La organización trotskista argentina Partido Obrero ha hecho público recientemente un debate fundamental que venía teniendo lugar de manera interna: cuál es el carácter de China, es decir, si capitalista o no, o incluso, si imperialista o no. La aparición pública del debate coincidió con que en el IV Evento Internacional León Trotsky tuvo lugar una mesa sobre el mismo tema donde confrontaron similares enfoques: el sociólogo brasileño André Barbieri, representando la Fracción Trotskista por la IV Internacional calificando a China como imperialista y el diputado argentino Juan Marino, por el Partido Piquetero, negando incluso que China es un Estado capitalista.
En el caso del Partido Obrero se presentan tres posturas, las cuales, aunque marxistas, se pudieran considerar conservadora, centrista y de izquierda. La conservadora es defendida por Pablo Heller, veterano dirigente del Partido Obrero quien no solo niega el carácter imperialista de China, sino que lo caracteriza como "capitalismo sui géneris" -empleando una terminología frecuente en el trotskismo, por ejemplo "bonapartismo sui géneris"-. Básicamente Heller representa la postura ortodoxa de la conducción del Partido Obrero y por tanto, su caracterización de China es muy similar a la que Jorge Altamira mantiene todavía -recuérdese que en 2019 Altamira fue separado del PO junto a casi mil militantes-.
Aún bajo la dirección de Altamira, el PO sostenía que en China la restauración capitalista no se había consumado y esto, básicamente, todavía es el discurso de Heller. Para Altamira, China no es un Estado imperialista, aunque sí capitalista, pero, con peculiaridades. Aunque Altamira y Heller se ubican en posiciones enfrentadas, ambos todavía tienen puntos de coincidencia. Fueron décadas de militancia conjunta y Altamira, dirigiendo el PO, logró establecer una manera de abordar y pensar el marxismo. Los sistemas de pensamiento tienden a consolidarse con el pasar del tiempo y llegado un punto raramente cambian. En consecuencia, a pesar de los matices, Heller llega casi al mismo punto que Altamira porque tienen lógicas similares. Sin embargo, aún así, los argumentos son distintos.
Altamira plantea que China todavía no es imperialista porque no ha acumulado suficiente capital, mientras que Heller ni siquiera la caracteriza claramente como capitalista porque según él hay una fuerte presencia del Estado en la economía. Heller pierde de vista que existe la llamada burguesía clientelista la cual el gobierno chino estimula fuertemente. Primero sería necesario recordar que según fuentes oficiales chinas, el 90% de las empresas de este país son privadas, las cuales aportan más del 60% del Producto Interno Bruto. Heller debería tener en cuenta que se está ante un sistema capitalista cuando los principales medios de producción son de propiedad privada, es decir, propiedad de la burguesía. Aquí toca recordar que la burguesía es la clase social que compra fuerza de trabajo para poner en movimiento los medios de producción de los que ella es propietaria generando así la plusvalía con la cual lucra. Obviamente, Heller debe saber que la burguesía compra esta fuerza de trabajo al trabajador y que la fuerza de trabajo son las habilidades físicas e intelectuales. Como buen marxista Pablo Heller también debe recordar que la clase trabajadora es la clase social que vende o socializa su fuerza de trabajo. Es decir, si la burguesía compra la fuerza de trabajo al trabajador para poner en movimiento los medios de producción de los que ella es propietaria, entonces está explotando al trabajador; entre otras cosas porque los medios de producción pueden ser perfectamente propiedad de la clase trabajadora: la burguesía no tiene sentido de que exista. En cambio, cuando los principales medios de producción son propiedad de la clase trabajadora estamos ante una sociedad que construye el socialismo. Pero entonces se hace evidente que China es puramente capitalista ¡Y todo este análisis es extrictamente teoría marxista!
La supuesta fuerte presencia del Estado chino en la economía, Heller la ha argumentado apoyándose en la represión que el gobierno chino lanza sobre algunos multimillonarios. Supuestamente, según Heller esto evidenciaría que el gobierno chino enfrenta a la burguesía -algo similar plantean no pocos analistas liberales especializados en China-. Sin embargo, el gobierno chino es el mejor representante de la burguesía china. El gobierno chino solamente quiere eliminar todo tipo de oposición política y para nada pretende destruir la burguesía. Por el contrario: en el pasado congreso del PCCh se llamó a acelerar la expansión del sector privado en provincias rezagadas pues solamente el 60% de sus empresas eran privadas ¡Solamente el 60% dice el informe!
Lo sui genéris, en todo caso, no es el capitalismo en China, sino la forma en que la burocracia dirigente china transicionó hacia el capitalismo. Mientras los burócratas de la Unión Soviética pasaban directamente al capitalismo, perdiendo además el poder político, los chinos fueron lo suficientemente habilidosos como para conservar el poder político ¿Cómo lo hicieron? Sencillamente no desmontando el sistema político electoral. Es decir, el Partido Comunista continuaba siendo el partido en el poder y este guiaría la introducción del capitalismo. Eso es el capitalismo chino: un partido nominalmente comunista que desmontó el Estado obrero el cual fundó y encabezó, pero continúa conservando el poder político, manipulando mediante la propaganda con simbología marxista, mientras administra una economía abiertamente capitalista. En resumen: un sistema capitalista donde el partido en el poder se dice comunista.
Sucede que es muy difícil comprender -y asumir- que un partido comunista, manteniendo toda la simbología marxista, haya restaurado el capitalismo. Era mucho más fácil imaginarse la caída de un Estado obrero debido a una guerra civil o golpe militar, pero no esta vía. De hecho, dos meses después del golpe militar que diera contra Gorbachov un sector estalinista del Partido Comunista de la URSS -agosto, 1991- Altamira planteaba que "La Unión Soviética, en tanto unidad estatal efectiva, ha dejado de existir, y lo mismo debe decirse de la URSS como un Estado Obrero. Aunque la propiedad de los medios de producción continúa en manos del Estado, este hecho está vaciado de contenido desde el momento en que el régimen político es de carácter restauracionista". Es decir, a Altamira -en consecuencia al Heller de la época y el Partido Obrero en general- no le fue suficiente que el Estado soviético continuase controlando los principales medios de producción. El solo hecho de que ya Boris Yeltsin se encabezaba evidentemente al capitalismo -incluso había ilegalizado el Partido Comunista- bastó para afirmar que la URSS había dejado de ser un Estado obrero. Esto resulta tan arriesgado como para preguntarse entonces desde cuándo la Unión Soviética había dejado de ser un Estado obrero.
En cambio, el Heller actual ni siquiera asume a China simplemente como capitalista, sino que intenta matizarlo como "sui géneris", negando además que es imperialista. Caracterizar a China como capitalismo sui géneris tiene la solidez de un tigre de papel.
La postura centrista en el debate del PO es representada por Pablo Giachello, quien asume que China sí es un Estado capitalista, pero aún en transición al imperialismo. Sin embargo, Giachello innova reciclando varios términos antes utilizados por otros marxistas: para él China es un "capitalismo de Estado bajo control burocrático". Llegado este punto aparece una vieja polémica marxista: el capitalismo de Estado.
Ya Lenin, cuando aplica la Nueva Política Económica -es decir, la reapertura del libre mercado- llegó a decir que la Rusia soviética había pasado a ser capitalismo de Estado. Sin embargo, Lenin no dedicó tiempo a caracterizar qué sería este "capitalismo de Estado". Más de una década después, aún en vida de Trotsky, una fracción derechista del estadounidense Partido Socialista de los Trabajadores comenzó a argumentar que la Unión Soviética era capitalismo de Estado. No se referían a la NEP de Lenin, sino a que, según ellos, en la URSS los principales medios de producción no eran controlados por la clase trabajadora, sino por la burocracia dirigente. Trotsky menospreció este argumento, descalificándolo rápidamente en varios textos, pero sin prever que tras su fallecimiento esta polémica estallaría no solo en diferentes caracterizaciones, sino también escisiones.
Para 1949, cuando la IV Internacional en Reino Unido estaba siendo controlada por un tal Gerry Healy, fueron expulsados de la misma dos interesantes figuras: una fue Cornelius Castoriadis quien carecterizó a la URSS de capitalismo burocrático. Con él se fueron a fundar una agrupación -Socialismo o Barbarie- tres figuras que pronto saldrían de la órbita trotskista: Jean-François Lyotard, Gilles Delleuze y Félix Guatari. Como se sabe, Castoriadis también iría renunciando al trotskismo, reubicándose inicialmente en el consejismo para terminar siendo un intelectual francotirador de izquierda, que llegó incluso a renegar del marxismo. Sobre la polémica del carácter de clase del Estado soviético -empleando soviético como gentilicio de la URSS- siempre se debe leer de Castoriadis La sociedad burocrática. Sobre todo el primer volumen -Las relaciones de producción en Rusia- le puede resultar muy interesante a Giachello.
La otra gran figura -entonces no muy famosa- expulsada por Healy en 1949 debido a sus planteamientos sobre la URSS fue Tony Cliff. Tras ser separado de la IV, Cliff decidió fundar una revista, para después un partido, para después una internacional -recorrido similar a la historia del Partido Obrero-. A diferencia de Castoriadis, Cliff caracterizaba a la Unión Soviética como capitalismo de Estado y esta caracterización corrió con más suerte que la de Cornelius. Un muy sincero Partido Obrero Revolucionario, diminuta organización trotskista cubana, enviaría una carta también en 1949 a la revista de Castoriadis -Socialismo o Barbarie- argumentando que las posturas de Cornelius sobre la URSS eran muy interesantes, pero las de Tony Cliff eran las más acertadas. Si el POR cubano de 1949 no fue expulsado de la IV Internacional fue porque desgraciadamente ya estaba en una crisis definitiva y desaparecería ese mismo año. De haber continuado existiendo quizá los trotskistas de la Revolución cubana hubieran sido clifistas y no posadistas -de hecho se retractaron de abrazar la teoría de Cliff en la introducción que hicieran a La Revolución Traicionada, texto escrito por Roberto Acosta en 1965-.
En consecuencia, cuando Giachello innova caracterizando a China como "capitalismo de Estado bajo control burocrático" en realidad recicla la teoría de Tony Cliff -con toda seguridad- y quizá toma algo de Castoriadis. Toca aquí resaltar algo. Si bien la primera conferencia impartida por Alex Callinicos en Argentina en 2024 fue junto a Jorge Altamira, los lazos políticos estrechos del mencionado filósofo inglés son con el Partido Obrero. Toca recordar que Callinicos -tras el fallecimiento de Hartman- es el continuador directo de Tony Cliff, conduciendo la internacional que este finalmente fundara: Socialismo Internacional, quienes caracterizan a China como imperialismo.
Quizá tras aparecer Callinicos en el escenario político-ideológico del Partido Obrero provocó que un todavía joven Pablo Giachello incursionara en las lecturas heréticas del clifismo, es decir, la teoría del capitalismo de Estado. Sin embargo, Giachello aún no logra romper con la tradición ideológica del original Partido Obrero -básicamente la construida en torno al Pensamiento Jorge Altamira- y es por ello que aunque hay una clara influencia de Tony Cliff -Callinicos mediante- todavía no da el gran salto adelante de caracterizar a China como imperialismo.
Al mismo tiempo, todavía hoy hablar de capitalismo de Estado es echar mano de una gran ambigüedad. La variante de Cliff estuvo pensada para los llamados Estados obreros burocratizados, donde los principales medios de producción aunque estaban estatizados y el gobierno dirigido por un Partido Comunista, al no ser controlados por la clase trabajadora, entonces no solo no era socialismo, sino que resultaba una forma de capitalismo. Si esto pudiera polemizarse, no podría aplicarse a la China de hoy. Los principales medios de producción de China están en poder de la burguesía. No importa cómo se llame el partido en el gobierno: no es un Estado obrero. La otra variante de "capitalismo de Estado" es la utilizada en ocasiones para algunos régimenes autoritarios con cierta ingerencia en la economía como fueron los casos de la España franquista o la Italia fascista. Incluso, los primeros dos gobiernos de Perón fueron eventualmente caracterizados como economías de capitalismo de Estado. Incluso Trotsky llegaría a decir que algunas medidas económicas tomadas por Lázaro Cárdenas "se encuadran enteramente en los marcos del capitalismo de Estado". A esa presencia del Estado en la economía capitalista algunos preferían darle un título más radical: por ejemplo, el revolucionario cubano de los años 30, Antonio Guiteras, decía que el sistema económico propuesto por su gobierno era "socialismo de Estado".
¿A cuál de todos se refería Giachello? No queda claro ¿Qué función juega el término "burocratizado"? Tampoco es muy claro ¿Se refiere a la presencia del Partido y por tanto que sus burócratas imposibilitan el desarrollo pleno de la burguesía china? Si fuera así, al igual que Heller estaría olvidando que en cualquier gobierno siempre existirán contradicciones políticas y que no es necesario ser un burgués para ser un representante de la burguesía -más allá de que hoy los dirigentes del PC chino también pueden ser burgueses porque no hay ningún límite para ello-.
La posición izquierdista en el debate del Partido Obrero sobre China está representada por alguien que no tiene ningún vínculo con la herencia ideológica del altamirismo -de hecho ingreso al PO después de la escisión-: el historiador Luis Brunetto caracteriza a China de imperialista.
En este debate Brunetto es muy poco original. No ha descubierto nada. Solamente analiza a China desde Lenin. Y Lenin establece que la principal característica del imperialismo, después de atravesar por la expansión territorial, es la exportación de capital. El principal punto a favor de Brunetto es que Lenin tampoco fue original: se limitó a lo que aprendió de Marx. Es decir, describir qué es el capitalismo, y, en este caso, Lenin describió qué es el imperialismo. Mientras los imperios colapsaban intentando mantener sus colonias, Lenin se percató que surgía el imperialismo: Estados Unidos -quien previamente se había expandido- se centraba en la exportación de capital. Es por ello que Lenin se refiere a la guerra entre el decadente imperio español y el emergente Estados Unidos en su urgente texto El imperialismo fase superior del capitalismo. El imperialismo prefiere ejercer el control económico sobre Estados independientes y no desgastarse en mantener colonias -es decir, enviar soldados, funcionarios, y en consecuencia, tener que asumir la represión de rebeliones separatistas-. De hecho, la neoliberal Margaret Tatcher y anteriores exponentes de su ideología, estimularon la independencia de las pequeñas islas del Caribe Oriental debido a que estas representaban más gastos que utilidades. Tanto fue así que días después de independizarse Anguila vivió una rebelión popular solo para exigir que Reino Unido la volviera aceptar como colonia.
Es con El imperialismo fase superior del capitalismo que se entiende a la China de hoy. No porque lo haya dicho Lenin -sería el purismo dogmático-. Simplemente sucede que la principal característica del imperialismo es la exportación de capital. Y esto lo sobrecumple China. El caso China no son los pocos bancos que puede tener Argentina en Paraguay, sino tal despliegue de control financiero que The Banker viene calificando al ICBC como el mejor banco durante tres años consecutivos. El también conocido como Banco Chino tiene sucursales en más de cuarenta países y controla sumas mayores a las que movilizan importantes bancos estadounidenses. Además, parafraseando a Eric Toussaint, China se comporta hoy como otro FMI.
Curiosamente, Pablo Heller conoce estos datos. En el artículo que encabeza su postura en el debate, Heller nos recuerda que China "tiene los 4 bancos como mayores activos a nivel global". Es como si olvidara la teoría leninista del imperialismo. En cambio, rellena su artículo con un rosario de citas de economistas liberales y datos extraídos de páginas también cuestionables, eludiendo abordar directamente a Lenin. Debiera Heller escribir un artículo polemizando directamente con Lenin: quizá así él mismo se percataría que ya China es imperialista. La cita manualesca de los llamados "clásicos del marxismo" es tan poco aportativa como mismo la compilación de autores liberales o revisionistas que hace Heller.
Ojalá el PO comprenda finalmente que China es una potencia imperialista. De lo contrario esto puede llevar a erradas posturas que derivan en nacionalismos reaccionarios. Es decir, usando la lógica de "el enemigo de mi enemigo es mi amigo" cuando no se caracteriza a China como imperialista se puede terminar cerrando filas en torno a ella si Estados Unidos la agrede -mediante cualquier medida-. Algunos incluso la creen ver como una alternativa y se encandilan con los espejitos de los rascacielos y los juguetes robóticos chinos. Llegan a exponerlos como ejemplo del triunfante modelo chino -al cual, por el simple hecho de ser dirigido por un partido comunista, lo consideran socialista- cuando tales avances tecnológicos se pueden encontrar perfectamente en no pocas potencias imperialistas.
El "socialismo de mercado chino" es tan indefendible que las conquistas de la clase trabajadora se desmontaron al punto de que hoy la salud no es gratuita. Recientemente la misma Xinhua anunciaba como un triunfo de que quizá en 2026 parir en China sería un servicio de salud gratuito.
Para la clase trabajadora cubana en general y la izquierda crítica en especial, estos debates son fundamentales. El modelo capitalista chino es presentado como una salida para Cuba, paradójicamente al mismo tiempo tanto por el gobierno como por sectores opositores o críticos. Creen ambos -el PCC y los sectores liberales críticos- que Cuba saldría de la crisis económica si aplica el modelo chino, pues para los dos -con sus diferentes discursos- el socialismo fracasó.
Desgraciadamente esta idea cobra fuerza dentro de la clase trabajadora, la cual no logra ver que ante un modelo de estatización burocrática, la respuesta no es regresar al capitalismo -sea cual fuese la vía o el modelo-, sino que ella misma, la clase trabajadora, tome el poder. Décadas de desmovilización -como sucede con las experiencias burocratizadas de intentos de construcción del socialismo- conllevan a este escenario político: las mayorías creyendo que el capitalismo es la única alternativa al fracaso del sistema en el que viven .
Cuba nunca sería Vietnam -el otro ejemplo "exitoso" del modelo chino-. Cuba está inmersa en una crisis económica muy profunda, sumada a la más grave desligitimidad política. En consecuencia, Estados Unidos sabe que puede caer el gobierno cubano y no le dará el respiro necesario para transformar su economía hacia el capitalismo: el levantamiento del bloqueo. China y Vietnam inicialmente fueron las grandes factorías del mundo, pero cuando pudieron consolidar su economía capitalista, enrumbaron a disputarle las hegemonías a las potencias -sobre todo Pekín-. Pero, esto no es presentarse como una alternativa obrera, ni siquiera un mal menor. China tiene la misma postura imperialista que Estados Unidos, solo que la ejerce de otras maneras y en otros escenarios. Mientras más se consolide China, solamente veremos la consolidación y expansión de un imperialismo en detrimento de otro.
En algún momento, los independentistas cubanos vieron a Estados Unidos como un aliado en la lucha para sacudirse el yugo español. Propagandísticamente ese fue el motivo por el cual Estados Unidos comienza la guerra contra España: ayudar a finalizar la guerra de Cuba, provocando supuestamente su independencia. De inmediato los cubanos se percataron que Estados Unidos terminarían siendo igual o peor que España. De igual manera puede suceder hoy con China. El imperialismo estadounidense está en decadencia. Inmerso en su crisis se ve obligado a echar mano del militarismo y he ahí el peligro de invasión a Venezuela. China observa, expande sus bancos, su control directo o indirecto sobre gobiernos africanos e incluso, del Caribe Oriental.
Leer a Lenin -y dominarlo- es algo que cada vez más se deja para después. Quizá pesa el atractivo que pueden tener otros autores, tal vez la idea vana de que ya por una vez leído no es necesario volver a revisitarlo o incluso, la trágica -posmoderna- visión de que ya hoy es otro el escenario. El marxismo es un sistema de pensamiento. Si no se incorpora en su conjunto, termina el militante echando mano de otras lógicas, que tal vez expliquen puntuales situaciones coyunturales, pero no generales.
La lucha de clases no cabe en manuales antojadizos. Está ahí. Es imposible de detenerla. Ignorarla no hará que desaparezca. Los hechos aplastan a las organizaciones políticas que no los comprenden.
Frank García Hernández
A continuación los videos de los debates de Jorge Altamira con Alex Callinicos -octubre 2024-, la mesa sobre China en el IV Evento León Trotsky -noviembre, 2025- y el debate entre Heller, Giachello y Brunetto durante la presentación de la revista En Defensa del Marxismo -noviembre 2025- donde se aborda la mencionada polémica:
