Juan Valdés Paz: en el segundo año de su partida física

“Juan sufrió los excesos discrecionales del Estado cubano (…) en aquellos terribles años de sovietización y estalinismo en los años setenta del siglo pasado”. 

Por Tano Nariño II 



Juan Valdés Paz fue un intelectual comprometido con la Revolución cubana, con su idea y su materialización, pero no un gris intelectual dedicado a reproducir manidos argumentos o consignas, ni un descerebrado de los que abundan en el campo cultural de la isla. Era una persona ilustrada, un pensador con cabeza propia, su biblioteca era la más grande de temas sociopolíticos que he visto en mi vida. Volúmenes de todos los autores, de todas las épocas, desde la Atenas clásica hasta la actualidad, filosofía, ciencias políticas, biografías, libros de historia, sociología y un largo etc. Una biblioteca llena de libros que él prestó generosamente. 

Juan era un erudito que dominaba el registro académico de la comunicación y de lo más coloquial, podía combinar en una misma oración un asere y una cita de Aristóteles o Bodino. Por lo tanto, su capacidad comunicativa era exquisita. Juan murió hace dos años: todavía recuerdo la llamada de mi padre que me dio la noticia esa mañana, mi furor cuando no dijeron nada en el noticiero del mediodía y el estelar; solo al día siguiente alguien corrigió el error. Hoy lamento mucho no haberlo visitado más a menudo. Tengo una gran deuda con él, no sólo por los libros que me regaló, que no fueron pocos, y las películas que me dejó como recuerdo, sino por la semilla que sembró en mí, una semilla de pasión por la ciencia política, por la política vista desde la academia y el sentido común. 

Juan sufrió los excesos discrecionales del Estado cubano, los sufrió singularmente cuando cerraron la Revista Pensamiento Crítico y la Facultad de Filosofía, en aquellos terribles años de sovietización y estalinismo en los años setenta del siglo pasado. Lo volvieron a sufrir después, cuando se intervino el Centro de Estudios Americanos (CEA) y Raúl Castro llamó a sus integrantes quintacolumnistas y agentes de la CIA en los años noventa. A pesar de ello, Juan se mantuvo fiel a la Revolución, porque creía que sólo con ella Cuba podría tener lo que llamó un proyecto de nación soberana. Su lealtad a prueba de balas llegó tan lejos como eso. Puede que tenga razón, el fin del sistema actual puede terminar significando una pérdida de soberanía en algunos sectores, aunque habría que preguntarse para qué sirve la soberanía nacional si no hay soberanía popular e individual. Sin embargo, Juan era un acérrimo defensor del socialismo, pero del socialismo bien entendido, esto es el Estado socialista de Derecho, y estuvo muy influido en este sentido por algunos republicanos españoles como Toni Domènech. Era un antiestalinista convencido. 

En su último libro, La Evolución del Poder en la Revolución Cubana (2019), libro en dos tomos, aborda la evolución institucional y la legitimidad del poder revolucionario y apunta a una idea que dominó sus juicios hasta el momento de su muerte: el republicanismo socialista. Juan murió antes de unos hechos claves que se suceden desde hace un año: la migración más masiva de la historia de Cuba y la torpeza del gobierno para enfrentar los gravísimos problemas sociales que enfrenta la nación. 

El sistema y el gobierno han perdido legitimidad, aplica una represión abierta y descarada nunca antes vista después de 1959 en estas proporciones, la falta de cauce para las manifestaciones pacíficas, la inconstitucionalidad de la actuación de los cuerpos de Seguridad del Estado y otras prácticas contrarias a derecho, han dejado claro que la única pretensión de quienes gobiernan Cuba es mantenerse en el poder. El proyecto de nación huye todos los días por mar o aire a Estados Unidos, Europa o cualquier otro lugar. Un plebiscito con los pies, como diría otro Paz, pero con el nombre de Octavio, una manifestación de descontento y pérdida de fe en un futuro próspero. 

Hace un año se publicó un artículo en el medio digital cubano La Tizza sobre Juan, y me resultó curioso cómo el autor llega a conclusiones completamente alejadas de la lógica más elemental. Quería presentar a modo de silogismo las siguientes premisas de Juan obtenidas en dicho artículo: 

“En mi libro propongo que algunas fuentes de legitimidad histórica del proceso revolucionario han perdido fuerza, y destaco como fuentes válidas la legitimidad jurídica y la legitimidad democrática. Todo lo anterior funciona, por supuesto, si se alcanza un nivel mínimo de bienestar económico, si se cubre la seguridad básica. Los años 90 enseñan que la población resiste periodos de crisis si ve algunos signos concretos de recuperación y si hay un discurso político que la estimule lo suficiente como para llegar al otro lado. De ahí la importancia de la implementación del programa de reforma”. 

De aquí creo razonable extraer la importancia que Juan le dio a la legalidad como vía para obtener la legitimidad, legalidad cuya vigencia en la Cuba de hoy no es más que la semántica. La legalidad en Valdés Paz no solo tiene un valor instrumental a la hora de incrementar la legitimidad popular del proyecto de nación, sino que tiene una importancia deontológica, pues el Socialismo solo puede ser real si es de Derecho, esto se debe a su carácter teórico. afiliación al socialismo republicano. Sin embargo, yendo al aspecto utilitario de la cuestión, al no existir una legalidad actual en Cuba, viendo que el bienestar económico mínimo necesario se deteriora cada vez más, y no se ha incorporado ninguna otra forma de legitimación, es ilógico extraer algo más de las palabras de Juan que no es crítico con el gobierno y el sistema. Al sistema por su incapacidad para afirmarse, para hacer valer sus principios constitucionales y en especial los artículos de libertad allí proclamados en el título V, del artículo 40 al 80. Al gobierno, por su desastrosa gestión y previsión administrativa, por sus reformas inoportunas y de funestas consecuencias. Por su incapacidad para generar diálogo y consenso, la absoluta falta de autocrítica y su respuesta violenta a cualquier forma de disidencia abierta al régimen. En La Tizza suelen sufrir el mismo trastorno psicológico, una especie de distorsión cognitiva, teniendo la misma información que el resto llegan a conclusiones un tanto extravagantes. No entiendo ni entenderé cómo de la realidad cubana y la mala gestión de los gobernantes e inorgánicos a los "principios" de la revolución se puede sacar la necesidad de cerrar filas y comprometerse aún más, si cabe, con el gobierno.

Termino con la última frase del libro de Valdez Paz, sus últimas palabras escritas, frase que es una pregunta y que dejo aquí para que el lector responda con su propia cabeza, como hubiera querido nuestro querido y eterno Juan: 

“¿El actual poder revolucionario afianzará sus proyectos? Puede si se reproduce, si socializa más, si prioriza la nación sobre el proyecto de sociedad, si está invariablemente al servicio de las grandes mayorías, si es legítima y si hace continuidad y cambia su moneda permanente”. (Valdés Paz, 2019, La Evolución del Poder en la Revolución Cubana, Tomo II, p. 405)



Descargue aquí los dos volúmenes de La Evolución del Poder en la Revolución Cubana

Lea los otros textos de Tano Nariño II publicados en Comunistas Cuba: