la mayor herencia y tradición guerrillera del continente, con grupos que aún se mantienen en armas, para la sociedad en general (sobre todo en las ciudades) era considerado un crimen mucho más atroz pertenecer a la guerrilla (cualquiera que fuera) que a los paramilitares o a algún cartel del narcotráfico o BACRIM (bandas criminales formadas a partir de los restos de las estructuras paramilitares fragmentadas y el narcotráfico). Prueba de ello son los dos periodos presidenciales de su mayor líder y promotor, Álvaro Uribe Vélez, el matarife. Uribe a través de un bombardeo mediático y el uso del terrorismo de Estado para masacrar a la oposición se encargó también de promover y generalizar el odio dirigido no solo a “la guerrilla”, sino contra cualquier forma de oposición a su gobierno y sus grupos al margen de la ley; encasillando a todos por igual como “comunistas” o directamente “guerrilleros” para condenarlos y despertar el desprecio de la población contra todos los “enemigos de la democracia y la libertad, promotores del castro-chavismo”. Es por ende un hecho histórico en sí mismo que un presidente provenga de este sector de “parias”, alcanzando la mayor votación en la historia de Colombia y obteniendo el mayor número de votos por un candidato presidencial, superando inclusive a su principal detractor, Álvaro Uribe.

Esto desde lo simbólico, pero desde lo político quizás los más trascendental que muestra esta elección es un agotamiento político del uribismo en todas sus variantes y un rechazo masivo de las masas que años atrás votaban por el matarife. Hubo, más allá de las diferentes expresiones políticas que votaron por Petro, una consciente intención de votar “contra Uribe”, de poner fin a dos décadas de terrorismo de Estado, pauperización de las condiciones laborales, miseria y toda clase de crímenes atroces promovidos por toda la mafia que encabeza Álvaro Uribe. El triunfo de Petro es en este sentido una victoria popular sin precedentes en la historia nacional y una catastrófica derrota del uribismo que maniobró de todas las maneras posibles (legales e ilegales) para derrotar a Petro en las elecciones.

Más allá de cualquier caracterización y denuncia que podamos hacer (y haremos) sobre Petro y su partido el Pacto Histórico, es importante no perder de vista que las masas colombianas han dado un giro a la izquierda y han repudiado de manera contundente al uribismo y la derecha fascista, paramilitar y narcotraficante que el matarife representa. El pueblo ha votado por un cambio, lleno de ilusiones en que con este gobierno se puede acabar, o por lo menos mitigar, todas la barbarie y las desgracias que nos han heredado desde hace 200 años la burguesía nacional y el imperialismo y con mayor violencia desde hace 20 años con el uribismo. Lejos de ser un voto por el socialismo (porque Petro mismo se caracterizó repetida y enérgicamente como “capitalista”) fue una apuesta por la paz (que nunca ha existido), la democracia (que en Colombia más que en ningún lado siempre ha sido una mentira) y contra la destrucción sistemática de la salud pública, la educación, las condiciones de vida y laborales denigrantes a las que la oligarquía nos tiene sumidos. Es por ello que por lo menos el autor de este artículo defendió la necesidad de votar por Petro, aun con duras y necesarias críticas, pero priorizando ante todo el rechazo a Uribe y el fascismo y alertando del peligro que pudiera acarrear que el gallo tapado de Uribe, Rodolfo Hernández, llegara al poder e impusiera ipso facto un Estado de conmoción nacional que no era otra cosa que una dictadura anunciada, o sea el recrudecimiento de la violencia estatal y paraestatal contra el pueblo y las comunidades campesinas y étnicas en los territorios. El mismo sentimiento embargaba en gran medida a todos los jóvenes de la Primera Línea y el pueblo en general que el año pasado salieron de manera heroica a luchar contra el gobierno de Duque en el paro nacional y este triunfo en general expresa la continuidad de este pueblo y esta juventud de querer ver cumplidos sus reclamos y exigencias de mejores condiciones de vida. Es muestra de una juventud que creció bajo el uribismo, pero que a diferencia de sus padres y abuelos no se dejó engañar y se hartó de las políticas neoliberales y criminales del matarife y la oligarquía que los respalda. Un gran porcentaje de los votos que le dieron la victoria a Petro provinieron en ultimas de los jóvenes que no se interesaban en política y se abstenían masivamente de votar. Es un motivo para celebrar entender que la victoria de Petro es por encima de todo en primera instancia una victoria del pueblo sobre la derecha.

 

¿Y ahora qué viene?

Pero como todo en la vida, por lo general la alegría no es completa y aunque entendamos que el enemigo principal y más peligroso del pueblo colombiano en la presente etapa sigue siendo el uribismo y toda la oligarquía rancia que representa, es necesario que como revolucionarios y marxistas no nos dejemos llevar por la emoción del momento y analicemos de manera crítica y rigurosa las implicaciones y posibles desenlaces que abre esta elección.

Petro llega al poder en una situación muy delicada y con innumerables peligros no solo para el pueblo sino inclusive para su persona en primera instancia. La derecha se ha pronunciado ya mediante sus emisarios más reconocidos, como las senadoras uribistas María Fernanda Cabal y Paloma Valencia y a través de las Fuerzas Armadas, como el general Zapateiro, quienes han expresado que no le van a hacer nada fácil la vida a Petro y su gobierno. El general Zapateiro llegó al punto de anunciar pretensiones golpistas diciendo antes de las elecciones que si Petro era electo las FF.AA. estarían en abierta oposición y se negarían a reconocer su mando en el Ejecutivo y sobre la estructura militar. De igual manera en la región norte del país y la costa atlántica antes de la primera vuelta electoral se dio un paro armado por parte del Clan del Golfo (paramilitares) como “advertencia” para meter presión y disuadir a la población de no votar por Petro; so pena de descargar una mayor violencia en los territorios donde operan. Con estas acciones, el Clan del Golfo logró su cometido en algunos municipios venciendo electoralmente a Petro o robándole la elección. Sin embargo, en general en esa región Petro arrasó en las urnas, expresión una vez más del rechazo del pueblo a la violencia paramilitar y el cerco de terror que imponen donde mandan estas estructuras con la protección del Estado. Todo esto nos advierte de los peligros inmediatos a los que seguimos estando sujetos más allá de la victoria de Petro. El uribismo, aunque en crisis, sigue vivito y coleando. Las estructuras paramilitares ligadas al narcotráfico y particularmente el Cartel de Sinaloa -quien desde México junto a su socio Uribe manda la parada de las drogas en el país desde hace años- siguen controlando a sangre y fuego -en alianza con el Estado y las FFAA- vastos sectores del país manejando a su antojo y a bala las economías y recursos en los territorios. De esta manera, el narcotráfico controla así las economías ilícitas como la droga, la extorsión y la minería ilegal, hasta las legales como la ganadería, la extracción de petróleo, entre otras.

Todo este escenario advierte que no solo va a continuar esta misma situación en los territorios más alejados, vulnerados y con menor presencia del Estado, sino que puede recrudecerse como venganza contra el pueblo y la victoria de Petro y de parte de un vasto sector de las FFAA no va a existir resistencia o rechazo a ello, sino que seguirán operando de manera cómplice como hasta ahora. De la misma manera hay un sinnúmero de funcionarios públicos inmerso en todos los estamentos e instituciones del Estado donde los secuaces del uribismo seguirán operando haciéndole la guerra a Petro y al pueblo, así como van a intentar mantener el poder y sus privilegios a toda costa.

Para que haya un cambio real en Colombia primero que todo se debe desarticular de hecho todas estas estructuras y depurar hasta el fondo las filas de las FFAA buscando y enjuiciando a todos los miembros de este complot criminal. Sino el cambio no pasara más allá de un manto institucional tan abstracto e intangible como fue la Constitución del 91; aprobada en asamblea constituyente de la cual participó el hoy presidente Petro, siendo declarada por muchos expertos en la materia como de las más progresistas del mundo, aunque en la práctica no se aplique. Él mismo puede ser víctima, no solo de un entramado criminal para desestabilizar el país y formarle una tormenta perfecta como la que le formaron el imperialismo yanki y la burguesía nacional de su país a Chávez y luego a Maduro como un bloqueo económico -especulando- u otras acciones para dislocarlo y culparlos de los crímenes de la derecha, sino que solo por empezar podría peligrar la vida de Petro. Aunque esta opción, a modo personal, considero en primera instancia la más lejana, ya que su gobierno, por más buenas intenciones que pueda tener Gustavo Petro como ser humano de cambiar la realidad colombiana, apunta abierta y decididamente a hacer un pacto político con la misma derecha y la burguesía nacional que lo persiguió y acusó de “terrorista” ¡inclusive con el mismo Uribe!

 

La reconciliación es entre el pueblo, no con nuestros verdugos

Desde el inicio de campaña algunas organizaciones de izquierda a nivel nacional e internacional denunciaron el oportunismo del PH de vincular a su campaña no solo a luchadores populares serios y consecuentes como la vicepresidenta electa Francia Márquez, o el líder campesino y congresista electo Cesar Pachón sino a representantes de la burguesía provenientes del uribismo en retirada como Roy Barreras y Armando Benedetti (vinculados a procesos de corrupción, y con investigaciones en curso) por solo nombrar los casos más notorios. Esta contradictoria y peligrosa alianza no solo se mantiene, sino que va creciendo con el tiempo a medida que Petro avanza hacia su posesión como presidente el próximo 7 de agosto y va incluyendo cada vez más a personajes venidos de partidos de la burguesía enemigos del pueblo dentro de su gabinete ministerial. Pero la gota que ha rebasado el vaso y con justa razón ha puesto los pelos de punta a algunos de sus votantes más conscientes y críticos ha sido la reunión de Petro con Uribe (propuesta por el primero), para concertar, dialogar y buscar “puntos comunes para una patria común”. Ya desde el vamos esto huele mal. ¿Cómo puede buscar (o mejor dicho encontrar) “puntos comunes” un hombre que lucha por la paz como Petro con el mayor criminal y genocida de nuestro país? ¿Qué cambio se puede fraguar dialogando con el directo responsable no solo de la violencia y terrorismo sino de todo el saqueo de recursos naturales, el atraso del país y las políticas neoliberales y anti laborales como lo es el matarife? Toda conciliación con el uribismo está condenada al fracaso y a la desilusión y traición al pueblo. Uribe no va a ceder nada que no le convenga y lo perjudique y sigue contando aun con un respaldo casi total de las FFAA y una maquinaria bélica organizada, estructurada y con vasto poder económico, enquistada en amplios territorios, como lo son los grupos paramilitares y el Cartel de Sinaloa. Aunque todos esto no debería representar ninguna sorpresa para los lectores más atentos y críticos del proceso, ya que desde la campaña lo había anunciado: que no iba a “meter preso a Uribe”. Aun entendiendo la división de poderes que consolida el Estado burgués y como una maniobra electoral tal vez para evitar justificar la tesis del uribismo de “la venganza del guerrillero” y sembrar miedo en la población y restarle votos, no podemos dejarnos engañar que bajo las pretensiones de reconciliación que expone Petro, debamos otorgarle el perdón a Uribe y todos los responsables materiales e intelectuales de la violencia contra el pueblo o sentarnos siquiera a dialogar con el mayor ampón de este país. Con criminales no se negocia, para que haya reconciliación, justicia y reparación Uribe y sus lacayos de las FFAA y el Centro Democrático y todos los relacionados con el paramilitarismo y los mismos grupos paramilitares (antiguos y modernos) deben ser juzgados y pagar por sus crímenes. Sin esto la política de reconciliación es pura impunidad y oportunismo. Uribe debe ir preso y más na… Como bien dijo el senador Gustavo Bolívar del Partido Humanista “(…) no podemos traicionar a las víctimas”. Hasta el mismo Petro corre peligro si deja impune al uribismo, ya que este aunque debilitado, sigue vivo y con pretensiones de recuperar el poder, y así como otros representantes de la burguesía nacional que hoy se acercan a Petro de manera oportunista ocultando su otrora rechazo al “guerrillero”, viendo el beneficio de untarse de las mieles del triunfo de quien llegó al poder, solo están esperando el momento justo para tumbarlo y mientras tanto operarán de manera pública junto al gobierno, presionándolo para que les hagan concesiones y seguir así oprimiendo a los trabajadores y campesinos y de manera subterránea junto a la oposición del Centro Democrático y quienes le hagan la rosca y la vida de cuadritos para en un momento sacarlo y colocar alguien más afín a sus interés o representante directo propio. En todo caso todo pacto con la burguesía es deshonesto (empezando por ella) y perjudicial para el pueblo. Como revolucionarios debemos, así como Lenin en el pasado, denunciar toda maniobra de conciliación de clases que lleve a pactar con nuestros opresores y verdugos y que en ultimas nos lleve a otra masacre o por lo menos a ceder en las pretensiones de un gobierno obrero y campesino, entendiendo como el único paso, que aun muy distante y fuera de contexto en esta coyuntura, será lo único que podrá ofrecer un cambio de hecho que pueda beneficiar para las masas. Sin perder la perspectiva, hay que luchar incansablemente por esta consigna así no esté a la orden del día, sin perder de vista que aun denunciando las maniobras conciliatorias de Petro con el sistema capitalista, lo primero y fundamental es aplastar a la derecha y encausar a todos los luchadores (que ahora votaron por Petro) a defender la vida y la dignidad del pueblo para una vez (si se lograra) extirpar al cáncer que es el uribismo para el país, luchar contra todo agente (sea el que sea) que abogue y defienda este sistema inhumano que es el capitalismo.

Por lo pronto cabe resaltar y saludar las pretensiones de retomar el proceso de paz con las FARC y empezar uno con el ELN. Todo esto como reclamo justo y sentido del pueblo colombiano. En todo caso el mayor desafío del gobierno de Petro en ese sentido será llevar la paz a esos territorios y lograr que las condiciones materiales y sociales que exige el pueblo y estos grupos para que paz se consolide sean garantizados. Capítulo aparte merece la lucha militar que deberá dar contra los carteles y grupos paramilitares apoderados de municipios enteros del país y la dificultad de enfrentarlos con unas FFAA totalmente viciadas e implicadas desde lo más bajo hasta lo más alto de la jerarquía militar con estos grupos. Es un escenario de características explosivas que solo el tiempo nos esclarecerá que desenlace tendrá.

Otro asunto que raya en el absurdo es la reunión como congresista electo de Cesar Pachón, a pedido de Petro con el presidente de la Federación de Ganaderos (FEDEGAN), representante acérrimo del uribismo y esposo de la Cabal, José Félix Lafaurie, para buscar alternativos para el campo como por ejemplo una posible reforma agraria. Sin querer poner en duda su lucha y sin emitir juicios críticos contra un líder campesino de la talla de Pachón, que interpeló numerosas veces a Uribe en público y lo acuso a viva voz de “paraco” y ha luchado sin temor en un departamento tan “godo” y lleno de paramilitares (recordemos que de ahí provenía Gacha, alias El Mexicano, difunto miembro del cartel de Medellín y promotor de los primeros grupos modernos de paramilitares), es menester mostrar lo aberrante y equívoco de esta reunión. ¿Cómo es posible concertar algo tan vital, sentido y delicado como una reforma agraria con uno de los principales promotores del despojo de tierra y el paramilitarismo en Colombia? Con el debido respeto que merece una figura como este líder campesino es preciso afirmar que una reforma agraria con un terrateniente como Lafaurie no solo está condenada al fracaso, sino que jamás será beneficiosa para el pueblo y serán más las concesiones que tendrán que hacer a la derecha paramilitar que las que beneficiarán al pueblo. De la misma manera, para que esta reforma de verdad beneficie a las masas campesinas empobrecidas por los TLC y las políticas neoliberales de Uribe, a los afros y los pueblos indígenas, deberá obligatoriamente perjudicar y estará encontrada diametralmente con los intereses de FEDEGAN y Uribe. Aun bajo el marco burgués, y sin llegar a proporciones o posiciones socialistas, esta reforma agraria es fundamental en Colombia, garantizando el acceso y la titulación de tierras para los campesinos que las necesiten, subsidios para el pequeño campesino, tecnificación y apoyo del gobierno para la producción, mejoramiento de vías terciarias,  suspensión de la operación artemisa y de la ofensiva del estado para despojar de tierras y ganado a los campesinos que llevan generaciones en áreas pobladas a base del desplazamiento por la violencia política generado luego del magnicidio de Gaitán a finales de los años 40. Mejor dicho, todo a lo que se han opuesto estos sectores oligárquicos del campo desde toda la vida hasta hoy. Pero para esto tendrán que enfrentarse de frente y con férrea voluntad de lucha a esta misma oligarquía terrateniente a quien hoy llaman al dialogo. Con ellos no hay dialogo posible: expropiación de tierras ociosas, devolución de las tierras despojadas a los campesinos, juicio y castigo a los que desplazaron a millones de campesinos para usurpar sus tierras. Ese sería un buen comienzo para un cambio en el campo.

En síntesis, en últimas para que esta reforma sí sea para el pueblo, debe ser dirigida por el pueblo y bajo las condiciones impuestas por el pueblo, o sea, que la reunión y las condiciones deben ser dialogadas con las organizaciones campesinas, las comunidades raizales afro e indígenas de trayectoria histórica de lucha en nuestro suelo.

Pero tal vez lo más triste que podemos sacar a relucir desde ya y antes que Petro se posesione es que, aunque en campaña anuncio que iba a desarticular el Escuadrón Móvil Antidisturbios, ESMAD, (reclamo histórico de la juventud, los estudiantes, los organismos de DDHH y el movimiento popular en general), ahora dice que lo va a reformar y preparar en derechos humanos y solución de conflictos de manera no violenta (¿?). Creo que para muchos será una gran decepción, una crónica de una tragedia anunciada para parafrasear a Gabo. Para mi es una traición abierta a las víctimas y el movimiento popular, además de una falta de honestidad con lo prometido en campaña. De nuevo, el ESMAD debe ser desarticulado, ya que no es más que una herramienta de represión de la burguesía contra el pueblo en sus manifestaciones y además ha sido un nido de asesinos y torturadores contra el movimiento social. Debe ser investigado a fondo y quienes sean reconocidos por sus crímenes contra el pueblo (como los asesinatos de Andrés Neira, Dylan Cruz, Lucas Villa, entre otros mártires de la juventud) deben ser judicializados y pagar por sus crimines. Sin justicia no hay reparación posible. Y los asesinatos de los jóvenes de la primera línea y el pueblo durante el paro tampoco deben quedar impunes. Debemos exigirle a Petro que durante su gobierno ayude a esclarecer y encontrar los responsables de estos crímenes y paguen por ellos.

Petro en alguna instancia más temprano que tarde va a tener que decidir si fallarle al pueblo o clavarle la estocada a la burguesía y al uribismo.

Algunos dicen, como popularmente se dice acá, “dejen miar al macho”. Pero cuando el macho esta “miando” fuera del tiesto y cuando le dimos el voto y se trata nada más y nada menos que del futuro de nuestro país, es pertinente no solo hacer las criticas, sino exigir que se cumpla no solo lo prometido en campaña sino todo lo necesario para que por lo menos en primera instancia como medida necesaria para que haya paz en Colombia; primero haya justicia y castigo a los genocidas autores del terrorismo de Estado y reparación a las víctimas. Sin eso la impunidad seguirá reinando y no habrá paz ni reconciliación posible.

Como revolucionarios debemos ser estudiosos de la historia y aunque cada proceso es diferente, debemos ver a donde han llevado otros ejemplos de líderes, que aun con buenas intenciones, fracasaron en su pretensión de reformar el sistema por la vía pacífica y mediante una victoria electoral. A Allende lo mató Pinochet, a Dilma la tumbó Temer y a Lula lo encanaron producto de este entramado golpista que convivió en el seno de su gobierno y que luego trajo como resultado la victoria de Bolsonaro. “De buenas intenciones está empedrado el camino del infierno” rezaba Lenin. Y al final de todo lo que cuenta no es la intención y de promesas y esperanzas no vive ni se libera el pueblo. El cambio es necesario y solo la revolución socialista en ultimas traerá un cambio real.

El compañero e historiador cubano, Frank García Hernández, de Comunistas, a quien respeto y sigo en sus escritos atentamente acertó al afirmar que “Petro no es Boric” ya que Colombia no es Chile y por ejemplo en Chile no hay conflicto armado de más de medio siglo presente, ni las estructuras paramilitares o carteles del narcotráfico (situación sui generis de Colombia) de la misma manera que en nuestro país, tampoco en Colombia ha llegado nunca al poder (porque los matan) ninguna opción medianamente de oposición a la oligarquía y orden hegemónico. Menos que menos un “guerrillero”. Todo esto es cierto. Yo, por ende, a fuerza de parecer pretensioso en el análisis y a riesgo de parecer una caracterización traída de los pelos y poco rigurosa, me voy a dar el lujo de identificar a Petro con el personaje histórico de un proceso, que, aunque muy distante y distinto comparten ciertos aspectos hasta en la procedencia política del personaje en cuestión. Para mí Petro es más un Nelson Mandela, una persona que tomó las armas, aun con las diferencias políticas que podamos tener, por una noble causa: la de poner fin al régimen racista del Apartheid en Sudáfrica. Pero con la trágica decisión de perdonar a los culpables de este horrendo crimen de Estado, con la noble, pero equivocada intención, de reconciliar al pueblo mediante el perdón a sus verdugos. Ya sabemos cómo terminó esto y como en la realidad: así no sea a nivel constitucional, el Apartheid aún perdura de manera real en cuanto a las condiciones de vida de las masas obreras y campesinas sudafricanas que siguen sumidas en la miseria, ¡aun teniendo la reserva de diamantes más grande del mundo! Así como la reconciliación en Sudáfrica debe ser entre los diferentes grupos étnicos que conforman el país, en Colombia de la misma manera debe ser entre el mismo pueblo colombiano. No importa por quién hayan votado en el pasado o a qué partido hayan pertenecido. Pero no por ello vamos a dejar libres a quienes nos masacraron durante décadas. Así como en Sudáfrica, el juicio y castigo a todos los culpables de la represión es fundamental para la reconciliación. Sin perder de vista que así Petro quiera decir misa (como Kautsky y otros en el pasado lo hicieron) las clases antagónicas no se pueden reconciliar y en última instancia solo un gobierno obrero y campesino y de las minorías étnicas que hay en el territorio es la única alternativa a la barbarie capitalista. La reconciliación tampoco puede contemplar a nuestros opresores en última instancia. Luego de lograr la paz (y hasta durante el proceso) siempre se debe denunciar y luchar contra la burguesía, por más local y nacional que pueda ser. Burguesía es burguesía y nunca depondrá sus pretensiones de vivir del trabajo asalariado de las masas empobrecidas. Nuestro país es el mejor ejemplo de ello y hasta dónde están dispuestos y pueden llegar para someter al pueblo y perpetuar su dominio parasitario.